Tren al Infierno

Capítulo 1 Introducción

Antes de que avancemos en el viaje de estas siete almas condenadas, permítanme hacer una pausa y dirigirme directamente a ustedes. Porque mientras escribo sus historias, una inquietante verdad se hace evidente: estos personajes no son meras creaciones de ficción. Son reflejos. Fragmentos distorsionados que todos llevamos dentro.

¿No me creen? Observemos más de cerca:

Elías, el Orgullo (El Cirujano)

Se aferra a la certeza de su propia superioridad. ¿Quién no ha sentido, en algún momento, el calor de la arrogancia? Esa voz que susurra: "Yo lo haría mejor". "Yo no cometería ese error". El Orgullo es una armadura que nos separa de los demás, y su condena es la soledad. Si alguna vez has preferido tener la razón antes que ser feliz, reconocerás su eco en tu interior.

Victoria, la Avaricia (La Ejecutiva)

Su dios es la acumulación. No solo de riquezas, sino de poder, de control. En un mundo que nos grita "¡más, más, más!", ¿quién no ha sentido la punzada de la insatisfacción? La Avaricia no es solo el banquero codiciosos; es esa envidia sutil por el coche del vecino, la obsesión por las posesiones que prometen llenar un vacío. Si alguna vez has medido tu valor por lo que tienes, y no por lo que eres, has mirado a los ojos de Victoria.

Dante, Lujuria (El Artista)

No hablamos solo de deseo carnal, sino de la búsqueda obsesiva del placer como escape. La necesidad de usar a otros como objetos para nuestra propia gratificación. ¿Quién no ha perseguido un sentimiento, una emoción, una validación, sabiendo que era efímero y vacío? Si alguna vez has confundido el deseo con el amor, o has usado a alguien para llenar tu propia oscuridad, entiendes el camino de Dante.

Marcos, la Ira (El Hombre Tranquilo)

Él es el monstruo que crece en silencio. La Ira no siempre es un grito; a veces es un veneno que se acumula gota a gota. Es el resentimiento que guardamos, el rencor que alimentamos en la intimidad. Si alguna vez has sonreído a quien desprecias, o has guardado un agravio hasta que éste te corroe por dentro, entonces sabes de qué está hecho Marcos.

Clara, la Gula (La Mujer que Devoraba)

Su hambre no conoce límites. Pero no es solo comida; es consumir emociones, experiencias, atención. Es el intento desesperado de llenar un vacío existencial con algo, con todo. En una era de consumo excesivo, de desplazarse sin fin por redes sociales, de atiborrarse de distracciones, ¿no somos todos, en cierta medida, Clara? Si alguna vez has comido sin hambre, comprado sin necesidad o hablado sin escuchar, has bailado con su demonio.

Sofia, la Envidia (La Amiga)

Su veneno es la comparación. Mira la vida de los demás y ve solo lo que a ella le falta. La Envidia es el robo de la propia alegría. En un mundo de vidas perfectas en Instagram, ¿quién no ha sentido ese pellizco amargo al ver el éxito ajeno? Si alguna vez has menospreciado tu propio camino anhelando el de otro, has permitido que Sofia habite en ti.

Lázaro, la Pereza (El Indolente)

Su pecado es la rendición. No la paz, sino la apatía paralizante. Es la elección de no elegir, de no actuar, de no sentir. En un mundo que abruma, ¿quién no ha sucumbido alguna vez a la tentación de la indiferencia? De cerrar los ojos ante el dolor ajeno porque "es demasiado complicado". Si alguna vez has sabido lo correcto y has optado por la comodidad del no-hacer, has escuchado el canto de sirena de Lázaro.

No los juzguen con demasiada dureza. Mírenlos como lo que son: advertencias. Las semillas de estos siete pecados duermen en cada uno de nosotros. La diferencia no está en la tentación, sino en la elección diaria de no regar esas semillas.

Ellos fracasaron. Su tren avanza hacia la oscuridad.

Pero el nuestro, querido lector, todavía está en la estación.

Y la siguiente parada...la decidimos nosotros.




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