Tren al Infierno

Capítulo 10 Las Sombras que Cargamos

Querido lector,

Soy yo otra vez. La voz que susurra entre las líneas, la que observa desde la oscuridad detrás de estas páginas. He contado las historias de siete almas condenadas, pero ahora debo confesarles una verdad que tal vez ya hayan intuido:

Estas siete almas… son ustedes.

No me malinterpreten. No estoy diciendo que sean asesinos o monstruos. Estoy diciendo que los siete pecados capitales no son crímenes, son heridas. Son las máscaras que el alma humana se pone para sobrevivir a un mundo que duele.

Miren a su alrededor. O mejor, mírense al espejo.

¿No han conocido al Orgullo en ese compañero de trabajo que prefiere hundir un proyecto antes que admitir un error? ¿O en ese familiar que destruye una relación por no pedir perdón? El Orgullo es el grito del niño herido que dice "No me harás daño si yo no te dejo acercarme".

¿No han sentido la Avaricia en esa ansiedad moderna de acumular likes, seguidores, posesiones? Es el intento desesperado de llenar con objetos el vacío que deja la falta de conexión verdadera. Coleccionamos cosas porque nos da miedo enfrentar el silencio de nuestra propia compañía.

¿No han visto la Lujuria en esa cultura que nos vende el placer instantáneo como sustituto del amor? En esos corazones que saltan de relación en relación, buscando en otro cuerpo el calor que les falta en su propio alma.

La Ira… ¿quién no la ha sentido crecer en silencio? Esa rabia que no nos atrevemos a expresar, que enterramos viva en nuestro interior hasta que envenena todo lo que toca. La Ira es el dolor que no encuentra palabras, así que se convierte en veneno.

¿Y la Gula? Basta con ver nuestras ciudades llenas de restaurantes y farmacias, nuestros teléfonos llenos de apps que nos prometen satisfacción inmediata. Comemos, compramos, consumimos contenido… pero el hambre permanece.

La Envidia campa en nuestras redes sociales, donde comparamos nuestro detrás de cámaras con el escenario perfecto de los demás. Nos duele el éxito ajeno porque nos recuerda todo lo que no nos atrevemos a intentar.

Y la Pereza… la reina de nuestro tiempo. No la pereza física, sino esa pereza espiritual que nos hace scroll eterno en lugar de vivir. Preferimos la comodidad del no-compromiso al riesgo de intentar algo y fracasar.

Escribí estas historias no para asustarlos, sino para mostrarles el final del camino. Estos siete no están en el infierno porque fueran malvados. Están allí porque eligieron la herida sobre la cura. Prefirieron su máscara antes que arriesgarse a mostrar su verdadero rostro.

El tren al infierno no es un castigo divino. Es la consecuencia natural de una vida no examinada. Es lo que ocurre cuando dejamos que nuestras heridas dirijan nuestra existencia.

Pero su tren, querido lector, todavía está en marcha. Y en cada estación, en cada respiro, tienen la oportunidad de bajarse.

Pueden elegir la vulnerabilidad sobre el orgullo.

La generosidad sobre la avaricia.

La intimidad verdadera sobre la lujuria vacía.

La expresión sana sobre la ira acumulada.

La saciedad del alma sobre la gula del cuerpo.

La celebración ajena sobre la envidia.

Y el compromiso valiente sobre la pereza cobarde.

Estas siete almas les muestran el mapa de los caminos que no deben tomar. Sus historias son la advertencia que alguien debería haberles hecho a ellos.

El infierno no es un lugar al que se va al morir.

Es la prisión que construimos mientras vivimos.

Y las llaves…las llaves siempre han estado en sus manos.




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