Todos los ensayos valieron la pena: el tiempo empleado, las noches en vela tratando de que el baile fuera lo más perfecto posible, los regaños y ánimos de una instructora, las caídas, los tropiezos, el esfuerzo. Todo valió la pena desvaneciéndose como el humo llevado por una fresca brisa tan placentera que te acaricia el rostro, como en esta noche. La noche del espectáculo y de mi debut como la protagonista de esta obra.
A pesar de que no sé exactamente en qué o quién me inspiro, tengo la seguridad de que todo saldrá bien. No dejare que esta mezcla de nerviosismo y miedo que se arremolinan en mi pecho al ver a tanta gente, se apoderen de mí provocando que se arruine. No solo mi esfuerzo, sino también el de mis demás compañeras, que al igual que yo, les apasiona y aman el ballet.
“Ya es el momento, todas a sus posiciones” Escucho decir de la instructora en su usual tono autoritario mezclado con el entusiasmo. Me dispongo a ponerme en mi lugar para salir colocándome en posición, como lo ensayamos ayer en este mismo teatro. La instructora me sonríe y me desea la mejor de las suertes. Yo le agradezco esbozándole una sonrisa. Hecho una mirada a mí alrededor antes de que anuncien la tercera llamada. Observo que la mayoría de mis compañeras están algo inquietas y emocionadas, pues es su primera vez. Para mí no es la primera, pero si la primera en la que soy la principal. Haré el papel de una chica que se enamora a primera vista de un hombre.
El tiempo llega y escucho la señal que anuncia mi entrada. Primer acto. La orquesta empieza a tocar una pieza suave, con violines, violas, esos grandes violonchelos y arpas; que te llevan a un mundo celestial lleno de tranquilidad, sin preocupaciones, simplemente perfecto. Esa melodía es la que me inspira a bailar con tal delicadeza y soltura que parece que nadie se interpone ante mí, ni siquiera el aire a mi alrededor.
El personaje masculino hace su entrada y cambia un poco el ritmo de la melodía volviéndose más tranquila. Me encuentro de espaldas al frente de él (el chico mirando al público). Es hora de dar la vuelta y dar paso al amor. Al apenas girar mi cintura para ver a mi compañero de baile, descubro una persona en el publico que atrapa mi atención. El tiempo se detiene. El mundo a mi alrededor desaparece. Fijo mis ojos un segundo en su mirada y a pesar de ser solo un minúsculo segundo, me doy cuenta que tiene una mirada tan bella que no olvidaría aunque viviera cientos de años. Unos ojos color verde que resplandecían maravillosamente con las luces daban la sensación de que te podrían dejar hipnotizada por toda la eternidad. Unos ojos tan penetrables que daba la impresión de ver su alma. Su cabello castaño claro, lacio, alborotado, solo resaltaban más su mirada sublime y sobrenatural. Los latidos detrás de mi pecho se aceleran provocando un ardor que nunca había sentido antes, ¿Será de alegría? Siento que mis ojos se iluminan y se abren. He sentido la fuerza del amor a primera vista, de un flechazo al corazón. Sentado en medio de la segunda fila, apoyaba sus manos sobre el asiento para entrelazar sus dedos con las de la chica de su lado.
El chico también me mira asombrado y pausa sus movimientos. Su mirar es llevado a otro lado hacia la bailarina que sale a escena. Solo basta un delicado roce a su mejilla para girarlo de mí. Sin embargo vuelve su cabeza. Todavía hay esperanza, claro en el siguiente acto.
Presiento que volverá. Irá a ver la próxima presentación de la obra y por ello me esforzaré. Quiero transmitirle mis sentimientos a través de mi cuerpo, de este hermoso arte. No permitiré ninguna equivocación, pues quiero que todo sea perfecto. Por ello todo el día me la paso ensayando. Cuando no estoy en la academia de ballet, me pongo a practicar en mi casa. Al cansarme y frustrarme, se me viene a la mente el momento en que vi al chico con el que caí enamorada a primera vista deleitándome con el recuerdo y fascinándome nuevamente por aquella mirada que quisiera tener más cerca de mi; con los sentimientos, pensamientos que cruzaron en esa nada de tiempo que es tan eterno cuando penetre en sus ojos hasta sentir simpatía magnética con su alma. Misteriosamente las ganas y la emoción vuelven nuevamente a mí, encontré mí por qué. Quiero que se enamore también de mí de la misma manera en la que yo lo hice, porque pienso que es una hermosa manera de enamorarse, sin razones ni explicaciones. Verse por primera vez, es como fijarse en el alma del otro por la mirada y conocerla a profundidad.
Así, llego nuevamente el momento. Estoy emocionada, mis sentidos están sobresaltados, mi corazón late energéticamente. Doy un vistazo a través del telón. Como la vez pasada, ha venido mucha gente. Yo solo me concentro en encontrar su mirada. Sin embargo escucho la voz de la instructora. “Ya es hora” dice en su usual tono mezclado con la euforia. “Ha llegado el momento” me digo dentro de la mente. Inhalo profundamente para apaciguar un poco los nervios y me dispongo a entrar en escena.
Segundo acto. La música empieza a subir de tono, es momento de los violines y violonchelos. La obra emprende su desarrollo. Los dos solos, se empiezan a mirar y experimentar el mismo sentimiento mientras se seducen con movimientos delicados y suaves mientras se miran profundamente a los ojos con apenas pestañear. El sentimiento es mutuo como uno quiere cuando está enamorado. Todo ocurre de acuerdo al diálogo.
Está en el mismo lugar de la otra vez en un asiento en medio de la segunda fila. Noto sus ojos más hermosos que la otra vez, tenía tantas ganas de volver a verlos y dejarme hechizar por ellos. Mi corazón produce latidos de júbilo y siento que mis labios se mueven para hacer una leve sonrisa. Me sonríe, ¡me ha notado!, ¿Se habrá dando cuenta de lo que siento?, ¿Sentirá lo mismo? ¿Le gustará cómo bailo? ¿Seré bonita para él? Y antes de formúlame muchas más preguntas, desvió un poco mi mirada a su lado. ¡No está la chica! Exclamo dentro de mí ser, como si se hubiera dado un grito de victoria.