CAPITULO UNO
QUE LE VAS A PEDIR SANTA
Veía a mi madre, ella siempre sería mi madre, aunque no nací de ella, la quería como tal, ella siempre estuvo ahí desde que perdí a la mía, la veía hablar con mi pequeña desde donde estaba sentada en mi escritorio donde solía realizar los informes que entregaba diariamente en mi trabajo, y donde ahora actualizaba mis hojas de vida en la sección de solicitud de empleos, mi contrato actual finalizaba el treinta de este mes, y aun no me confirmaban si continuaba o no asi, que no sabia si iniciaba el proximo año desempleada.
Mi madre estaba junto con mi hija que recién había cumplido seis años, ella es una niña hermosa, de redondos y grandes ojos marrones, exactamente iguales a los de su abuela y a los de su padre cuando vivía, que en este momento brillaban con alegría y entusiasmo viendo a su abuela, oí cuando ella le respondía con paciencia a todas las preguntas que le hacía, faltaban dos semanas para la navidad y ambas estaban tratando de adornar el árbol de navidad, un hermoso pino que mi madre había comprado, era perfecto, ni muy alto, ni muy frondoso, muy simétrico, ya que sus ramas iban descendiendo simétricamente desde la punta hasta la base en un hermoso cono de deliciosa fragancia de pino recientemente cortado, mi madre se lo había prometido a su única nieta, que tendríamos el árbol de navidad más hermoso del mundo.
No se como lo hiso, pero si era el árbol más hermoso que había visto en mi vida, la estancia tenía una deliciosa fragancia que hacía que tu alma se llenara de alegría,
Ambas se reían, mientras mi hija tomaba las luces con sus manitas levantadas mientras, mamá las iba enredando desde entre las ramas superiores hasta la base, donde estaba las conexiones eléctricas, así hicieron mientras colocaban los cuatro juegos de luces de brillantes y luminosos cucullos que brillaban en relucientes dorados, rojos y verdes, quedaron hermosas, ella iba conectando cada extensión luego de colocarlas, y ya las luces parpadean dándole alegría al ambiente,
−están hermosas abuela, están hermosas−, repetía mi pequeña, mientras aplaudía chocando fuertemente sus manitas, y se reía a carcajadas muy feliz al ver las luces encendidas,
−colocamos primero las bolitas −, le decia rapidamente mientras extendía su manita con una brillante esfera roja, tomándola por su engarce,
−primero las rojas, abuela, son las más lindas−, le iba decíendo mientras tomaba otra en cada mano, extendiéndolas hacia mi madre, su rostro concentrado en su ayuda y mi madre se reia feliz de ser ayudada, por su consentida, ya que ella fue quien realizó los gastos del costo de todos lo adornos y el hermoso pino natural que había comprado por encargo, semanas antes del mes de diciembre y que había llegado justo ayer, un viernes dos semanas antes del día de navidad,
−hoy colocaremos todos los adornos y las luces y mañana, después del desayuno escribiremos las cartas a Santa, te parece, mi vidita−, le dijo a mi pequeña, con el apelativo que siempre usaba con ella.
−si abuela, mañana escribiremos las cartas a Santa, estas segura que aun no ha pasado a recoger las de nuestra calle −, le preguntó seria y muy preocupada a mi madre,
−no se le va a olvidar a Santa pasar por nuestra calle, verdad que, si va a venir, abuela−, preguntó nuevamente,
−claro mi niña, Santa conoce nuestra dirección y sabe que tu vives aquí, que esta es tu casa−, le dijo con seguridad,
−puedes estar tranquila, Santa te traerá todo lo que tú le pidas, pero sabes que son muchos regalos que tiene que repartir ese día, así, que debes aceptar los que te traiga, puede ser uno a lo máximo dos, así ningún niño se queda sin regalo−, le dijo sonriendo
−que le vas a pedir a Santa abuela −, hiso la pregunta repentinamente con la inocencia y la ingenuidad de una pequeña de su edad,
−y tu mami, que le vas a pedir a Santa −, ambas respondimos en forma simultánea con una sonrisa,
−Santa sabe lo que mi corazón quiere −, mi madre me miró y sonrió, mientras yo también sonreía, las tres sabíamos que teníamos una petición silenciosa, y las tres esperábamos que Santa pudiese alguna vez leer las voces de nuestros tres corazones.