Tres desamores una ciudad

COMIENZO DESASTROSO

Anyel miraba fijamente a Clarice y ella hacía lo mismo.
No sabían nada uno del otro pero sentían que debían darse a conocer.

–Soy Anyel Gutz, tengo 32 años, soy el gerente general del grupo Ried , enviude hace 3 años, tengo una hija de 7 años, ¡No sé que más decir!–dijo esto un poco tímido.

–¡Me toca a mí!
Soy Clarice Herr, tengo 25 años, soy la directora del H y G decoraciones, un grupo dedicado al diseño de interiores, no estoy casada y por lo consiguiente no tengo hijos.–

–¡Bien!–

Ambos se quedaron nuevamente en silencio y al parecer ninguno de los dos quería levantarse.

–Creo que ya te irás, tu hija debe estar esperándote–dijo Clarice para matar ese silencio incómodo.

–¡Para nada!
Azul se mudó con Bea, podría decirse–

¿Azul?
¿Ese es su nombre o un apelativo?–

–¡Su nombre!
Mi esposa lo escogió–

–ahhh..
¡Entonces debes ir a trabajar supongo!–

Anyel se quedó pensativo, ya que había planeado todo para cuando él no estuviera: su hija a cargo de Bea, su empresa a cargo de su mejor amigo y sus padres pues ellos ya eran cuidados por su hermana.
Prácticamente él ya no estaría vivo así que no tenía pensado hacer algo ese día.

–Quizá vaya a colocar mis cosas ya que todo aún está empacado–

–Yo tengo una reunión más tarde, así que comenzaré por bañarme–Clarice salió de la cama tomó su bata y salió de la habitación.

Anyel se quedó viendo cómo ella salía, asi que entendió que ya era momento de irse.
Se colocó su ropa, salió de la habitación se dirigió a la puerta, la abrió y ya a punto de salir de detuvo.

<<¡Qué estúpido soy!
¡Irme y fingir que no ha pasado nada!
¡Me quedaré y le agradeceré por lo de anoche!
¡Por salvarme la vida...y posiblemente darme una nueva!>>

Volvió a cerrar la puerta.
Clarice por su parte, mientras se bañaba estaba pendiente de escuchar el sonido de los puerta ya que eso le confirmaba que Anyel se había marchado.
No sabía que sorpresa se llevaría.

Siguió bañándose ya con tranquilidad pues supuso que ya se encontraba sola.

Mientras eso pasaba, Anyel decidió esperarla sentado en el sofá, luego Clarice empezó a cantar, deleitando con su dulce voz a él.

De repente tocaron a la puerta, Anyel le habla a Clarice desde la sala pero ella parecía seguir que estaba a la mitad de su concierto, así que decidió abrir.
Era Roch quién tocaba.

–¡Hola!–saludo Anyel.

–¿Quién eres?–

–¿Quién eres?–respondió Anyel un poco desconcertado.

–¿Dónde está Clarice?–preguntando esto se metió al apartamento.

Clarice en ese momento estaba saliendo del baño y se quedó viendo sorprendida a los dos hombres y ellos igual la vieron con mucho asombro.
Permanecieron así por varios minutos .

–Roch¿Qué haces aquí?–preguntó Clarice.

–¿Quién es él y que hace aquí?–le respondió Roch.

–¿Y él quien es?–habló finalmente Anyel.

–¡Soy su novio!
Y tú¿Dirás quién eres?–

–¡Yo no soy tu novia!
¡Di a qué veniste!–

–Le pregunté a Víctor por tí y dijo que llegarías tarde a la oficina, así que decidí venir y saludarte, saber cómo estabas–

–¡Ya viste que estoy bien, ya puedes marcharte!
¡En cuanto a tí -refiriéndose a Anyel- supuse que te te habías ido!–

–Yo ..–comenzó a hablar Anyel pero fue interrumpido por Roch.

–¡Esto me parece conocido!
¡Clarice dime por favor que no pasó lo que creo que pasó!
¡Dime qué no te involucraste con este tipo!–dijo Roch viendo con desdén y cierto desprecio a Anyel , que estaba muy desaliñado.

–¡No me veas así!
¡Como si yo fuera algún vagabundo!–respondió un tanto alterado Anyel.

–¡Se nota a simple vista que no llevas una dieta balanceada o que tienes problemas en tu tiroides!–

–¿Acaso eres doctor?–

–¡Si!–le respondió Roch y luego se dirigió a Clarice–es un viejo!–

–¡Tengo 32 años!–

–¡Talvez, pero aparentas 40!–

–¿Saben qué?
¡Yo debo vestirme, y ustedes van a irse en este momento!–agarró a ambos de los brazos y los sacó por la puerta.

Ya ellos afuera y la puerta cerrada, ambos se vieron de arriba hacia abajo y comenzaron a caminar.
Llegado al ascensor Roch se metió y esperó que Anyel se metiera, pero él no lo hizo.

–¿No entras?–

–¡No!–respondió Anyel parado frente al ascensor con una sonrisa de satisfacción–¡Yo vivo aquí!–

–¡Qué!–gritó Roch mientras el ascensor se cerraba.




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