Tres desamores una ciudad

LADRONA TRISTE

Había pasado una semana Clarice estaba triste no había visto a Anyel desde ese día, mientras que Roch le llamaba, enviaba mensajes y no conforme con eso, llegó a tocar su puerta un par de veces.

Había pasado por su puerta y no vio luz alguna, así que sintió que no había nadie, pero un día por debajo vió una luz, se alegró, eso significaba que él se encontraba allí, así que decidió ir a tocarle y confrontarlo sobre lo sucedido.

Se paró frente a la puerta y espero un momento antes de tocar pero cuando iba a hacerlo la puerta de abrió.

–¡Hola!–

Clarice se quedó congelada, una rubia veinteañera que parecía top modelo de lo bien parecía que era abrió la puerta, solamente vestida con una camisa de caballero y ella sabía de quién era esa camisa, pues parecía de la misma colección de la que usaba ese día que estuvo con Anyel: estampado con pequeñísimos animales.

–¿Ibas a tocar mi puerta?–

La rubia siguió hablando y ella sólo la miraba sin poder responder.
Clarice estaba petrificada cuando escucho mencionar <<mi puerta>> , eso significaba que él ya no vivía allí o que ella estaba con él.
¿Su hermana?
¡No había ningún parecido!

–¡Hola!
¡Sólo quería saludar, a los nuevos vecinos!
¡Yo vivo en la otra ala del piso!
¡Si necesitan algo, no duden tocar a "mi puerta"!–finalmente hablo Clarice.

–¡Por supuesto!–

Y Clarice de inmediato se fue a su apartamento.
Al llegar comenzó a llorar, no sabía por qué pero le dolió mucho el ver a esa chica allí. vestida con sólo una camisa y estaba segura que era de él.

Su olor estaría en esa camisa, ese olor lo tendría ella también, ese olor que debía pertenecer " sólo a ella ".
Clarice estaba destruida, una semana sin verlo y ahora una chica estaba allí, en su apartamento y quizá sin nada de ropa interior debajo de esa camisa, quizá acababa de estar con él o iban a hacerlo.

Pasó esa noche llorando y recordando lo sutil que había sido estar con Anyel.
Al día siguiente se la pasó de mal humor en la oficina así que decidió dejar todo a cargo de Bea, quién notó que estaba mal y se regreso a su apartamento.

Mientras se daba un relajante baño, escuchó una canción dentro, era la primera vez que escuchaba algo como eso, así que decidió buscar de donde provenía el sonido pero al salir del baño ya no se oía, volvió a meterse y la volvió a escuchar, así que busco dentro del baño y al acercarse mucho a la ventana se oía más fuerte, era un baño que compartía pared con el otro apartamento, y como había pasado mucho tiempo deshabitado no lo sabía.

Al fondo se escuchaba una voz femenina que cantaba, supuso que era ella.
Se fue a su habitación a vestirse, pidió comida a domicilio, y cuando abrió la puerta para recibirla, observó que la chica salir del apartamento de Anyel, muy arreglada y lo más importante: sin compañía.
Cerró con llave lo que le hizo pensar a Clarice que nadie quedaba ahí.

Comió,y luego de relajarse un momento viendo una película, se le ocurrió una idea descabellada: entrar al apartamento por medio de la pared compartida que se encontraba cerca de la ventana del baño y buscar la camisa que Anyel había usado ese día que estuvo con ella y tomarla.

No se daría cuenta, tendría muchas camisas iguales o mejores que esas, pero ese olor debería ser para ella aunque fuera solo así, vistiendo una de sus camisas y no sólo es rubia lo haría.

¿Era una idea estúpida?
¡Talvez si!
¿Valdría la pena hacerlo?
¡Talvez no!
¿Lo haría?
¡Posiblemente..si!

Se subió al inodoro para lograr alcanzar la ventana y salir, cuando por fin lo hizo, vió que estaba demasiado peligroso el simple hecho de salir por la ventana, más aún caminar por la pared y riesgoso hacerlo, para regresar.

Con piernas temblorosas caminó por la cornisa de la ventana, rogando que la otra ventana estuviera abierta y para su buena fortuna así fue.

Entró y sí, estaba en el baño, salió de allí y vio que todo el apartamento ya estaban colocadas las cosas en su lugar ya que el día que conoció a Anyel sólo estaba completa la decoración.

No vio nada que indicara que había estado alguna pareja allí .
Fue al cuarto principal la cual creyó que era la de él y así era, fue al clóset y buscó la camisa que vestía la chica pero no la encontró, pero la que si encontró fue la que usó ese día que le conoció.

–¡Conoce a tu nueva dueña!–gritó eufórica Clarice.




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