Tres desamores una ciudad

PEQUEÑAS VERDADES, GRANDES TRISTEZAS

Fue un beso tan especial,que cuando Clarice al fin reaccionó ya estaba en la cama con Anyel.
Sabía que no debía dejarse llevar por impulso de tener ese aroma en su piel, pero era más fuerte que ella.
Fue seducida lentamente que ya no tuvo tiempo para oponer resistencia y se entregó por completo a su deseo.

Anyel se sentía feliz luego de mucho tiempo volvia a sentir el calor que una mujer podría brindar.
Sentía que el estar con ella era su lugar, lo presentía desde que estaba fuera de la ciudad.

–¿Estás bien?
¿Sucede algo?–preguntó Clarice al ver muy pensativo a Anyel.

–¡No!
Sólo estaba viendo lo feliz que me haces, y creo que a tí también te hace feliz estar a mi lado–

–Yo, he...–Clarice no supo que responder.

–¿Será que por no haberme visto este semana, fue que te pusiste mal?–

–¡No, para nada!
Es que unos días atrás quise tocar tu puerta pero una rubia abrió y creo que tenía puesta una de tus camisas.–

–¿Rita tenía puesta una de mis camisas?
¡No creo!
¡O quizás es una que ya no usaré por qué la manche en una cena del año pasado!–

–Mmm...–

–¿Te pusiste celosa de Rita?
¡Es la hija de un amigo y vecino mío, que le encanta pasar tiempo con mi hija y le pedí que la llevará con mis padres mientras yo estaba fuera de la ciudad!–

–¡Creí que tú y ella...!–

–Bueno, debo confesar que intentamos tener algo pero la diferencia de edades es mucha así que no funcionó –

Clarice no le gustó para nada saber que e entre está chica y él existió algo.
Pero quién estaba en cama desnuda con él en este momento era ella así que no debía preocuparse.

En otro lado de la ciudad, Roch se había preocupado por lo que Víctor le había comentado, que Clarice había estado solo un rato en la oficina y pronto regresó a su apartamento, algo muy poco usual en ella.

Decidió ir a verla, lo más pronto posible.
Salió del hospital, en rumbo al apartamento de Clarice, llegó al edificio, subió por el ascensor pero cuando se bajó de el, vió la puerta abierta, se apresuró a entrar creyendo que algo le pudo haber pasado, pero cambio rápido de opinión al oir a Clarice reírse a carcajadas y eso era algo que él nunca le había oído, en este año que tenía de conocerle.

Cuando entró a la habitación vió a Clarice que estaba sentaba riéndose tapada sólo con la sábana, al verlo ella dejó de reír.

–¡Roch!
¿Como entraste?–

–Víctor me comentó que estabas mal en la oficina y que regresaste, así que decidí venir a verte y...– Roch pronto dejó de hablar al ver que el rostro de Anyel asomaba de detrás de la espalda de Clarice.

A Roch se le cortó la respiración.
Creer que Clarice estaba mal y verle aquí con este hombre sonriendo como si nada, fue algo que él ya no podía soportar .

–¡Eres una mentirosa!–

–¡Roch, yo te dije claramente que no sentía nada por ti!–

–¡Pero también me aseguraste que si a mí me hubieras conocido antes que a Ray otra sería nuestra historia!
¡Y mirame, lo presiento, a él lo conociste después de mi!–

–¡Roch, yo no quise...!–

–¡Exacto!
¡No me quisiste!–Diciendo esto Roch salió de la habitación y luego azotó fuerte la puerta del apartamento.

Clarice se sentía mal, como la malvada de un cuento cuando es derrotada, pensaba que Roch había sido un buen chico con ella y que no lo supo agradecer de la manera correcta.

Anyel por su parte sentía que Clarice era una excelente mujer capaz de enloquecer a cualquiera y eso era realmente bueno .

Luego de un silencio incómodo, Anyel decidió preguntar.

–¿Qué somos?–

–¿Qué?–

–¡Yo sé que no nos conocemos bien pero me gustaría ser alguien en tu vida!
¿Me permitirías quedarme a tu lado?–

–¡No nos conocemos pero ya llegamos tan lejos!
¡Asi que si te permitiré ser mi vecino!–Clarice parecía hablar seria pero luego no pudo contener la risa.

–¿Eso es un sí?
¿Puedo estar a tu lado?–

–¡Lo pensaré!–

Anyel nuevamente comenzó a hacerle cosquillas a Clarice, luego se detuvo salió de la habitación y fue a asegurar la cerradura de la puerta principal, y regresó nuevamente.

–¡No quiero, que nadie vuelva entrar!–dijo a Clarice.

–¿Qué dirá tu hija de mi?
¿Y Bea también?–

–¡Todo a su tiempo!–




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