Tres días en la oscuridad

6. Sótano

 

—¡Izy! —se escuchó una voz familiar, era Arex, se acercaba corriendo hasta el jardín de lo que quedaba de mi casa. Tenía la respiración agitada y se le veía cansado. Nos detuvimos en medio de ese lugar. Esperando a Arex.  

Ezequiel me miró por una fracción de segundo y asintió tranquilamente, después el color de su mirada cambió, en lugar del tono turquesa, éstos se tornan oscuros. Un demonio se acercó sigilosamente a nosotros. Ezequiel con un corte limpio en el cuello, lo degolló, el único sonido que se escuchó, fue el de la espada saliendo de su funda.

—¿Lista? Necesitamos avanzar —dijo Ezequiel.

—¡Wow! —fue lo único que logré articular.

—¿Qué rayos eres? ¿Y qué fue lo que acabas de matar? —interrogó Arex.

—Deja de aparentar que no sabes nada, niño —exclamó el ángel exasperado.

—No me llames “niño” —dijo el chico moreno.

Puse mis ojos en blanco y abandoné a Ezequiel y Arex en medio del jardín. Tenía mucha prisa en encontrar a mis amigos, ya había pasado mucho tiempo desde la última vez que los había visto.

—Si quieren pelear, ¡háganlo! Pero yo me voy a buscar a Abigail y Deniel —dije, más segura de mí que nunca, el haberme alejado de mis padres, me había dado más seguridad, para seguir viviendo y no dejar morir a nadie más de los que amo.

Sujeté la espada con la mano derecha, sintiendo su peso y calidez. Cada vez que se acercaba algún demonio, se hacía más ligera y fácil de manipular.

Llegué a mi casa, justo en el lugar donde había estado la ventana de la sala, un sitio donde había pasado largas horas y grandes momentos con mi familia. Caminé entre los escombros, pero había algo más. Un olor distinto, que ya había inundado la tierra, el olor de podredumbre no podía esconder la peste del azufre.

—Esto no es bueno —dije.

—Para nada —exclamó Ezequiel. 

—¿De qué hablan? Y ¿Por qué se visten así? No es Halloween, ni día de muertos —dijo Arex fastidiado.

—Si vas a estar molestando, mejor lárgate de aquí, además, según tú no podías ver lo que nos atacaba hace rato y ahora resulta que puedes ver a los demonios —dije molesta.

—Como dijiste, eso fue hace rato —dijo Arex. Su sonrisa erizó cada uno de mis vellos, su expresión era macabra y hacía notar su ira, mi estómago dio un vuelco al sentir el terror y ansiedad que me provocaba, cada uno de sus dientes se habían afilado y sus ojos eran rojos como la lava, su piel se había puesto aún más pálida que la de Ezequiel y la mía. La bestia mordió su propio labio inferior haciéndolo sangrar, para después saborear su propia sangre. No puedo evitar retroceder un par de pasos, las piernas me tiemblan, al ver sus ojos, gritó del dolor, un terrible ardor recorre toda mi piel.

—Despídete de la vida, Izy —dijo Arex, con un toque pervertido —tu final, ha llegado.

—Ve a buscar a Abigail, Gail y Deniel, yo me encargaré de él. ¡Corre! —exclamó Ezequiel.

Dudé unos segundos en decidir, si debía de salir de ahí o no. Arex se lanzó sobre mí y enterró sus filosas uñas en mi piel, me estremecí de dolor, pero su aspecto me perturbaba aún más, era todavía más escalofriante que al principio. Ezequiel lo sujetó de los hombros y lo lanzó contra el suelo como a un muñeco de trapo.

Él ángel le propinó una patada en el estómago y estuvo a punto de cortarle el cuello con un frío y calculador movimiento de su espada. Me levanté de un salto. Con mi arma en mano, le puse a Arex el filo en el cuello presionando ligeramente, con la esperanza de que Ezequiel no acabará con la vida de Arex. Él bajó la espada y miró al muchacho sin la ira que había inundado sus ojos turquesas.

—Todavía no ha concluido su transformación a demonio. Pero, sigues siendo tan débil como el niño que eres. Sería demasiado sencillo acabar con tu frágil vida —dijo el ángel, aún con su tono angelical, aunque su comentario era agresivo.

—Él es un humano, no un maldito desterrado de sus propias tierras —susurré viendo a Ezequiel con mirada asesina y después me dirigí al joven con voz compasiva —Arex, ¿estás ahí? No te dejes dominar por esa cosa —dije acercándome lentamente hacia él, Ezequiel me tomó del brazo, evitando que me  acercará aún más. Enfundó mi espada.

El ángel me observó y susurró: “no te acerques a él”. No escuché sus palabras y me aproximé.

—Amigo, sé que estás ahí. No te dejes vencer —le dije rogando a Dios, que el verdadero Arex ganara.

—Es un caso perdido —dijo Ezequiel.

—No lo soy —dijo Arex. La voz ya era la misma de antes y su aspecto había cambiado, ahora era el mismo joven asustado que estuvo en la fila de los prisioneros. — ¿Qué me ha pasado?

—El lado impuro de tu corazón lucha por salir, pero tú humanidad es más fuerte, no permite que tu corazón se transforme en un trozo de carbón — respondí.

—¡Cool! —dijo Arex, dejando ver el chico risueño que era antes de que sus padres se divorciaron y él se quedará viviendo con su madre, a la que le gustaba cambiar de pareja siempre que podía. Él odiaba esa forma de ser de su madre, siempre discutían porque los tipos con los que ella salía, terminaban golpeándola, primero en frente de él cuando apenas era un niño y después cuando él no se encontraba presente, cuando él se daba cuenta, les propinaba una paliza que jamás olvidarán, a los tipos asquerosos que se atrevían a tocarla. Ella lloraba todas las noches sumida en la oscuridad de su habitación, deseando una vida normal y feliz, pero nunca dejaba su mala costumbre de buscar hombres para un rato.



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En el texto hay: angeles, demonios, apocalipsis

Editado: 01.11.2020

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