Tres días en la oscuridad

 8. Tortura

 

Sabía a quién pertenecía esa voz, me dolía admitir que tenían a mi padre bajo tortura en algún lugar del infierno, salí corriendo, buscaba de donde procedía el grito, sentía las astillas de la madera enterrándose en mis pies, pero eso no me importó, un segundo grito se escuchó y era el de mi mamá.

—¡Ya voy a salvarlos! —grité sin pensar en las consecuencias. Había cometido el peor error, había dado mi ubicación al enemigo.  

—¡Izy es una trampa! —dijo Ezequiel, tratando de detenerme, pero no lo logró. La adrenalina corría por todo mi cuerpo, haciéndome cada vez más fuerte y valiente. Mi familia es lo único bueno que tengo en todo mundo. 

Varios quejidos se escucharon en el abismo, me detuve súbitamente, quería ver lo que había en el fondo del abismo, era inevitable pensar que encontraría algo terrible, algo que me causaría pesadillas por el resto de mi vida. La curiosidad no me abandonó en ningún momento. Además, estaba la opción de que podrían ser mis padres y si fueran así, no me perdonaría jamás, por abandonarlos.

Me acerqué a la alambrada. Dirigí la mirada hacía las profundidades del infierno, ahí estaban tres cuerpos colgando boca abajo, atados de ambos pies, los sostenían una soga tan gruesa como el brazo de una persona.

—¡Izy! ¿eres tú? —preguntó alguien con voz somnolienta, por la sangre que se le había ido a la cabeza.

—Deniel —dije alegre. Y en ese preciso instante, se escucharon de nuevo los gritos de tortura de mis padres —¡rayos! —exclamé llena de frustración, tenía que ayudarlos y lo más pronto posible.

—¡Sácanos de aquí! —ordenó Abigail.

—Lo haré enseguida, pero ¿por qué Gail no habla? —dije, mientras que Ezequiel se acercaba a la alambrada, para ver lo que estaba sucediendo.

—A Gail le dieron un golpe en la cabeza, lleva desmayado un par de horas —dijo Abigail, tratando de subirse por la cuerda de la que colgaba, mientras yo tiraba del otro extremo.

Enfunde mi espada, por el momento no la iba a necesitar, hasta que mis amigos estuvieran en suelo firme.

—¡Vamos, ayúdenme! —dije. Jalando la cuerda que me lastimaba las manos por la fricción que provocaba el peso de Abigail. Teníamos que darnos prisa para sacarlos y encontrar a mis padres. Al no escuchar más sus gritos, me recorrió un escalofrío por la espalda. Sacudí mi cabeza, para eliminar los malos pensamientos.

Me era complicado tratar de sujetar la cuerda, sin los guantes, el dolor y ardor en mis manos no me dejaban seguir jalando, así que me detuve un poco y me esforcé por mantener la soga en su lugar, resbaló un par de centímetros, mi piel estaba a punto de rasgarse por la fricción, quería hacer una polea, pero no había materiales cerca. Apreté los dientes, al igual que los ojos; “como si eso fuera a ayudarme”. Los demás no tardaron mucho en sacar a Deniel y Gail, primero Ezequiel subió a Gail, sin hacer esfuerzo alguno, Arex subió a Deniel, con poca dificultad. Mientras que los chicos recién rescatados se estabilizaron, Arex y Ezequiel me ayudaron a subir a Abigail, que ya estaba roja por la acumulación de sangre en su cabeza.

“Tengo que salvar a mis padres” recordé.

Al llegar Abigail cruzó con mucho cuidado la alambrada, al parecer fue la única que salió menos lastimada por las púas.

—¿Por qué te tardaste tanto en llegar? —exclamó enfadada Abigail.

—Tuvimos algunas peleas antes de encontrarlos —respondí.

—¡Rayos! Me perdí de toda la diversión —dijo, cambiando repentinamente su enojo, por desilusión.

—Esto apenas comienza —le dije, retomando el camino, para encontrar el paradero de mis padres. Ellos ya no podrían esperar más, era de vital importancia ir a buscarlos.

—Izy, tiene razón —dijo Ezequiel, acercándose a donde estaba Deniel, que aún tenía dificultades para caminar, me acerqué a él, quiero ayudarlo. Arex apoyaba a Abigail a caminar, aunque al parecer ella no la ocupaba, pero de igual manera la aceptó de buena gana.

—Ahora ¿qué vamos a hacer? —cuestionó Gail, rascando su cabeza algo desorientado, apenas despertando de su inconsciencia.

—Buscar a mis padres —dije decidida, sabía que era peligroso, de igual manera decidí seguir adelante.

—Estas segura que son tus padres, Izy. Aquí los demonios tienen habilidades que no sabíamos que tenían, bueno ni siquiera pensábamos que existían esas bestias —dijo Deniel, suspirando y viendo fijamente al suelo, al parecer no podía dejar de pensar en lo que hemos vivido últimamente.

Antes de pensar en una respuesta razonable. Frente a mí se materializaron, dos siluetas negras que surgieron de la tierra como la brea. Las figuras fueron tomando forma humana, de ellos salían la voz de mis padres, pero tenían los ojos como la lava volcánica. El calor y el olor a azufre se intensificaron. Atrás de nosotros habían más demonios que nos rodearon, coloqué mi mano derecha en la empuñadura de la espada, sin desenfundar mi arma, podría ser un movimiento arriesgado.

—No te atrevas a sacar esa espada, pequeña sabandija —las palabras salieron del hocico de uno de los demonios, idéntico al que me atacó en mi habitación.

—Esa especie de demonios se llama Drazhan —susurró Ezequiel —si sabemos el nombre del demonio lo podremos derrotar… — dijo. Mientras que otro demonio Drazhan le azotó la cara a él, dejando una ligera marca de hollín en su rostro.



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En el texto hay: angeles, demonios, apocalipsis

Editado: 01.11.2020

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