Tres días en la oscuridad

10. Aliados

 

—Izy, ¿Cómo te sientes? —dijo Ely.

—Estoy bien —dije. Sabiendo que esa no era la verdad, tenía que encontrar la forma de curarme y rápido o la ponzoña, haría estragos en mí.

—Tenemos que salir de aquí —dijo.

—Vamos a buscar a Ezequiel —exclamé con la voz entrecortada.

—¿Quién es él? 

—Un ángel, mi aliado —susurré.

—Él es el mío. Se llama Tristán —dijo señalando a un hombre alto de cabello castaño oscuro y ojos de un color que no pude identificar, continuó diciendo —¿Dónde te habías metido? Necesitamos sacar a Izy de aquí ahora mismo, dos demonios en forma de lobo la atacaron y está mal herida, aunque no lo admita, es la mujer más terca que conozco —dijo Ely ansiosa.

—Tranquila, yo puedo ayudarla. Tú ocúpate de que nadie venga a interferir, y me encargaré del resto —dijo viendo fijamente la herida, que aún sangraba.

Tristán colocó ambas manos sobre mi herida, sentí el calor corriendo por todo mi cuerpo. Una luz blanca, salió de sus manos entrando en mi cuerpo, no se reflejaba en la piel, era como si la luz reconstruye las células de mi cuerpo, que estaban dañadas. De la herida salió una espesa bola verde, parecía plastilina. Tristán la sujetó para lanzarla al río de lava por la caída del abismo.

 —Gracias —dije, mientras que la herida terminaba de sanarse.

—Chicos, creo que están por llegar más de nuestros “amigos” —dijo Ely viendo hacia la parte de las escaleras, donde había surgido la última batalla.

—Salgamos de aquí, —dije con voz autoritaria —más arriba deben de estar los demás que vienen conmigo.

Corrimos a las escaleras que daban al siguiente piso, subíamos lo más rápido que podíamos. La vestimenta de Tristán y Ely estaba igual de dañada que la de nosotros, por las batallas que habíamos enfrentado en un lugar alejado de la mano de Dios. 

—¿Cuánto tiempo han pasado de los tres días? —interrogó Ely.

—Creo que sólo medio día —supuse.

—La verdad es que ya ha pasado un día y medio —dijo el ángel.

—¡Increíble! El tiempo pasa demasiado rápido —dijo Ely.

—¡Ely! ¿Dónde rayos te habías metido? —gritó Abigail que corría para abrazarla y darnos la bienvenida.

—Abigail no grites, les revelamos nuestra ubicación a los demonios —dije. Ella asintió con la cabeza a mi petición mientras escuchaba a Ely.

—Tristán me encontró cerca de la ciudad donde vivo, —al decir “vivo” se quedó pensando un par de segundos y después siguió hablando — me trajo aquí y me dijo que ustedes necesitan de nuestra ayuda —comentó ella, mientras nos abrazábamos las tres. Después de un momento, me solté y fui con Ezequiel y Deniel.

—Izy, que bueno que estás bien, ya me tenías preocupado —dijo Deniel, sonriendo y dándome un fuerte abrazo, que no quería que terminara, era reconfortante sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo, pero tenía que saber cómo estaba Arex, si había logrado salir de aquí sin transformarse. Solté a Deniel, sintiendo un extraño vacío en mi pecho. Le dediqué una pequeña y dulce sonrisa.

—¿Dónde está Arex? —pregunté.

—Gail lo está llevando a la superficie. Deniel y yo nos quedamos aquí para evitar que los siguieran y ver donde estabas, de hecho ya íbamos en camino para buscarte, pero tuvimos que matar a un grupo de esas malditos, los Drazhan —dijo Deniel, al caminar a mí lado, acercándonos a donde estaban todos los demás, junto a las escaleras, siguiendo el camino a la superficie o más bien dicho al sótano de mí destruida casa.

—Salgamos de aquí, cuanto antes —dije, escuchando pisadas metálicas, que se clavaban en la madera podrida del suelo.

Ezequiel encabezaba la cruzada y Tristán la cerraba, comenzamos a subir las escaleras, cada uno tenía su arma en la mano, los demonios estaban por llegar y no nos darían una cálido bienvenida.

—Ezequiel, corre más rápido —dijo Abigail.

Intentábamos avanzar sin hacer ruido, pero era complicado por el suelo putrefacto de madera. En el suelo del infierno encontramos las tres cuerdas que hace un rato habían atado a Deniel, Abigail y Gail, eso quería decir que faltaba menos para llegar a la meta.

Abigail se acercó a la cuerda que la había sujetado, se agachó y la agarró. Cortó un trozo y la ató en su cintura.

—Cuando vea al maldito que nos colgó en el precipicio, lo voy a matar con esta cuerda —dijo tratando de controlar su rabia.

—Es hora de salir de aquí —dijo Tristán, dejando sin respuesta el comentario de Abigail.

Corrimos a las escaleras del sótano. La tenue luz del infierno no llegaba hasta ese recóndito lugar, así que la oscuridad hacía que fuera casi imposible verlas, pero el viento que entraba del exterior nos guiaba a hasta nuestro único escape.

Abigail fue la primera en subir y lo hizo de manera rápida, Ely le seguía los pasos de cerca.

—Izy, tú sigues —dijo Deniel dándome la mano para ayudarme a subir, él nunca se separó de mí. La escalera no dejaba de crujir con la presión  que hacíamos en ella.



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En el texto hay: angeles, demonios, apocalipsis

Editado: 01.11.2020

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