Abigail
El final ha llegado, pero no para mí.
Cerré los ojos. Al abrirlos, me encontré con el hecho de que nos habían dejado solos. Estábamos Arex y yo, encerrados en el sótano.
Él me miró a los ojos. La verdad es que yo no sabía qué hacer. Gail y Ezequiel salieron a preparar la salida, para que nosotros escapemos a un lugar donde nadie pudiera lastimar a Arex.
Subí las escaleras hacia la puerta que daba al jardín. Ezequiel y Gail luchaban incansablemente contra los lobos, matando uno tras otro. No tenía tiempo para quedarme a ayudar a mis amigos.
Bajé las escaleras lo más rápido que pude, fui hasta el catre y tomé a Arex del brazo, logré que se pusiera en pie, parecía que el dolor le perforaba cada centímetro de su cuerpo.
De un momento a otro, las cosas se complicaron aún más. Arex apenas podía subir las escaleras. Fue algo lento. Hasta me dieron ganas de dejarlo ahí, para ayudar a mis amigos. Lo malo era que algo dentro de mí no me dejaba hacerlo. No sé exactamente qué eran, pero esa interrogativa no me duró mucho tiempo.
Tan pronto como pudimos llegar a la puerta, dos personas que conocía muy bien se atravesaron, sin dejarnos pasar, ahora todo se esta yendo al caño, eran mis hermanos los que estaban parados en frente de mi, René y Logan. Pero, la peor parte de todo esto, es que su carne estaba podrida y llena de tierra, de las cuencas de los ojos salían gusanos, al igual que de las costillas y sus piernas.
El cuerpo de Logan se estaba hinchando mientras vibraba, de pronto, explotó dejando ver más de los demonios Drazhan, no pude evitar caer al suelo frustrada y deshecha por lo que acababa de ver, René, el cuerpo de mi otro hermano paso por el mismo proceso y esta vez la carne me mancho la cara, eso me hizo grita desesperada.
—¡Malditos! ¡Todos morirán, se los juro! Vengaré a cada uno de mis hermanos —grité, mientras que Arex, no entendía lo que estaba sucediendo, pero en su rostro pude notar el asco de la situación.
—Creo que puedo hacer algo con esas cosas —dijo Arex tratando de sonreír. Extrañamente se veía mejor.
—¿Estás seguro? En tus condiciones no creo que puedas, ni siquiera correr de ellos —dije mordiéndome la lengua, no quería decir lo que verdaderamente pensaba y sólo puedo mencionar que era algo terriblemente cruel.
—Lo estoy.
—Puedes morir, no deberías ni siquiera salir de aquí —repuse.
—Valdrá la pena —dijo él. Viendo hacia los drazhan, mientras que estos seguían avanzando hacia nosotros.
Arex había perdido los cuchillos de carnicero que llevó al infierno. Pero al parecer, él ya estaba preparado para esa situación, en su mano derecha llevaba una enorme hacha. Arex ya no se veía cansado y decaído, poco a poco su cuerpo y actitud se hacía más fuerte. En sus ojos se reflejaba algo que no había visto hace tiempo, pero no lograba descifrar lo que era. Quizás algo similar a la furia y la maldad. En ese momento, una idea fugaz se vino a mi mente.
—Arex, dime la verdad, tu transformación ¿ya terminó? —cuestioné, esperando la peor respuesta.
—No, aún soy el Arex de siempre —dijo sin mirar hacia mí. Yo sabía que eso no era verdad. Sonreí, suena algo raro, pero al fin sentía que podía actuar como yo era verdaderamente, eso que nos unía apenas lograba sentirlo.
Desenvaine mi espada. Arex lo escuchó y lanzó su hacha hacia donde yo estaba, debo de admitir que siempre he tenido mucha suerte, me lancé hacia el suelo y el hacha se estampó justo donde momentos antes estaba mi pecho.
—¿Estás idiota? ¡Casi me matas! Todo lo que te ayudé, para que me lo pagues de esta manera, estúpido —escupí cada una de las palabras tratando de matar poco a poco su alma.
—La idiota aquí eres tú, que me has abierto la puerta para la destrucción de todos los pajarracos, incluyéndote —exclamó hiriente. Sus palabras lograron que me encendiera por completo. Y claro está que mis palabras también tuvieron efecto en él, de su piel salía una especie de sustancia, algo así como la sangre, pero más oscura como el petróleo, se cubrió por completo de esa sustancia que después se fue secando tomando la forma de su cuerpo y escamas.
Los drazhan con cuerpo humano, no se habían movido hasta ese momento, (al parecer, estaban bajo el mandato de Arex). De pronto, volvieron a avanzar, ahora a espaldas del maniático. Lo peor estaba por llegar, venían más demonios con rostros familiares de personas que había conocido en la infancia, eran cientos, quizás miles. Mi sangre se fue a los pies, posiblemente en ese momento me puse tan blanca como el papel, sin embargo me recuperé rápidamente. Mi espada plateada se encendió con fuego púrpura.
Arex en cambio sacó de su mano una espada negra, larga y gruesa, era como si fuera parte de él. Posiblemente eso complicaría la situación, además de la horda de demonios que venían tras de él.
Estaba sola. Eso posiblemente me traería graves problemas, pero no me detendría.
Arex corrió hacia mí, con su espada al aire. Alcé la mía y se dio inicio al duelo. La primera embestida chocó contra su espada, el sonido del metal resonaba en el lugar, una tras otra, de repente un crujido se escuchó, no sabía de dónde provenía y no era el tiempo para averiguarlo. Lancé otra embestida hacia su cuello, pero él la contraataco, aún con más energía que yo.