El Oscuro avanzó hacia nosotros, seguido por los Drazhan, verdugos, vampiros y licántropos. Las pisadas se escuchaban tan fuertes como piedras golpeando el suelo. Una nube de humo se formó frente a nosotros haciendo desaparecer a todo el ejército del Oscuro, los únicos que quedaban eran mis abuelos, que estaban tirados en el suelo retorciéndose aún del dolor. Corrí hacia ellos. Al llegar, miramos hacia todos lados para ver qué estaba pasando, pero ninguno de los demonios que nos habían rodeado, estaba ahí.
Intentaba ayudar a mis abuelos, habían dejado de moverse, ya era demasiado tarde para mis amados abuelos.
—¡No! —gritó el Oscuro. Su voz era tan alta y áspera que podría haber llegado hasta el más remoto lugar de la Tierra. —Aún no han ganado la guerra. Los veré en poco tiempo y verán lo que es el fracaso, los torturare hasta el final de todo lo que existe —susurró el Oscuro, fue como si su lengua viperina rozara mi oreja.
Los demonios tenían su escuadrón listo para atacar, flotando en el cielo y frente a ellos estaban los ángeles celestiales, con sus doradas armaduras listos para acabar con la última plaga
—Tristán ¿Qué puedo hacer por ellos? —pregunté, angustiada, refiriéndome a mis abuelos.
—No están en grave peligro, la sangre de ángel es más fuerte, que la de un demonio —dijo seguro.
Asentí con la cabeza y me tranquilicé un poco. Recordando que eso ya lo había pensado antes.
“Qué bueno que la sangre en mis venas, de ángel, viene de ellos” pensé.
—¿Qué van a hacer los demonios? —cuestionó Ely.
—Al parecer, pronto todo va a terminar —dijo Ezequiel, mientras que llegaba Abigail. Ella se veía triste, su vestido tenía un par de cortes y manchas de sangre, que al parecer no era de ella. Algo no andaba bien, definitivamente.
—Tenemos que irnos. Los demás nos esperan, para la batalla final —dijo Gail.
Abigail se limpiaba la única lágrima que brotó de sus ojos, respiró hondo y suspiró.
—¿Qué pasó con Arex? —pregunté. Sin pensar, que esa pregunta, podría lastimar a una de mis amigas.
—Arex está muerto para mí, aunque en realidad siempre lo estuvo.
—¿Qué? No entiendo —dijo Ely.
—Era un maldito demonio desde el principio, es el hijo de Luzbel, el Señor Oscuro. Él era quien le avisaba de cada paso de nosotros, a su padre. Lo que explica el hecho de por qué se veía tan mal, era por la razón de estar en contacto directo con ángeles, mientras que su naturaleza demoníaca era debilitada por ello, además, es un experto en el arte del engaño. Y por si fuera poco, el muy bastardo intentó asesinarme antes de irse, lo bueno fue que logré dejarle un recuerdo, para que jamás me olvide —dijo Abigail sonriendo y señalando el corte que ya había sanado en su costado.
—Sabía que no le perdonarías —dije. Era difícil de creer, pero Abigail jamás mentía y no dejaba pasar una traición. Milagrosamente no lo mató.
—¿Qué le hiciste? —cuestionó Ely.
—Le corté una de sus manos con mi espada y jamás le podrá salir de nuevo, por qué el corte está hecho con un objeto sagrado —dijo triunfante, chocando las manos con nosotras.
—Esa es la Abigail que conozco —dije.
—Ok. Ya platicaron. Ahora, ¿podemos irnos? —espetó Gail impaciente.
El suelo estaba temblando, los árboles vibraban, en conjunto con los autos, casas, postes y todo lo que estaba sobre el suelo y debajo de él, al ritmo de un tambor silencioso. Que marcaba el inicio del fin, que está por llegar. Los gritos de las personas se escuchaban, salían corriendo de sus casas como almas perseguidas por el demonio. Al ser tocadas por el aire, se desintegraron, como si fueran de arena. Era terrible ver esa escena, sentía terribles escalofríos al ver y unas ganas de gritar, que tenía que contener.
Tome un momento, para tratar de tranquilizarme. Ezequiel se acercó a mí, me vio a los ojos, no dijo nada pero en su mirada pude notar que todo iba a estar bien, que teníamos que seguir luchando, para que esto pudiera mejorar o a su vez, acabar.
Respire hondo. El momento había llegado, teníamos que desplegar las alas y volar, era la primera vez que lo intentaba. Este era el sueño de muchas personas y para nosotros se había vuelto realidad. Desplegué las alas y las agité, después de varios intentos fallidos, para emprender el vuelo. Después de unos momentos, me di cuenta que ya estaba volando en el aire, disfrutando del viento frío que acariciaba mi piel, los demás no tardaron en unirse al grupo. Al parecer, la que tenía mayor dificultad era Ely, pero no tardó mucho en unirse a nosotros.
Deniel intentó alcanzarme, pero yo volé más deprisa, retando a una carrera, dibuje círculos invisibles en el cielo, el viento producía un fuerte sonido en mis oídos que no me dejaba escuchar, ya estábamos cerca de llegar, cuando desacelero. Denial me miró, dedicándo una tierna sonrisa, haciendo desaparecer todos los nervios que sentía.
Faltaba cerca de un kilómetro para llegar, así que nos acomodamos en formación “V”, en el centro estaba Ezequiel, del lado izquierdo estábamos Gail, Deniel y yo, del otro lado iban Tristán, Ely y Abigail. A lo lejos se veía una gran cantidad de ángeles, casi tan incontables como las estrellas del cielo, algunos eran personas que habían sido transformadas en ángeles por sus sangre y su buen corazón.