Tres días para enamorarse

Música para calmar tus nervios

Ian

—Buenas tardes con todos. Cómo vayan ingresando, coloquen sus cosas a un lado de la banca, tomen sus identificaciones y acérquense al escritorio para que firmen su hoja de asistencia. Una vez culminado los exámenes, se pueden retiran —pronuncia una chica a la entrada del salón.

Sin haber pasado no menos de cinco minutos, casi todo estaba listo para comenzar la masacre —bueno, así lo veía yo. —Con un suspiro de por medio, tan solo esperaba salir invicto.

—Muéstrame tu identificación y firma la hoja de asistencia, por favor —escuche una voz algo fatigada.

Apartando mi atención, tome el bolígrafo para poder firmar. Mantuve la mirada baja hasta poder regresar a mi lugar. Observando a todos en sus puestos, el ambiente se estaba poniendo algo tenso.

—Ya lo has visto, es muy guapo.

—Había escuchado de él, pero no pensé que estuviese aquí —ríe disimuladamente una chica a mi lado.

—Si es así, quiero venir a rendir exámenes más seguido.

«¡Qué comportamiento para más fastidioso!»

Pero se me era de suponer de quien estaban hablando.

—¿Así que es él? —dije en vos baja íntimamente para mí. Dirige la mirada hasta el frente, prestando mejor atención de lo que no he hecho durante todas estas horas, viendo su figura de cara a la pizarra.

—Estas son las claves de acceso a sus dos exámenes del día de hoy. Tomen el tiempo que sea necesario, lean bien y respondan con calma sus preguntas —resuena su voz.

Era la misma voz fatigada del principio, pero esta vez un poco más calmada. A lo cual, observo como él se voltea de inmediato.

¡Es guapo, no hay duda! Pero, aun así, que exageración de esas chicas y de la mayoría en general. Me preguntaba si William ya había obtenido respuesta a las preguntas sobre él. Aun así, me enfoque a lo que venía.

Al abrir la plataforma, en ese instante, sentí recorrer el sudor por mis dedos.

«¿Qué mierda está pasando?»

Entre al aula con total serenidad. Pero ahora ya no la tenía. Veía los minutos pasar. El sonido de las manijas del reloj de pared lo sentía perforando mis oídos, sin obviar el agotamiento visual, cosas que me estaban impidiendo concentrarme.

—Puedo ir al baño, por favor —dije, mientras levantaba la mano. Mis piernas están que tiemblan.

No soporto mi estado.

¡Carajo!

—Debiste haber ido al baño antes de entrar. Pero no tardes mucho. Supervisare tu examen mientras vas —responde justamente aquel licenciado del cual todos hablan.

Al escuchar sus palabras me levante de inmediato. Al salir al pasillo, todo estaba en silencio, tan solo ubique a la chica del principio, quien me ve, y a la cual esquive de manera rápida.

Una vez en el baño me mire al espejo, me moje la cara y lave con cuidado mis manos, esperando pase el nerviosismo que me cargaba en ese momento.

Al salir del baño en dirección al aula, con la cara ya un poco fría. Lo vi a él caminando en dirección a mí.

—¿Estas bien? —su voz resuena en el silencio del pasillo —Lou me dijo que te vio algo inquieto —se escucha algo preocupado.

—¿Lou? —intrigué.

—La chica que estaba aquí en el pasillo.

—¡Ah! ¿Por qué la pregunta? —dije, aun teniendo la mirada baja. Observando mis pies, al igual que me percato como él da unos cuantos pasos hacia mí.

—Por la forma en como saliste del aula. Han pasado diez minutos desde que empezaste a dar tu examen, y aún no pasas la primera pregunta —por la notoriedad de su inquietud, es preciso que dedujera que algo me pasaba.

—¡Estoy bien! Son los nervios —expresé firme, pero mi voz me delata, siendo clara mi inquietud.

Sin dudarlo él coloca su mano sobre mi frente, traspasando la barrera impuesta entre los dos. Levante la mirada y vi sus ojos marrones. Su mirada estaba en otra sintonía.

—Tienes algo de fiebre —profiere —¿Crees poder rendir tu examen? Si no puedes, para poder aplazarlo.

—¡No es de que preocuparse! Podre hacerlo, ¡ya estoy mejor! —mentí.

Alejé la mirada buscando una salida de aquellos ojos que me atraparon. Nunca había visto tanta intranquilidad en unos ojos, muy a parte de los míos.

—Me disculpa, pero tengo que dar mi examen. Ya me tomare una pastilla después que salga. —Expresé, pasando por alto de él, y caminé en dirección a la puesta del salón.

El salir había despejado mis ideas. A pesar de lo sucedido en el pasillo, al fin pude deslizar la primera pregunta. Pero, no estaba bien. La inquietud igual me consume.

—Ten —alguien se acercó a mi estirando su mano —Creo que te va a ayudar un poco —era él quien me estaba hablando de nuevo, viendo que entre sus dedos sostiene un AirPods.

—¿Pero? —irrumpí mirando a los demás, siendo interrumpido de inmediato por él.

—Controlare la música —las chichas a mi lado lo miran —¡Vamos! Se que se siente estar estresado. ¡Tómalo! —insistió con una voz algo nerviosa, que, se me es capaz de poder escuchar como el aire pasa por sus fosas nasales.




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