Tres días para enamorarse

Pequeños trasfondos

Ian

—Te acompaño hasta la puerta —pronuncia Noah sutilmente.

Pasando de las una y veinticinco de la noche, llegamos a la casa de mi tío. Antes de llegar, ya le había escrito a Gladys, para que me esperase despierta. No que no me esperaba era que Noah se quedara un poco más de tiempo en casa. Al verlo conversar con Gladys, entró en ambiente, como si se conocieran de toda la vida.

 

Noah

—Es la primera vez que Ian pasa mucho tiempo con alguien, sin tener que ocultarse. Me gusta verlo disfrutar. Noto su seguridad y tranquilidad.

—No suele venir muy seguido, ¿verdad?

—A diferencia de sus otros primos, Ian es quien se mantiene un poco más distante del resto de la familia.

—Es un chico algo misterioso —solté una pequeña risa con algo de nerviosismo.

—No es que sea misterioso —su voz se escucha baja y algo quebrada —Desde que él tomo la decisión de abrirse con respecto a su orientación sexual, muchos de sus familiares, e incluso mi esposo, dieron a notar su incomodes.

—Creo que no a todos nos toca vivir eso —respondí en voz baja, agachándome y recostando mis codos contra mis rodillas.

—A pesar de ello y la distancia, me volví un refugio para él… También tuve un hermano con su misma orientación, quien ocultaba quien era. Tiene años desde que falleció. Verlo a Ian es recordármelo a él. Su enfermedad y la depresión acabaron con su vida. No quiero que él viva lo mismo.

Ahora entendía mejor la situación de Ian. El miedo de sentir el rechazo y de no encontrar apoyo en alguien sin que te juzguen de primera mano, es un camino lleno de espinas.

—Por ello, me preocupo de él. Converso cuando se me es necesario de ciertos temas y le doy su espacio para que pueda abrirse —sonríe —de igual forma, aun así, aprendo con él, incluso en su forma de ver la vida… Cuando quiso salir contigo, le dio tantas vueltas al asunto.

—¿De qué hablan? —se escuchó a Ian bajar por las escaleras, ya que fue un momento a su habitación para poder cambiarse.

—¡Ah! Le estaba contando sobre mi mamá y su obsesión por las plantas —le di vuelta al asunto.

«Al comprender tus misterios, Ian. No todos tiene esa posibilidad de ser», profiero internamente, mientras voy manejando de regreso a casa.

—He llegado, mamá.

Las lucen aún estaban encendidas.

—¿Todavía estás despierta? —pronuncié, observando que está acostada en el sofá viendo la televisión.

—¡Hola, guapo! —suena su voz un poco cansada. En eso, se levantó y tomo asiento —¿Cómo te fue?

—¡Muy bien! —me acerqué y me senté a lado de ella —He disfrutado mucho pasarla con él… También estuve un rato en casa de sus tíos.

—Por lo que muestran esos ojitos, no mientes. Me gusta verte así —se queda un pequeño momento en silencio —Noah —su voz es algo baja —El fin de semana viajaré a España. Tengo que ir a arreglar unos documentos, que, tras la muerte de tu padre quedaron inconclusos.

—¡Vale, mamá! —suspire internamente —Me gustaría acompañarte, pero voy a estar ocupado.

—¡No es necesario! Sabes que ese viaje puede afectarte un poco.

—Lo sé, pero es que papá…

—¡Ven, dame un abrazo! Sé que te duele. Yo también lo extraño, pero, recuerda, la vida sigue, y tú tienes que volver a vivir.

La abrace con fuerza, siéndome imposible el poder contener la presión de mi pecho.

—¿Ves cómo te pones?

—¡Sí! Iré a descansar… Estoy muy cansado del viaje —exprese un poco inquietado.

—¿A dónde fueron? —ella levanta la voz, mientras voy subiendo las escaleras.

—A la playa —respondí con apuro —Eso te lo cuento en el desayuno. ¡Ten una linda velada!

El recuerdo de la muerte de mi padre, es algo que no puedo superar. A pesar de los años, su deceso fue algo repentino; el que se acostara como habitualmente lo hacía para tomar su siesta de la tarde, y que horas después, en vez de despertar haya pasado a un mejor plano, es algo que no te imaginas. Saber que perdí a mi mejor amigo en ese instante, quebró demasiado mi vida.

Al salir del baño algo cabizbajo, después de darme una ducha, sin más preámbulos, me acosté en mi cama.

«Volver a vivir, eso quiero».

Mi padre un dijo un día que a pesar de todo siempre me cuidaría. Al principio no comprendía como hasta ahora.

—Espero hacer lo correcto papá —dirige mi voz al cielo a través de esa habitación.

Así, la mañana siguiente llegó sin precedentes. Recorrí el pasillo, sintiendo el aroma del café. Escuchándose a mamá, hacer ruido en la cocina. Me acerque despacio por su espalda y la rodee con mis brazos para darle un abrazo y un beso en la mejilla.

—¡Buenos días, mujer hermosa! —pronuncié con la voz algo cansada, haciendo que ella se encoja de hombros por un momento.

—¿De cuándo acá tanto cariño? —responde, dándome un beso y sobando con su mano mi cabello, mientras aún estoy abrazado a ella. En eso, se suelta y se voltea, para tomarme por los hombros, fijando su mirada —Ahora sí, ¡cuéntame todo lo que pasó ayer!




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