Meri Enal se dirigía a Lamir desde el océano Elfiel; la tarde todavía era cálida en el infinito espacio de agua y cielo, cada tanto el movimiento oceánico era perturbado por el batido de los aleteos natatorios de las bestias acuáticas; algunas veces venían a descansar en los riscos de la isla las aves migrantes hacia Um Liam y se observaban las Vistras en su ritmo circadiano dominado por el planeta, cada vez que alguna nube generosa se corría para mostrarlas.
Solo pasaron algunos guaf desde que nació el ultimo lileimunil finalizando el linaje primigenio. Sus hermanos estaban en los Baioles cuando acompañaba a su madre junto al acantilado, había arrastrado hasta allí un gran luheco para leerlo mientras ella pelaba las legumbres de su vaina seca que terminarían en una vasija de arcilla sellando así su próximo destino.
—¿Cuánto falta para que volvamos a Korunda? Mamá.
—Cuando hayas crecido lo suficiente Miras.
—Porque no ahora.
—Porque todavía no sabemos qué tipo de criaturas eres.
—¿Cuántos tipos hay?
—Dos.
—¿Dime cuáles? —la madre suspiro con alegría.
—Celmos decía:
Hay criaturas que nacen para los korfieles,
que están en los grises de la existencia.
Hechas para atizar el galgoue y no calentarse.
Buscadas para el cultivo y no la siembra.
Esas criaturas que nacen en los korfieles,
llegan para la coyuntura y la prudencia,
para el uso de sus músculos y la austeridad del estómago.
Se van como las aves con el cambio del clima;
se marchan como la noche antes del alba.
Resuelven escurrirse como el deshielo para que se renueven los campos.
Necesarias son las criaturas que nacen en los korfieles,
para que florezcan las criaturas de los manures.
Esperamos ver que criatura serás mi pequeño Miras...
—Mamá —se apresuró a decir desilusionado el niño—. Es evidente que no hay un solo lileimunil, que no haya nacido para el korfiel.
***
En su vigésimo cuarto verano en el jardín visito una isla tropical en los dominios de Meredith, uno de los pocos lugares en la dimensión humana que podían estar sin tener que preocuparse por los agentes de la «historia oculta»; esa situación modificaba la realidad de todos «los pueblos del mal» como fueron llamados desde la edad de bronce. Cada vez que se presentaba una reyerta en la realidad en la que existían, terminaba siendo un factor más a sumar en su plano observado; sin embargo, pensaba que cuando se ponga en marcha la búsqueda de las arquitas también pondría a prueba la resistencia de sus ideas.
La casona colonial de dos plantas en la que se hospedo no estaba lejos del puerto donde llegaban los esclavos para ser subastados; la servidumbre en su mayoría era indígena y los esclavos negros estaban educados para el servicio a sus dueños leales a Meredith, que por pacto le debían su fortuna.
—El mundo humano ha estado enloqueciendo desde que llegaste, los hombres sufren una extraña condición colectiva que llaman: cambios sociales. Nuestros peritos dicen que a esta velocidad de su necesidad por libertad nuestro negocio de esclavos quedara desplazado por la máquina. En Sudamérica hace cuarenta años que se sublevaron de la corona española —comento cuando se acercaba hasta los sillones de ratán y madera que estaban en el balcón que miraba a Laferrière, el joven al escucharla cerro el libro por había cambiado su lenguaje y de ese texto ya no podía distinguir significado—. Queremos saber ¿Cuándo comenzaras la búsqueda? —le dijo Meredith Taylor y el joven notó su inquietud disimulada entendiendo que al parecer el famoso dinero era más importante que conservar la cabeza de todos en el lugar.
—Ahora mismo si es necesario; pude sentir dos personas, no sé si están en condición de renacidos; hay certeza de que tengan las arquitas, su letanía como percibí desde el comienzo es en una criatura viviente.
—¿Cuántos años humanos nos tomara?
—No lo sé.
—Entonces iremos pensando en cambiar el negocio e invertir en la industria —dijo resuelta—. ¿Qué necesitas para empezar, que no puedas pedirle a un cananeo?
—Un poliglota especialista en África y notifiques a Jack Williams que iré a cazar en sus dominios.
—Volvamos a mi pasillo, en unos días te traeré al cananeo.
—¿Eres consciente que solo vamos a poner a prueba una hipótesis? —pregunto el joven mientras caminaban en el túnel del pasillo.
—Si me preguntas esto para que de alguna manera no apueste a la fortuna con las arquitas, te diré: somos consciente que puedes fracasar en tu hipótesis, pero eres un constructor Akis ¿Cuándo ustedes se equivocaron de criterio?
—Mildor Akis al crear los lileiquerras.
—Un error en milenios de creación, que no sea esté el segundo error, porque entonces tendremos que buscar otra estrategia. Y no es pesimismo moderno, tenemos el tiempo a nuestro favor.
En la vida del humano nacido bajo su realidad y noqueado en su tiempo histórico, raras veces podían tener una lectura clara y precisa de lo que acontecía, a menos que tengan un humano despierto que los guie. Los mutgones siempre se burlaron de esa condición humana porque al final era un acto de supervivencia, ya que observar la realidad en todos sus niveles los enloquecería.
Los que lograban ver los niveles de la realidad eran llamados «renacidos»; se tenía que lograr condiciones para ser un renacido en el mundo real. El renacer no tenía que ver con nacer de nuevo desde el punto biológica; era un nuevo despertar he incluso para ello había categorías en la realidad humana; la más conocida por las religiones era reiniciar una nueva vida después de la muerte, es decir ir al cielo o al infierno; la otra era el renacer para la «historia oculta».
Aquellos que se vinculaban con la segunda índole de renacer fueron llamados: cananeos y asideos. Era natural que los renacidos para la historia oculta primero tuvieran que atravesar el trauma de la muerte biológica para regresar a una nueva vida y a partir de ese evento su conciencia estaría adaptada para que viese la realidad completa. En los estadios de la condición humana revelándose en lo cotidiano actores como el predador definitivo recluido en su sociedad, el perdido en la locura, el que camina entre pasillos manipulador de la magia y aquel que era comida de varalayines y mutgones, todos ellos serían los potenciales castigadores de los pueblos del mal si querían sobrevivir en Eorgilquerra.
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Editado: 31.12.2023