Tres Jardines - Escucha lo que Habla

DINGIR Y PUABI

Su boca se estiro con ansia al cuenco iniciando la intolerable intro sinfónica de sorbos chirriante y sonoros perdiéndose en el sibilante viento del inmenso desierto blanco, luego de un corto periodo volvía más agudo y sostenido; su público sin otro lugar donde ir no tenía otra opción que contemplar la pieza musical que sin fatiga tragaba.   

—¡Suficiente no lo soporto más! —se levantó Alfañas de un salto dirigiéndose a Velsayi que nunca terminaba de beber el agua tibia—. ¡Basta, sácate esto! —jaló de la capucha que confecciono desde que Julkor viajaba con ellos. Contaba con orificios para ver y comer, de olor cuestionable, hecho de cuero rígido como el de las cinchas dándole un aspecto de sambenito que se ajustaba al cuello para que no se volara cuando se movía en jielms. 

—¡No! —respondió el eiquel agarrándolo con ambas manos. Entendían la precaución del kurume al encapucharse para que el Ialu fuccan no lo reconociera, pero desde entonces fueron consciente de la frecuencia con que movía su boca para comer. 

En el forcejeo por la capucha Sumnen alzó el brazo y quedaron en silencio, cosa que le otorgo la victoria al eiquel y con ufana alegría se acomodó su sambenito; habían regresado otra vez los pasos que desconocía, descubiertos al tiempo desde que la kaerotica se integró al grupo. En el pasado cuando el ganguster advirtió el rastreo humano, escucharlos era de un peso diferente a esté en el que, si ellos avanzaban estos pies también y si se detenían, estos igual, era una nueva pesadez para sus oídos, una que quizás pudiera estar siendo manipulado por Julkor. Aviso al grupo que está marea llegaría en cualquier momento, el túnel del amihuelt Miclaguic los había dejado en una zona lejana al oeste en un lugar poco beneficioso para llegar al noreste donde estaba el teolpil de Xeaque y estos pies podrían convertirse en un problema durante el viaje.  

De todas las situaciones aterradoras vividas ninguna superaba a la ilorisa, una criatura que no hablaba, no oponía resistencia a los pedidos y solo fragilidad mostraba. En cambio, ella era consciente de que el grupo tenía conocimiento sobre la cadena en Laquej y su unión con Kueltli, olía el miedo de sus precauciones, el de preguntarse sobre su luvionya y sobre el control que le entregaron para llevar las paces. 

Cavar madrigueras fue una estrategia desacertada con la adhesión de Julkor, por eso dormir sobre la nieve era la mejor opción de huir si las cosas se complicaban, por eso levantaban una cerca circular de tierra donde se acurrucaban envueltos en las pieles durante los descansos, para curar sus pies con mirtra como prevención de los pies de alpinistas, alimentarse y descansar. El paisaje no había cambiado mucho en el desierto blanco que se extendía sin señal de amesetarse o cambiar de clima propiciado por el crecimiento de una vegetación estratificada, cada tanto escuchaban el vuelo nocturno de las bestias migrando, siendo la soledad el gran indicador que permanecían fuera de peligro. 

—Un corredor —alerto Sumnen—. Viene directo hacia nosotros —como acordaron Quilax saco su arquita y fue al encuentro seguido por Alfañas. 

—Están regresando —dijo Mumflei, y la ilorisa que estaba envuelta en pieles se levantó para ver; había aprendido que Velsayi se posicionaría siempre tras ella siendo su verdugo sin dudarlo si intentase algo arriesgado, por eso le molestaba su capucha, en cambio el joven hermano del negalium le parecía un error en un grupo, en cuanto al oidor y el veloz le recordaba a los quelyas, aunque no vio a ninguno en ese jardín, pero no quería descartar que esos sujetos fueran sobrevivientes o mutgaris. 

—Señora —dijo con amabilidad Sumnen para que la ilorisa colocara su volfandir; ella le concedió el pedido a pesar que le molesto la descarada intención del ganguster por escuchar la naturaleza de su ill. 

—Señora Causeliptli —se apresuró a saludar el tustochmil grecrogli glutlex unguelle—. Soy su sirviente Deaperionte. 

—Es mi mensajero de Xeaque —respondió ella, entonces bajaron la guardia y quedaron expectante por escuchar lo que tenía para decir—. Puedes hablar abiertamente ellos son mis grecroglises ahora. 

—Me manda decir el quialquex Anquelt:  que espere aquí para reunirse. Están atrás esperando a kokenansines del este —llamaban así a los kerrien. 

—Esperaremos —le respondió volviendo al sentarse para aferrarse a las pieles.  

—¿A cuánta distancia están? —pregunto Quilax. 

—Varios descansos —refiriéndose al tiempo de dormir. 

—¿Llegaremos con las provisiones? —le pregunto Alfañas a Mumflei que cargaba las loliras. 

—No creo, tendremos que cazar.  

El tiempo trascurrió en la longeva noche invernal, las tormentas fueron escasas, la nieve oculto la cerca y el tiempo paso estático lleno de silencios irritantes. Mumflei y Quilax iban de expedición para cazar en las zonas distantes. Y los pies seguían ahí, a una distancia más allá de cualquier visión comunicándoles que al igual que ellos también estarían en reposo. 

En el momento que el cielo se despejo brillaron las kaxqueras como luces de neón, sintieron temblar el suelo, parecía cientos de mazos gigantes que golpeaban la tierra con los vientos arremolinándose al mismo tiempo, salieron presurosos para ver lo causaba el estrepito y con el segundo temblor aparecieron los moliuxcloxes cargando los vagones donde transportaban el kekinansin, aquellos mutgones que no lograban entrar a los vagones se agarraban al coloso para viajar como garrapatas y colgaban en sus espaldas una red con bolsas de provisiones. Había ocurride que cuando los jinetes quialquexes llegaron a Miclaguic  no tuvieron previsto que se enfrentarían con las huestes del deotic Delpoial y tuvieron que enfrentarse poniéndose al descubierto un inconveniente que amenazaba los siglos del plan más aun cuando todavía tenían que reunirse con el kekinansin de Ellotlix. Mandaron corredores en todas las direcciones cuando concluyendo que debían integrar a Causeliptli para ganar algo de fuerzas tras la perdida de mutgones.  




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