El palacio Mimwal estaba edificado en la quinta montaña de Permeo, era una gran edificación que parecía funcionar como un hotel para todos lo que quisieran visitarlo. Solo tenía un área reservada para la familia del Ialu, algo muy parecido a lo que sucedía en Lifsolas. En los mástiles que se erguían en los límites de la fachada pendían confalones flameantes en diversos colores y estilos reverenciando al viento. Tenía tantas plantas como le permitía aquellas alturas; desde cada una de las habitaciones y pasillos se podía apreciar los grandes puentes y barrios de la ciudad en las alturas.
—Está será la última noche acá solo porque Raquisba preparo una cena para ti, mañana volveremos a Celmos —le comento Melmones a Silma mientras desayunaban en el jardín de coníferas rosas.
—Milori y Reasmo se van esta tarde —dijo mientras observaba pasar algunos soarfres que la saludaron.
—Toma todo el descanso que puedas enana, porque ahora solo nos queda esperar el zumae.
—Qué bueno verla bien mi Alimalial —dijo kurume Suelcia acercándose.
—Gracias kurume Suelcia —todavía le tenía un poco de miedo a la representante del kerrien eiquel que había llegado con Emila Lisela de Holmus representando a Ialu Ielrri en la asamblea de Miriar.
—No te lo dije, gracias a Suelcia fui a la mualuf para encontrarme con el varalayin, es que no le gusta que se sepa mucho sobre su mirtra.
—Gracias otra vez kurume Suelcia.
—Usted, ¿nació en la meiudi o en el cielo mi Alimalial?
—En Gerolinjia nací, no sé en qué lugar exactamente.
—Bien, en fin, nos estaremos viendo para el Manur en Tilus Motfals. Que tengan un buen viaje si no nos volvemos a encontrar —se alejó reuniéndose con sus kerrieres para luego perderse entre las coníferas del jardín.
—Puedes confiar en ella Silma si no hay nadie más que conozcas.
—Pero no te agrada tanto.
—No es que no me agrade, solo que me pasa como con Miras, son de esas criaturas que guardan muchos secretos. Es justa y eso no se ve muy seguido.
—Ser justo no te crea algunos enemigos, eso me dijo Aitos.
—Es verdad, por eso observas a los enemigos que tiene un justo cuando tengas dudas de una cuestión.
—¿Y si el que pensábamos que era justo y después no es tan justo?
—Entonces nos jodieron Silma —se rieron a carcajadas—. Allá vienen nuestra comitiva, pasémoslo lindo hoy.
Suelcia pertenecía a la familia Fata, una familia de tradición kerrier dentro de la fratria Kascaia. Por herencia la cabeza de la familia siempre se sentaría en la mesa de los ocho kurumes en Delmarus. Poseían grandes territorios, mucha servidumbre y pertenecían al escalafón inferior del aliquen siendo Enares. El último heredero se llamó Covalmo que al unirse con Brulia, tuvieron cuatro hijos, tres varones y una fémina. El señor del Vielminiami había bendecido a la familia porque su hija tenía un mirtra único, era una ulmues, por eso su padre la llamo como su madre, Suelcia.
Covalmo siguió la tradición, fue justo con los justos e implacable con los que no lo eran; sus hijos fueron igual que él siguiendo la tradición kerrier, pero su hija no tendría el mismo destino, aun así, él se encargaría de darle un futuro brillante. Sus hermanos esperaban mucho de ella, incluso más de lo que esperarían de sus propios hijos. Ellos querían que fuera la primera fémina eiquel en el kerrien.
Un día en el kargalmir del pueblo que pertenecía a la familia Fata, la niña se encontraba sentada frente a una tumba viendo la fuente de agua y de entre los árboles apareció una criatura tétrica, de piel pálida, ojos negros y pupilas rojas, sus cabellos eran negros y maltratado, tenía una belleza extraña y una persistente sonrisa que mostraban una dentadura perfecta con hoyuelos en sus mejillas, era como de su edad.
—¿Otro día con tu madre?
—¿Qué haces aquí Utalmuf? Uno de estos zumae el señor Bariome te va a descubrir.
—Eso no te importa, ¿qué haces tú aquí?, seguro llorando como una tonta.
—¿Qué quieres Utalmuf? —limpiándose las lágrimas.
—Estuve visitando otros lugares —desapareció del árbol donde estaba y apareció en la tumba desde la sombra que proyectaba—; aprendí sobre tú mirtra y puedo enseñarte.
—Y porque te creería si eres un tramposo.
—Porque vendrán a buscarme y quiero dejar mis conocimientos a otro.
—¿Que decís?, si tenemos la misma edad.
—Si, pero yo conozco cada técnica de mi abioen inclusive las que prohíbe Atayora, cosa que no todos saben, porque soy omilgadie del abuelo y le robe un buen luheco de su biblioteca… Tengo luhecos hasta de tu mirtra, es algo que tu padre no hará por ti; oye no te miento con lo que digo, vendrán a buscarme.
—Quien estaría tan perturbado para buscar al hijo de un mutgon y una eiquel —luego escucharon voces a lo lejos que venían desde la calle sinuosa; se acercaban entonces Utalmuf desapareció y la joven salió del kargalmir al encuentro de las voces conocidas.
—Suelcia ahí estas, tu cuñada tenía razón, nos fuimos a Tilús Motfals, pero solo estaba Asgui —dijo Lisela que tendría apenas unos once años humanos. Estos primos venían muy seguido a visitarla y quedarse un tiempo, porque sus padres sabían que eran el futuro del gobierno eiquel y deseaban que formen alianza desde temprana edad.
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un amor verdadero e incondicional, un mundo distinto al nuestro, un amor que duele
Editado: 23.07.2021