Tres Lunas, Primera Luna

Tres, Propiedad.

Me sentía a gusto con mi nueva vida, con mi nueva familia. Dentro de poco tiempo sería mi cumpleaños número dieciséis, ya era toda una mujer. De seguir entre humanos ya estaría casada y quizá con un par de hijos, pero los Lobos me ven como a un bebé, intocable. Para ellos soy simplemente una niña, y por ello no dejaran que nadie me corteje hasta que sea mayor.

Cross, mi Lobo... su trato hacia a mí se ha hecho más frío, trata de alejarse constantemente. Creo que él siente lo mismo que yo por su persona, y eso lo conflictua. Hoy hay una cena en casa del Alfa Záitsev, será una cena sólo para los más allegados al alfa.

Se dice que este está enfermo, pero no lo está. Solo no se presentara, porque yo estaré allí... yo no tengo la culpa que el hijo del alfa me tomara bajo su protección. Eso me desilusiona, me hace sentir como si tuviera una enfermedad y él no quiere contagiarse, pero debo continuar con mi vida, después de todo lo he visto morir. No es que quiera que esto pase, pero nada puedo hacer por evitarlo.

Pero yo no puedo esperar tanto tiempo, de hecho no sé si viviré más allá de los cuarenta años. Por lo cual una parte de mi vida se está desperdiciando, y ahora que Cross no quiere ni verme...

Me senté en una banca del inmenso jardín trasero de la casa de Grigori Záitsev, el grupo que rodeaba al joven Lobo oscilaba entre los doscientos y trecientos años, lo que quería decir que apenas se convertirían en hombres. Todos eran sumamente divertidos y sobreprotectores conmigo, era como tener un millón de hermanos mayores.

-¿Por qué estas aquí afuera?

El escuchar su voz detrás de mí me tomo por sorpresa, no volví a verlo, solo me metí mas debajo de la frazada que tenía encima. Era una noche fría, y la mayoría de los Lobos estaban dentro de la casa.

-Porque quería estar sola, para pensar que voy a hacer el resto de mi vida.

-¿Cómo que aras?

Entonces el imponente Lobo Vladmir Cross se puso delante de mí, con sus brazos cruzados sobre su pecho.

-No puedo pretender que viviré por siempre Cross, dentro de un suspiro moriré... las visiones que tengo son de muerte y destrucción en su mayoría, quizá pueda evitar más de una tragedia.

-Eso sería intervenir en el destino, sería hacer trampa.

-Si los dioses no quisieran que lo hiciera, no me habrían creado-. Le respondí molesta poniéndome de pie. –Quiero tener una vida, casarme, tener hijos.

Le vi apretar la mandíbula, conteniendo la ira, cuando mencione lo de casarme.

-No te casaras.

-¿Qué? Tú no eres nadie para decirme que puedo y que no puedo hacer.

-Yo... Tienes razón, no soy nadie, pero de igual forma no permitiré que nadie, ningún macho de ninguna especie o sub-especie se acerque a ti.

Me gruño furioso, para después marcharse, dejándome desconcertada. Odiaba sus cambios tan absurdos de humor, rechine los dientes tragándome el grito que se formó en mi garganta, si él pensaba que podía controlar mi vida, estaba equivocado.

Me sacudí la ropa y regrese a la casa, al entrar deje la frazada en una silla en la cocina, me moví entre los Lobos para llegar al salón donde sería la cena, había más caninos de los que pude imaginar, parecía que el consejo entero de los Lobos estaba en la casa. Cachorros corriendo de aquí a allá, Lobas, Lobos, Latentes, en fin mucha gente.

Me senté en una pequeña salita alejada del barullo, pese a que era una fiesta me sentía fura de lugar, finalmente yo estaba maldita. De pronto un grupo de Lobos que podría decirse tenían mi edad, se sentaron junto a mí en los lugares que aún estaban vacíos.

-Hola-. Me saludo uno de ellos. -¿Tu eres la pequeña Verona?

-Si.

-Yo soy Aarón Maxwell.

-Mucho gusto.

-Ellos son Cristopher, Lucius, Viktor y Hektor.

Salude a cada uno de ellos con un asentimiento de cabeza.

-¿Qué se siente vivir tan cerca de la realeza?-. Me interrogo Viktor con una sonrisa hermosa.

-Es aterrador, no me dejan hacer nada con el pretexto de que me puedo romper un hueso con solo respirar.

-¿Enserio te puede pasar eso?-. Interrogo Aarón sorprendido.

-No, pero me tratan como una muñeca de porcelana, por ser humana.

-Oh, claro. Solo no quieren que te lastimes-. Concordó Christopher.

-Sí, eso me lo dicen unas mil millones de veces al día.

-Eso debe ser un fastidio-. Murmuro Hektor.

-En ocasiones.

Estuve hablando con ellos por un rato muy largo, eran divertidos y me hacían preguntas acerca de la vida humana, como si hubieran descubierto el hilo negro. De pronto todos se quedaron en silencio, una sombra oscura se cernió sobre nosotros, era algo aterrador... no solo era Cross. Miro a cada uno, sin decir palabra, supongo que lo hizo telepáticamente.

Uno a uno se pusieron de pie, hicieron una reverencia y se retiraron, a excepción de Aarón.

-Ella no te pertenece Cross, es un miembro de la manada sin pareja, es una mujer en la extensión de la palabra. Y si ningún macho la ha reclamado, o ella no lo ha reclamado, nada te da el derecho para exigirnos que nos alejemos.

¿Así que eso les había dicho? Hijo de Puta.

-Le di una orden señor Maxwell, espero que la cumpla.

-No... Verona es una mujer agradable, y solo si ella me lo pide retirare mi amistad o mi cortejo.

-No me hagas ir por tu yugular, Aarón.

-Señorita Verona...

-Sídorov.

-¡Verona!-. Me gruño Cross, solo porque le di mi apellido a Aarón.

-Señorita Verona Sídorov, en sus manos está mi vida, ¿desea que retire mi amistad?

Cross clavo sus hermoso y letales ojos en mí, su mandíbula estaba tan apretada como sus puños.

-No señor Maxwell, soy tan libre de elegir a mis amigos, y a mi familia como usted.

-Gracias-. Aarón se volvió a ver a Cross. –Buena noche señor Cross.

Nos dejó solos, de pronto sentía que el aire en la habitación no llegaba a mis pulmones, Cross se sentó lentamente en la mesita del té que estaba frente a mí.



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En el texto hay: lobos, amor, magia

Editado: 24.02.2021

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