Tres Lunas, Primera Luna

Cinco, nosotros.

Vladimir Cross me visitaba todos los días en casa de Grigori, aprovechando la ausencia de este, por cuestiones personales. Aun que algunas de esas ocasiones debía acompañarlo, siempre volvía antes. Esa semana le había hecho la petición al hijo del Alfa, la opción para tener mi propio lugar, después de todo mi padre había sido un Lobo muy importante dentro de la manada. Grigori me había prometido buscarme un lugar, donde nadie me pudiese molestar y fuera libre, donde nadie pudiera hacerme menos por mi don.

Eso me trajo nuevas esperanzas del futuro, quizá ese lugar sería el lugar que compartiría con Cross para el resto de nuestras vidas. Lo que me hacía sentir un poco de temor, si él y yo estábamos juntos, en un par de años yo moriría... eso le provocaría un gran dolor. Sin embargo,  me daba esperanza el pensar en que quizá después de mi encontraría a su alma en otro... en otra Loba. De ese modo mi Cross ya no estaría sólo, una vez que yo partiera. Aun cuando eso no me hacia feliz...

Esta noche como todas las noches anteriores yo estaba esperando a que Grigori volviera por que, Cross venía con él.

Me encontraba en la biblioteca del salón privado del hijo del Alfa, era la única de la casa que tenía permitido estar allí en su ausencia. Estaba leyendo un pergamino muy antiguo, no entendía mucho de lo que este decía, algo de uno de los dioses tocando a una madre humana, eso no tenía sentido por que no era la forma en que los Lobos se habían creado, hasta donde yo sabía. Estaba inmersa en saber que demonios era ese documento, cuando la puerta de la oficina se abrió.

Un muy estresado Grigori entro, yo solo lo observe ir y venir de la puerta a la ventana, por lo que no me atreví a moverme, ni siquiera quería respirar.

-Hola pequeña, ¿Por qué no vas a saludar a esa bola  de pelos tuya?
-Buena tarde mi señor, no hace falta que me despida con tanta amabilidad, de todas formas iba a irme.
-Disculpame, es sólo, que...
-No tiene que disculparse, lo dejaré ahora.
-Gracias Verona.

Tome algunos libros, y escritos, algunos pergaminos y salí de allí. Me dirigí a la sala de estar, Cross no se encontraba allí, cosa que me decepcionó. Pensé que estaría esperando por mi, pero no fue así, bueno... ya lo vería mas tarde. Me dirigí a mi habitación a dejar los libros, cuando abrí la puerta el aliento se atasco en mi garganta. Todo estaba lleno de flores y velas, era como un jardín secreto. Entre cerrando la puerta tras de mi, tenia miedo de que todo esto fuera solo un hermoso sueno. Solté los libros en algún lugar, sin quitar la mirada de todas esas asombrosas flores.

-Esto debió costarte...
-Nada es lo suficiente caro o costoso, como para que no pueda ponerlo a tus pies.
-Nunca nadie...
-Lo se amor, lo se.

Mi corazón dio un vuelco cuando lo escuché llamarme amor, había tanta honestidad en sus palabras, tanto amor. Se acercó con parsimonia a mi, tomó mis manos.

-¿Qué te ocurre?
-¿Por qué habría de ocurrir algo?
-Tu mirada, es como si quisieras decir algo y no pudieras.
-Tienes razón, si me pasa algo... en realidad ¿Quiero pedirte algo?
-Estas preocupándome.
-No... Tienes que preocuparte, es...

Cross coloco una rodilla en el suelo, sin soltar mi mano. Mi corazón comenzó a palpitar muy rápido, mi respiración se volvió un tanto errática.

-Se que no te he dicho lo que significas para mi...No, espera...

Soltó mi mano y se alevín par de pasos de mi.

-¿Qué ocurre?
-Nada, espera... sólo, escucha-. Guardo silencio, suspiro y volvió su mirada a mi. -Quiero que sepas que desde que nuestro caminos se cruzaron supe que te convertirías en alguien importante para mí... eres los rayos de Luna que guían mis pasos, la razón por la que mi corazón sigue latiendo. Te amo Verona Sídorov y quiero pasar el resto de nuestras vidas juntos.

Después de decir sus palabras se puso de rodillas, el nerviosismo se podía ver en sus ojos, yo sentía mis piernas a punto de volverse agua, y estaba segura que mi corazón se saldría de mi pecho.

-Por eso, mi amada Verona, te pregunto... ¿Quieres darme el honor de ser mi esposa?

¿Su esposa? Pero, ¿Qué pasaría si encontraba a su compañera de vida o a su alma?

-Pero, y... ¿Si encuentras a tu alma?
-Verona.... te amo a ti y es contigo que quiero pasar nuestros días juntos. No me rechaces, no me dejes amor.
-Nunca, yo te amo Vladimir... si quiero casarme contigo.

La sonrisa que aflorado en su rostro, me robó el corazón. Sabia que yo lo amaba, que era el amor de mi vida, que debíamos estar juntos. Sin importar esas visiones del futuro, donde... Se acercó a mi y tomó mi rostro con sus manos, y selló nuestro pacto con un tierno y lento beso. Lo rodee con mis brazos por el cuello, el me abrazó por la cintura. Profundizando el beso, se sentía tan correcto, tan perfecto, que seguramente era lo que tenía que ser. Al separarnos, tomó mi mano y coloco una sortija, era de oro blanco, un Lobo con rubíes azules en los ojos.

Esto no era tradicional entre los Lobos, pero era unión que me estaba brindando y la iba a aceptar con todo el corazón, no lo dejaría irse de mi lado jamás.

-No puedo creer quisieras mi esposa.
-Seremos marido y mujer.
-Seremos nosotros.

Hablamos por horas de como seria nuestra boda, de quienes podrían y queríamos que nos acompañaran. Todo seria perfecto, ese seria nuestro día, nada ni nadie podría opacarlo. Después de un par de horas, se fue. Me sentía como si estuviera caminando en las nubes, el hombre que amaba sería completamente mío, sólo les rogaba a los dioses que el sueño de su muerte no volviera, que fuera un sueño de esos que no se cumplen.

 



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En el texto hay: lobos, amor, magia

Editado: 24.02.2021

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