La siguiente mañana transcurrió en la acostumbrada combinación de órdenes directas de Jason y las solicitudes improvisadas de Walter. Era un equilibrio precario, y Roseanne había aprendido, a lo largo de los años, a moverse con precisión quirúrgica entre ambos. Cuando entró a trabajar se suponía que solo tendría que trabajar para Walter, lo que no se esperaban es que la asistente de Jason renunciará porque estaba embarazada y se iba a casar, por lo que Walter decidió que Roseanne "ayudará" a Jason con su trabajo por un par de meses, mientras encontraba una nueva asistente, claro está, que eso nunca pasó y simplemente Roseanne recibe doble sueldo por su doble trabajo.
A las once en punto, Jason la llamó a su oficina. El espacio reflejaba perfectamente su personalidad: minimalista, ordenado y carente de cualquier toque cálido. A veces le costaba creer las historias que Walter contaba de como en su adolescencia Jason era un adolescente bastante impulsivo y rebelde, ahora a sus treinta y cuatro años era un cubo de hielo, incluso un cubo de hielo tendría más calidez que Jason.
—Entra —dijo sin apartar la vista de la pantalla de su computadora, su tono firme pero sin una pizca de cortesía.
Jason tenía muy mala reputación entre los demás empleados, solía ser bastante esxigente y detestaba los errores de los demás, más de alguna vez Roseanne había escuchado sus gritos hacía otros y había tenido que consolar a un par de sus compañeros después de la crueldad de Jason.
Roseanne avanzó, sosteniendo una carpeta con los últimos reportes financieros.
—Estos son los documentos que me pediste para la reunión de mañana —informó, colocándolos en su escritorio de cristal.
Jason tomó la carpeta y la revisó con la eficiencia de alguien que siempre esperaba errores, aunque rara vez los encontraba en el trabajo de Roseanne.
—Está bien —admitió finalmente, devolviéndosela. Luego, la miró con esa expresión neutral que Roseanne había llegado a interpretar como su versión de curiosidad—. Mi padre mencionó algo sobre invitar a viejos socios para hablar de un proyecto. ¿Qué sabes al respecto?
Roseanne se detuvo un momento antes de responder. Sabía que cualquier cosa que dijera sería usada en el siguiente enfrentamiento entre ellos.
—Solo sé que está organizando un almuerzo con algunos antiguos contactos para presentarles una idea. No me dio muchos detalles.
Jason frunció el ceño.
—Por supuesto que no. Siempre improvisando. ¿Y tú? ¿Qué opinas de esto?
La pregunta la tomó por sorpresa. No era habitual que Jason pidiera su opinión sobre algo que no fuera estrictamente profesional.
—Creo que quiere sentirse útil. Ya no está al mando, y… bueno, le cuesta adaptarse a eso.
Aquella afirmación era una realidad, Walter había terminado de construir este imperio, era su bebé y como un padre sobreprotector, no podía confiar a su bebé a cualquiera, aunque fuera Jason McLaren, su hijo.
Jason asintió lentamente, como si procesara sus palabras.
—Eso no justifica que siga interfiriendo.
Roseanne decidió no responder. Con Jason, era mejor dejar ciertas cosas sin discusión. Antes de que él pudiera añadir algo más, se levantó.
—¿Algo más que necesites, Jason? —preguntó con formalidad.
Él negó con la cabeza y volvió a enfocarse en su computadora, ya sumido nuevamente en su mundo de números y estrategias.
Más tarde, al mediodía, Roseanne se dirigió al despacho de Walter, cargando un vaso de agua con gas y con exactamente tres cubos de hielo y un par de documentos que él necesitaba revisar.
—Roseanne, mi salvadora —exclamó Walter al verla entrar, con una sonrisa que iluminaba toda la habitación.
Su oficina era un contraste total con la de Jason: decorada con fotografías familiares, trofeos antiguos y libros de portadas desgastadas. Era un lugar que reflejaba calidez y nostalgia, un recordatorio de que, a pesar de sus defectos, Walter tenía un lado profundamente humano. Roseanne lo respetaba como a ningún otro, no solo porque a su edad aún era muy activo, si no que también le había enseñado muchas cosas a como manejar sus trabajo de asistente, para Walter, la rubia era una esponja que absorbía cualquier conocimiento y él estaba más que dispuesto a enseñarle.
También le había confiado la tarea más importante, que era mantener vigilado a Jason, cualquier detalle importante, ella lo mencionaba pero la realidad es que la lealtad de Roseanne muchas veces estaba más con Jason y Walter lo sabía y le enorgullecía tal lealtad a su hijo, al final él se iría y Jason se quedaría al mando de todo y si Roseanne estaba a su lado apoyándolo, nadie podría detener lo.
—Aquí tienes tu agua sin gas. —dijo Roseanne, colocándolo frente a él—. También traje los contratos para la revisión del proyecto que mencionaste.
Walter tomó un sorbo de su agua y suspiró con satisfacción.
—Ah, Parker, no sé qué haría sin ti. Eres la única persona en este edificio que entiende cómo lidiar con mi hijo.
Roseanne sonrió con cautela.
—Jason es… exigente, pero solo porque se toma muy en serio su trabajo.
—¡Por supuesto que se lo toma en serio! Siempre ha sido así desde que trabaja aquí. —Walter dejó la taza y la miró con algo de melancolía—. Pero antes era diferente. Más apasionado, más humano. Ahora… —hizo un gesto vago con la mano—. Ahora es un bloque de hielo con traje.
Roseanne no respondió, pero sabía exactamente a qué se refería. En los años que llevaba trabajando con los McLaren, había visto destellos de un Jason diferente, uno más vulnerable. Pero esos momentos eran raros y fugaces, como si el hombre que alguna vez fue estuviera enterrado bajo capas de frialdad.
—¿Sabes? —continuó Walter—, creo que si no fuera por ti, Jason se habría vuelto completamente insoportable.
—No creo que piense lo mismo —bromeó Roseanne.
Walter soltó una carcajada.
—Tal vez no, pero créeme, te necesita más de lo que está dispuesto a admitir.