Tres Mclaren Son Multitud

Capitulo 3: Supersticiones

El lunes siguiente comenzó como cualquier otra: Roseanne llegó temprano a la oficina, armada con su taza de café y su lista de tareas interminables. Sin embargo, habían pasado tres cosas que salieron mal desde que piso un pie fuera de su casa. Primero fue que su auto no funcionó y tuvo que tomar el subterráneo, cosa que nunca pasaba porque Roseanne se encargaba de enviarlo al mecánico cada dos meses para verificar que todo estuviera bien. Segundo fue que la puerta principal del edificio se había atorado, incluso a Stew le parecía extraño. Por último fue que el ascensor dejo de funcionar inmediatamente que ella presionó el botón.

—Sigo sin entender qué pasó aquí —comentaba Arwin, el técnico del edificio, mientras rascaba su barbilla.

—Es algo tan extraño. Tú y Frederick siempre están listos para este tipo de emergencias.—dice Roseanne mientras Frederick sacaba un par de herramientas de su caja.

—Seguro será algo tonto, no se preocupe señorita Parker. Este muchacho—le dió una palmada a las puertas metálicas del elevador. — volverá a funcionar en breve. Nosotros nos encargamos de esto—Arwin sonaba muy confiado de sus habilidades.

—Claro...—Roseanne asintió, aunque no podía quitarse de encima la sensación de que esos percances no eran simples coincidencias. Algo en el universo parecía estar fuera de lugar.

—¿Ocurre algo Señorita Parker?—pregunto Frederick al verla tan distraída.

—Sonara tonto pero tengo un mal presentimiento. Crecí en una granja, y mi abuela siempre decía que cuando tres cosas fallan en tu día sin razón alguna, algo estaba por pasar.

Ambos hombre rien ante aquella confesión.

—No sabíamos que era tan supersticiosa Señorita Parker.—Frederick miro diviertido a Roseanne.

—Solo son accidentes, las cosas siempre fallan. No hay nada de que preocuparse —Arwin trato de tranquilizar a Roseanne.

—Tienes razón, solo son accidentes tontos—Roseanne sonríe a ambos hombres —. Puedes sacar a la chica de la granja, pero la granja no sale de la chica.—bromea con su propia situación y ambos hombres rien.

—Descuide, nosotros nos encargamos de todo, vaya tranquila...—Frederick y Arwin se ponen manos a la obra y Roseanne los deja solos.

El ambiente con los McLaren estaba tenso, pues ese día estaba programada una reunión con los antiguos socios de Walter, un evento que Jason había criticado desde el momento en que se enteró. Pero ya no había vuelta atrás, los tres estaban en el auto yendo a la dichosa reunión, que más bien era una desayuno en uno de los hoteles cercanos al edificio.

—No entiendo por qué seguimos perdiendo tiempo con esto —gruñó Jason mientras revisaba su agenda, sentado en el asiento trasero del coche que los llevaba al lugar del encuentro.

—Porque no todo en esta vida se trata de hojas de cálculo, hijo —respondió Walter con su habitual entusiasmo, ignorando deliberadamente el tono irritado de Jason—. A veces, las relaciones personales son más valiosas que cualquier número.

Roseanne, sentada en el asiento delantero, se masajeó las sienes discretamente. Este intercambio era un guion que conocía de memoria, pero no por ello resultaba menos agotador.

—Son negocios, padre, los negocios y el placer no se mezclan.—refunfuño Jason y su padre rio.

—Hijo, si tan solo contará las veces que mezcle el placer y el negocio...—dijo con cierta nostalgia y Jason puso cara de asco.

—Guarda tus historias para tus amigos, no para mí.—Jason volteo a ver a su padre un poco exesperado. —Ademas, ¿Puedes ser un caballero? Esas historias no son decentes cuando está Roseanne presente.—señalo a la mujer que estaba en el asiento delantero.

—Todos somos adultos aquí. —Walter volvió a reír pero está vez más escandalosamente. —A veces eres un poco mojigato...—el rostro de Jason empezó a ponerse rojo de la irá al oír a su padre.

—Si tan solo supieras...—mumuro Roseanne para ella misma.

Roseanne no pudo evitar pensar: ¿Mojigato? ¿El hombre que ha salido con la mitad de Nueva York? Pero se mantuvo profesional en el exterior.

—Walter, creo que deberías de revisar la lista de invitados para la gala de caridad de la otra semana y preguntar le a tu esposa si todo está bien.—Roseanne estaba actuando como Suiza, de nuevo, tratando de distraer a Walter antes de que sus comentarios hacía Jason se elevaran aún más.

—¡Cierto! —Walter tomo la tableta que Roseanne llevaba.

Por fortuna de todos, el resto del viaje en el auto fue en total silencio, a excepción de algunas preguntas que Jason hacía a Roseanne con respecto al trabajo de otra áreas.

La reunión comenzó mal y fue cuesta abajo desde ahí. Walter saludaba efusivamente a todos los asistentes, contando anécdotas de antaño que nadie parecía recordar, mientras Jason se mantenía frío y distante, revisando su reloj cada pocos minutos. Roseanne se movía de un lado a otro, recogiendo documentos, tomando notas y entregando tarjetas de presentación cuando era necesario.

—¿Podrías decirle a tu jefe que deje de jugar a ser el centro de atención y volvamos al tema principal? —susurró Jason a Roseanne mientras Walter relataba una historia sobre su primer gran negocio.

—No creo que eso sea buena idea —respondió ella con una sonrisa tensa, tratando de calmar el fuego en ambos frentes.

—Lo que menos queremos oír es como mi padre compro su primer auto.—dijo Jason entre dientes.

—Lo sé pero a los socios parace gustarles.—Roseanne apunto discretamente a los presentes en la mesa que parecían fascinados con las historias de Walter.

—Padre.—Jason habló con su voz gélida haciendo que las miradas se voltearon hacía él.— Creo que es momento de volver al tema principal que es la bolsa de valores en Japón.—trato de sonar calmado pero era obvio que estaba hartó de las conversaciones.

Y si había algo que Walter odiaba, es ser interrumpido en medio de sus historias.

—Jason, no todo es trabajo.—la molestia de Walter se notaba en su rostro.




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