Hace siete años, en una noche cálida de primavera, Jason conoció a Camille, aquella noche cambiaría su vida para siempre...
Andrew, su mejor amigo, lo había convencido de salir a un bar pequeño y algo decadente en el Bronx. Andrew siempre había sido el aventurero entre ambos, buscando lugares nuevos para pasar el rato y es asi como había llegado a "The Black Crown" Jason no solía frecuentar lugares así, pero esa noche fue diferente, después de tanto había cedido a las insistencias de su amigo.
—¿Qué es este lugar mala muerte que me trajiste? —pregunta Jason viendo el lugar con cierto asco.
Era un bar viejo, con mal olor, habían varios borrachos casi al borde desmayarse y otros jugaban poker en las mesas improvisadas del centro, sin contar ese música country horrible que sonaba en el lugar de fondo. Pero aún así, todos parecían pasarla bien, cierta alegría que Jason no veía en los bares caros que frecuentaba.
—Perdon, su Alteza, por traerlo a este humilde lugar de pueblerinos —Andrew hace una reverencia burlona hacía Jason.
Jason rodó los ojos ante la burla de su amigo.
—Hay una fiesta en Manhattan con supermodelos pero estamos aquí, en un hoyo.
—No te pongas de pesado —Andrew le da una palmada al hombro de Jason y camina hacia una mesa junto con Jason.
Ambos jóvenes tomaron asiento, Jason escaneó el lugar con su mirada pero inmediatamente sus ojos se posaron en una mesera en el fondo del lugar. Camille trabajaba como mesera en el bar. Su cabellera roja brillante y sus ojos verdes captaron la atención de Jason en el momento en que la vio. Había algo en su forma de moverse, en la chispa de su sonrisa y en la manera despreocupada con la que se enfrentaba al mundo que lo dejó fascinado.
Camille observó a los dos hombres, eran altos, guapos, con cuerpos envidiables, no encajaban aquél lugar. Ambos eran opuestos totalmente, como un golden retriever y un doberman, Andrew tenía cabello rubio, ojos color miel y observaba todo a su alrededor como un niño emocionado, mientras que Jason tenía su cabello negro, unos ojos grises juguetones y una sonrisa que llamaba al peligro.
Cuando ella se acercó a tomar su pedido, Jason no pudo evitar sonreír.
—Un whisky doble —dijo, observándola con una confianza que rara vez fallaba.
—¿Algo más? ¿O solo quieres intentar impresionarme con el trago más caro del menú? —respondió Camille con una ceja levantada.
Jason soltó una carcajada. Nadie le hablaba así, y mucho menos alguien que acababa de conocer.
—¿Qué tal si me das tu número y dejamos que te impresione con algo mejor? —contraatacó él, manteniendo el tono coqueto.
—¿Mi número? —replicó Camille, inclinándose hacia él con una sonrisa burlona—. Claro, es el 555-¿sabes qué? Sigue soñando.
Andrew soltó una carcajada al oír la respuesta de Camille, Jason sabía que debía de estar avergonzado o incluso molesta por como aquella mujer le estaba hablando pero al contrario, se sentía aún más atraído por la hermosa pelirroja.
—Camille Cuellar...—repitio Jason el nombre que llevaba en su gafete.
La manera en que dijo el nombre Camille, le dió cierto escalofrío, era como si su nombre encajará perfectamente en sus labios.
Aquella noche, Jason decidió coquetear con ella, pero Camille no era como las mujeres con las que Jason estaba acostumbrado a tratar. Sus respuestas eran rápidas y sarcásticas, desarmándolo con su ingenio. Esa noche, Jason quedó fascinado. Camille lo estaba volviendo loco más de una manera, ninguna mujer se había metido bajo su piel tan fácilmente.
Jason regresó al bar noche tras noche durante una semana entera, tratando de convencer a Camille de que aceptara una cita con él. Ni su apellido ni su dinero la impresionaron. A Camille no le importaban los lujos, y eso solo aumentaba la atracción de Jason. Al principio Jason simplemente lo tomó como un reto, hacer que la hermosa pelirroja cayera a sus pies simplemente por placer pero Camille no solo era obstinada y hermosa, era inteligente, era real y por primera vez en mucho tiempo el primogénito de los McLaren, estaba a la merced de una mujer.
Por otro lado Camille no le interesaba Jason en lo absoluto, era jodidamente guapo y eso no lo iba a negar y habían momentos que esa sonrisa encantadora y los ojos grises juguetones la desarmaban pero ella no tenía tiempo para jugar a ser la novia trofeo de un niño rico. Habían cosas más importantes en su vida y el amor no era una prioridad.
—No voy a ir a una cita contigo McLaren —dijo Camille decidida mientras limpiaba la barra con una servilleta.
—¿Por qué no? —preguntó Jason mientras apoyaba su barbilla en su mano, observaba cada movimiento que hacía Camille y sus ojos solo se dirigían a los labios de la chica.
—Porque no me interesa ser el polvo de un niño rico —Camille lo miró a los ojos y ahí entendio Jason, tenía que ser honesto si quería que lo tomará enserio.
—No voy a fingir que no me éstas volviendo loco y que no he fantaseado contigo toda la semana —Camille rodó los ojos —. Pero, realmente quiero conocerte, va sonar estudipidamente cliché pero no eres como las demás mujeres que he conocido...—Jason era sincero, no estaba su sonrisa juguetona, en cambio Camille noto sus ojos siendo honestos con ella.
Finalmente, después de mucha insistencia, ella aceptó
Durante su cita, ella era todo lo que Jason había imaginado: divertida, sarcástica, y completamente auténtica. Mientras caminaban por el parque, Camille lo miró de reojo.
—Entonces, ¿por qué sigues viniendo al bar? —preguntó, cruzando los brazos.
—Porque tú estás ahí. ¿No es obvio? —respondió Jason con una sonrisa.
—Eres demasiado directo para tu propio bien —dijo Camille, riendo—. Pero me gusta.
Desde su primera cita, Jason quedó completamente cautivado por Camille. Ella era todo lo que él no era: extrovertida, atrevida, con un sentido del humor mordaz y una valentía para enfrentar la vida que él admiraba profundamente. Camille no se preocupaba por lo que otros pensaran de ella; vivía al máximo, luchando cada día para salir adelante.