Día libre, Roseanne no conocía esa frase hasta este día. Por primera vez en meses, no hubo reuniones de última hora, correos urgentes ni informes que revisar antes del amanecer. Era como si el drama familiar de los McLaren hubiera congelado por completo las operaciones de la empresa. Jason y Walter estaban ocupados resolviendo la situación de Jasmine con el abogado, y Roseanne se encontró, por primera vez en mucho tiempo, con algo de tiempo libre.
Para su sorpresa, Roseanne había dormido ocho horas completas, y había tenido un desayuno normal después de mucho tiempo. Ante sus ojos tenía un plato perfectamente ordenado con unos huevos revueltos, un poco de tocino y unos hotcakes con miel.
—Ahora entiendo porque la gente ama desayunar —comentó Roseanne para si misma mientras comía un trozo de pancake.
Cerró los ojos y sintió en su lengua el dulce sabor de la miel con el pancake caliente, era un trozo de cielo en su boca.
El teléfono sonó, interrumpiendo su momento de paz. Con un suspiro, Roseanne agarró el celular que estaba en la mesa y notó como en la pantalla aparecía el nombre de su hermano.
—¿Qué quieres, Ryan? —preguntó, su tono seco mientras masticaba.
—Buenos días a ti también —replicó Ryan, con su usual tono despreocupado.
—Si, como sea ¿Qué quieres a estás horas? —preguntó Roseanne con su boca llena.
—¿No puedo llamar a mi querida hermana mayor?
—No. Estoy desayunando tranquilamente.
—Eres una amargada. —contesta Ryan irritado. Tras una pausa breve, su tono se volvió dramático—. Espera, ¿por qué estás contestando a estas horas? ¿No estás trabajando? ¿Murió Walter?
Roseanne rodó los ojos, acostumbrada a las exageraciones de su hermano menor.
—No, nadie ha muerto, tengo día libre.
Ryan soltó una risa incrédula.
—¿Día libre? ¿Tú? ¿La adicta al trabajo con los jefes más adictos al trabajo? —se burló antes de continuar sin esperar respuesta—. Como sea, qué bueno que te encuentro. Necesito dinero. Los chicos y yo iremos este fin de semana a un lago.
Roseanne dejó escapar un suspiro, cansada de la dinámica repetitiva de estas llamadas.
—¿Solo hablas por dinero? Pídeselo a nuestros padres.
—No tienen o no quieren darme, como sea. ¿Me los das?
Roseanne masajeó su sien con una mano, ya anticipando el resto de la conversación.
—Te lo daré solo porque eres un maldito genio, pero necesito que dejes de ser un malcriado. Tienes 20 años, consigue un trabajo. —Con una eficiencia que reflejaba su personalidad organizada, tomó la laptop que se encontraba en la sala y comenzó a hacer la transferencia mientras el teléfono seguía pegado a su oído—. A tu edad, yo ya tenía un trabajo atendiendo mes...
Ryan la interrumpió con rapidez.
—Sí, ya he escuchado tus historias de trabajos interminables. No es necesario que las repitas cada vez que te pido dinero.
Roseanne apretó los labios, entre irritada y resignada.
—Solo quiero darte un buen ejemplo.
—No quiero ser grosero, pero no me interesan tus aburridas historias. —dijo Ryan con tono burlesco.
Roseanne suspiro agotada negando con su cabeza.
—Tienes suerte de que te quiero.
—Yo también te quiero, tonta. Nos vemos pronto. Creo que tendré que visitarte.
Roseanne sintió cómo todas las alarmas internas se encendían. La idea de Ryan en su pequeño y ordenado departamento la llenaba de ansiedad. No porque no lo quisiera, sino porque su presencia significaba caos. Ryan era brillante, el mejor de su carrera en Ingeniería en Sistemas, pero también era el epítome de la irresponsabilidad.
—No es nec... —empezó a decir, pero como siempre, su hermano no le dio oportunidad de terminar antes de cortar la llamada.
Suspiró, dejando el teléfono sobre la mesa. Es así como su hermano le había arruinado su mañana pero decidió seguir comiendo resignada, si Ryan quería visitarla, no habría nada que se lo impidiera.
Sin saber qué hacer con esa calma, Roseanne aprovechó el resto para organizar papeles atrasados, limpiar su pequeño departamento y ponerse al día con sus sitcoms favoritas. Sin embargo, la sensación de estar fuera de lugar no desaparecía. La noticia de Jasmine seguía rondando en su cabeza, y aunque intentaba no involucrarse emocionalmente, era imposible no pensar en cómo eso cambiaría la dinámica entre Jason y Walter.
Una niña no era cosa fácil de manejar, Roseanne recordaba a sus padres lidiando con su hermano pequeño y no se imaginaba al gran Jason McLaren ejerciendo la paternidad, también estaba su relación tensa con Walter. Desde ayer no había podido dejar de pensar en el lamentable papel que jugó el patriarca, en la vida de Camille y Jason, por su misma decisión había echo que su hijo perdiera años de Jasmine y ahora todo les explotaba en la cara. No podía mentir, ella sentía pena por ambos y deseaba poder hacer algo para ayudarlos, pero por el momento, era mejor mantener se al margen.
Jessica había recibido el mensaje de Roseanne con las noticias de su día libre, así que insistió en una cena fuera, argumentando que necesitaban algo más emocionante que su habitual entrega a domicilio. Así que, después de un día relativamente tranquilo, Roseanne se arregló con unos simples jeans y una camisa semi formal y se dirigió al restaurante donde habían quedado de verse.
El lugar estaba lleno de gente, con conversaciones y risas llenando el aire. Jessica, siempre puntual, ya estaba en una mesa cerca de la ventana, con una copa de vino blanco en la mano y una hermosa sonrisa que hacía que varios hombre en el restaurante la vieran cautivados.
—¡Roseanne! —exclamó Jessica al verla entrar—. No puedo creer que te hayan dado un día libre.
Roseanne sonrió mientras se quitaba el abrigo y se sentaba.
—Aunque no lo creas, este día ha sido... tranquilo.
—¿Tranquill? ¿Con los McLaren? ¿Qué hiciste, conjurar un hechizo? —bromeó Jessica, levantando una ceja.