Tres Mclaren Son Multitud

Capitulo 11 Parte 1: Solo El Primer Día

La mañana apenas había empezó y Jasmine parecía que hablaba mil palabras por minuto, mientras ponía sus pequeños cuadernos en su pequeña mochila, contaba historias disparatadas a Roseanne y cuando la rubia creía que estaba entendiendo algo, Jasmine decidía contar otra cosa más y Roseanne volvía a empezar.

Jasmine miro con diversión como parecía que aquella mujer bonita estaba aterrizada con sus palabras.

—¡Estás tan seria! —exclamó Jasmine con una risa traviesa, viendo cómo Roseanne intentaba dar una respuesta coherente, pero solo parecía más nerviosa a medida que la conversación avanzaba—. ¿Te asustan los niños? ¡Seguro que sí! ¡No te preocupes, yo no soy tan mala!

Roseanne se sintió como si la pequeña hubiera leído su mente, y sus mejillas se sonrojaron. Trató de mantener una expresión neutral, pero la niña continuaba haciéndola sentir como si todo lo que hacía era ridículo.

—No es eso... —dijo, con una risa nerviosa que no ayudó a disimular su incomodidad—. Es solo que no... no estoy acostumbrada a estar tanto con niños. Pero intentaré ser una buena... amiga para ti.

Jasmine, ahora satisfecha con la respuesta, asintió de forma exagerada, como si eso fuera exactamente lo que esperaba oír. Luego, tomó su mano y la llevó hacia un rincón del salón, donde había varios juguetes esparcidos por el suelo.

—¡Vamos a jugar! —exclamó la niña, con su energía desbordante, como si fuera lo más natural del mundo.

En ese momento, el teléfono de Jason sonó, cortando la conversación. Miró la pantalla, vio el nombre del abogado y, con un suspiro resignado, levantó la llamada. Roseanne aprovechó la oportunidad para intentar poner un poco de distancia con Jasmine, aunque la niña no dejaba de mirarla, observando cada uno de sus movimientos con una curiosidad que solo los niños podían tener.

Roseanne revisó su reloj: 7:35 a.m. Estaban retrasadas, y su mente ya estaba repasando la lista de tareas del día.

—Jasmine, no es momento de jugar. —Su tono era firme pero agotado mientras miraba a la niña que jugaba con su muñeca en el sofá—. Tienes que estar en la escuela antes de las ocho, y yo tengo que estar en mi trabajo con tu padre a las nueve.

Jasmine levantó la mirada con un puchero en su rostro, sus grandes ojos grises brillando con una mezcla de inocencia y picardía.

—Ya no pienso que seas una Barbie. Las Barbies son divertidas y les gusta jugar. —Su tono era desafiante mientras agarraba su mochila con ambas manos.

Roseanne soltó un suspiro profundo, tratando de no perder la paciencia.

—No es eso... —Se pasó una mano por el cabello, sintiendo el cansancio acumulado de la semana—. Simplemente tenemos una agenda que seguir para que todo funcione.

Jasmine frunció el ceño, claramente confundida.

—¿Para qué una agenda? —preguntó con dificultad al pronunciar la palabra, ladeando la cabeza como si intentara descifrar un misterio.

Roseanne cerró los ojos por un momento, intentando reunir paciencia. A Jasmine le encantaban las preguntas, y parecía que disfrutaba de llevar su curiosidad al límite.

—Para mantener el orden. —Su tono era casi robótico mientras se inclinaba para recoger su bolso—. Es necesario tener un plan para que todo salga bien.

Jasmine puso las manos en las caderas, adoptando una pose que claramente había copiado de algún adulto.

—Vaya, que aburrida eres... —dijo con una mezcla de desdén infantil y resignación.

La observación de Jasmine golpeó a Roseanne de manera inesperada. Por un momento, se quedó sin palabras, preguntándose si la niña realmente entendía el peso de sus palabras. Antes de que pudiera responder, Jason apareció con su teléfono en la mano y una expresión más seria que de costumbre.

—Jasmine, deja de volver loca a Roseanne. —Se acercó a la niña, tomó la mochila y se la colgó en los hombros con un gesto decidido—. Ella te llevará a la escuela y te traerá de vuelta. ¿Entendido?

Jasmine asintió frenéticamente, cambiando su actitud desafiante por una sonrisa traviesa. Jason sonrió con ternura, claramente acostumbrado a las excentricidades de su hija. Aunque su relación con Jasmine aún era reciente, había aprendido a disfrutar de su compañía.

—¡Adiós, papi! —dijo Jasmine con una vocecita alegre mientras corría hacia la puerta.

Jason se quedó de pie, viendo cómo la niña salía disparada. La palabra papi hizo que su rostro se suavizara aún más, dejando entrever una mezcla de orgullo y amor que parecía llenar la habitación. Jamás se imaginó que algún día escucharía esa palabra pero desde que supo la existencia de Jasmine, no puede evitar sonreír cada vez que la escucha.

Había perdido más de la mitad de una década de la vida de la pequeña pero sabía que estaban construyendo una relación poco a poco, además Jasmine con su actitud extrovertida hacía más fácil todo.

—Adiós... —murmuró casi en un susurro.

Roseanne lo miró de reojo mientras seguía a Jasmine hacia la puerta, la pequeña niña corría como si la estuvieran persiguiendo.

—Nos vemos en el trabajo. —dijo rápidamente antes de salir tras la niña.

Jasmine ya corría hacia el ascensor cuando Roseanne se dio cuenta de algo. Aceleró el paso y la alcanzó justo antes de que las puertas se cerraran.

—Jasmine. —Tomó aire, agachándose para mirar el cabello de la niña—. ¿Qué es esto?

—¿Qué cosa? —preguntó Jasmine con una sonrisa inocente.

Roseanne notó el desastre que tenía escondido la pequeña en su cabellera negra, aunque de frente parecía que llevaba un moño bastante decente, de atrás era una historia completamente diferente.

—Tu cabello. —Roseanne tocó el nudo en la parte trasera, intentando no reír—. ¿Quién te peinó?

—Papi lo hizo. —respondió Jasmine con orgullo—. ¿Me veo bonita?

Roseanne no pudo contener una pequeña risa al ver el desastre que Jason había hecho. Al menos lo estaba intentando pero aún así no se imaginaba a su jefe arreglando el cabello de una niña de seis años.




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