Tres Mclaren Son Multitud

Capitulo 13 Parte 1: Sábados Caóticos

Las semanas había pasado para todos, acomoda se a su nueva realidad y como si nada, el invierno en Nueva York se había asentado con fuerza, trayendo consigo la nieve que cubría las calles con una capa blanca y brillante. Desde el interior de la elegante casa de los McLaren, decorada con tonos cálidos y adornos navideños anticipados, la pequeña reunión familiar parecía llenaba el lugar calor y risas en medio del frío exterior.

Lauren McLaren, la matriarca de la familia, servía más café en las tazas mientras una suave música instrumental llenaba el aire. El comedor estaba adornado con un centro de mesa de velas y piñas decorativas, y el aroma de los pancakes recién hechos aún persistía. Jasmine, sentada en una silla alta, terminaba de devorar los últimos trozos de sus pancakes en forma de corazón mientras sus coletas saltaban con cada movimiento de su cabeza.

—¡Papá, mira! —dijo Jasmine con la boca aún llena, señalando los pancakes—. ¡Son corazones! La abuela Lauren me dijo que los hizo especialmente para mí.

Jason, sentado al otro extremo de la mesa, sonrió levemente, aunque su mente estaba en otra parte.Observaba a Jasmine, a sus padres, y no podía evitar sentirse dividido entre la calidez del momento y el peso de sus propios pensamientos.

—Claro que son para ti, cariño. —Lauren pellizcó suavemente las mejillas de Jasmine, haciendo que la niña se riera—. Cada día te vuelves más adorable.

Walter, que leía el periódico en una esquina de la mesa, levantó la vista para unirse a la conversación.

—Es cierto, parece una pequeña ardilla cuando come así. Aunque —hizo una pausa teatral, mirando a Jason—, es mucho más linda que su padre cuando tenía esa edad.

Lauren soltó una carcajada, aprovechando la oportunidad para molestar a su hijo.

—Oh, definitivamente. Jasmine tiene todo lo bueno de Jason y ninguno de sus defectos.

Jason rodó los ojos, dejando el tenedor en su plato con un leve golpe.

—Gracias, mamá, siempre tan alentadora.

Jasmine, ajena a las bromas entre adultos, miró a su abuela con ojos curiosos.

—¿Defectos? ¿Papá tiene defectos? —preguntó con inocencia.

—Muchos, pero ya hablaremos de eso cuando seas mayor. —Lauren guiñó un ojo a Jasmine, quien se rió mientras tomaba un sorbo de su leche.

Jason suspiró, pero no pudo evitar sonreír.

—Creo que ustedes quieren más a mi hija que a mí —protestó, aunque una sonrisa se asomó en sus labios.

—Obviamente —respondieron al unísono Walter y Lauren, provocando una carcajada de Jasmine.

Walter se inclinó hacia su nieta y le guiñó un ojo. —Esta niña es lo mejor que tu papá ha hecho, y no hay discusión.

El comentario no iba con segundas intenciones, pero la sombra de Camille aún flotaba en la habitación.

Jason se cruzó de brazos, fingiendo indignación. —Tal vez la hubiera conocido antes si no hubieras ahuyentado a Camille —replicó con un tono sarcástico.

Walter dejó escapar un suspiro pesado. Sabía que Jason aún guardaba resentimiento, y aunque estaba haciendo todo lo posible para enmendar sus errores, las heridas aún no cicatrizaban del todo. Lauren, por su parte, suspiró, preguntándose cuánto tiempo más esa herida seguiría abierta.

Jasmine, ajena a la tensión entre los adultos, levantó su vaso de leche y, tras dar un sorbo, preguntó con un puchero:

—¿Dónde está Roseanne? La extraño.—su tono era sincero, y el puchero en su rostro no dejó lugar a dudas de que hablaba en serio.

Lauren arqueó una ceja, divertida.

—Bueno, parece que hasta Jasmine ha caído en los encantos de nuestra querida Roseanne.

Jason sintió un leve calor subir a sus mejillas, y trató de disimular bebiendo un sorbo de su café. Lauren, como buena madre, no dejó pasar el momento.

Jason carraspeó, evitando el tema.

—Ella es eficiente en su trabajo, nada más.

Walter, ajeno al nerviosismo de su hijo, intervino con entusiasmo. No había cosa que amará más que hablar de sus magníficos empleados.

—Ademas es encantadora. —añadio Walter.

Jason sonrió, pero intentó mantener un tono neutral. —Sí, Roseanne tiene... cierto encanto.

—¿Así que dónde está? —insistió Jasmine, su curiosidad infantil no permitía que el tema se desvaneciera.

Walter rió ante la insistencia de la niña. —Es sábado, Jasmine. Roseanne también necesita descansar.

—¿Y si la visitamos? —sugirió Jasmine, sus ojos brillando con entusiasmo.

Jason arqueó una ceja. —¿Visitarla? La ves de lunes a viernes. ¿Qué tan interesante puede ser?

—Oh, por favor —dijo Walter, levantándose con entusiasmo—. Roseanne estaría encantada de vernos. Además, podemos llevarle algo de tus galletas de jengibre, Lauren. Le encantan.

Jasmine, emocionada, aplaudió.

—¡Sí! ¡Vamos a verla! Quiero mostrarle las galletas.

Jason intentó oponerse una vez más.

—¿No creen que sería un poco invasivo? —preguntó Jason, aunque en el fondo la idea de ver a Roseanne fuera del ambiente laboral lo intrigaba más de lo que quería admitir.

Visitarla en su casa era una idea que había tenido más de una vez pero nunca se atrevió a hacerlo, sería muy invasivo, en su lugar cuando quería saber de ella solo le daba llamadas cortas pidiendo le algún trabajo sin sentido, no era la mejor manera de comunicarse pero tampoco quería verse desesperado.

—¡Papá, por favor! —insistió Jasmine, agarrando la caja de galletas de la mesa—. ¡Vamos ahora!

Lauren lo miró con una sonrisa divertida.

—Relájate, Jason. No es como si fuéramos a invadir su privacidad. Es un gesto amable. Y si tanto te preocupa, tal vez deberías admitir que también quieres verla.

Jason abrió la boca para responder, pero decidió que no valía la pena discutir. Finalmente, suspiró, resignado.

—Está bien, pero no quiero oír quejas después si se siente incómoda.

El grupo se subió al auto de Walter, con Lauren cargando una caja de galletas de jengibre envueltas en papel brillante. Jasmine no podía contener su emoción y hablaba sin parar sobre las cosas que le diría a Roseanne. Jason, sentado en silencio, miraba por la ventana, sus pensamientos divididos entre la idea de ver a Roseanne fuera del trabajo y el miedo a incomodarla.




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