Tres meses para dejarte ir

Capítulo 2: El trato

Cuando te encuentras con tu hermana gemela perdida en una playa paradisíaca, lo lógico sería que pasaran semanas descubriéndose, armando el rompecabezas de sus vidas separadas e investigando todas las dudas que había alrededor de nuestra existencia y separación. Pero nosotras solo tuvimos unas horas antes de que mi nueva hermana soltara una bomba que haría explotar todo lo que yo creía sobre mi futuro. Lo que cambiaría mi vida para siempre.

—Quiero que tomes mi lugar —dijo, con la misma naturalidad con la que alguien pediría que le pasaran la sal.

Yo parpadeé.

—¿Qué?

—Necesito que te hagas pasar por mí por tres meses.

Me reí, esperando que también lo hiciera. Pero su expresión permaneció seria.

—Hablas en serio.

—Totalmente.

—Estás loca.

Ella sonrió de lado.

—Siempre me lo dicen.

Sacudí la cabeza, tratando de entender qué demonios me estaba pidiendo.

—¿Por qué haría eso?

Se cruzó de brazos y respiró hondo.

—Porque no quiero casarme con un hombre que no amo.

La miré fijamente.

—¿Casarte?

—Sí, ya sé, suena anticuado y ridículo, pero no puedo simplemente negarme.

No pregunté nada más, porque en el fondo ya lo sabía. Cuando creces en una familia donde la imagen lo es todo, desobedecer no es una opción. Y yo estaba cansada de mis abuelos, de mis tíos, de todo… desaparecer por un tiempo no era una mala idea.

—El matrimonio debe durar tres meses —continuó—. Luego podemos divorciarnos sin problemas. Ese es el acuerdo.

—¿Y por qué no puedes simplemente aguantar esos tres meses?

Su mandíbula se tensó.

—Porque tengo otros planes para mi vida. Pero si me niego ahora, se desatará un infierno, y le debo un favor a Matías. Definitivamente, no puedo negarme.

Un escalofrío recorrió mi espalda.

—Piénsalo —dijo ella, con una chispa de emoción en los ojos—. Tres meses y luego cada una sigue su camino. Además, ¿no tienes curiosidad de conocer a tu padre y aclarar muchas dudas?

La miré fijamente.

Esto era una locura.

Pero tal vez, solo tal vez, yo también estaba lista para un poco de locura en mi vida.

Y sin pensarlo más, extendí mi mano.

—Hecho.

Su sonrisa fue instantánea.

—No te vas a arrepentir.

Oh, qué equivocada estaba.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.