Tres perfectos arrogantes

Capítulo 13.

Aristóteles

 

 

Después de que terminaran las clases, Adonis se acercó a mí y dijo que iría a mi casa a comer. Me encogí de hombros, si él quería eso por mí estaba bien. Aquiles no nos acompañaría, pues él se quedaría en Atletismo junto con Sue. Sonreí como un tonto al pensar en ella pero no podía evitarlo, su presencia me ponía feliz.

Nos dirigimos a la mansión de mis padres, donde Adonis los saludó con amabilidad. Después de comer todos juntos, nos excusamos para ir a mi habitación, indicando que haríamos los deberes.

Una vez allí, me puse frente a mi escritorio y saqué los libros y libretas correspondientes de mi mochila. Adonis, por su parte, prendió la consola de videojuegos y se sentó en el puf.

—¿No harás la tarea? —Pregunté de repente, concentrado en mis apuntes.

—Nah, cuando termines me la pasas, ¿sí?

—No haré eso, Adonis.

—Bueno, entonces no te ayudaré con la Chaparrucita.

Al oír el ridículo apodo con el que se dirigía a Sue, dejé el lapicero sobre el escritorio y giré la silla para verlo directo a los ojos.

—¿Ayudarme en qué?

—Pues a que te declares, idiota. ¿Cómo es posible que aún no le hayas pedido que sea tu novia?

Me quedé en blanco durante unos segundos, procesando la información que mi cerebro acababa de recibir.

—¡Es cierto! —Exclamé—. Aún no le pedido que salga conmigo de manera formal.

—Ya ves, según eres inteligente pero es mentira.

—Soy inteligente para escuela —me defendí—. Pero las cuestiones amorosas se me dificultan.

—Eres listo en la escuela pero pendejo para la vida —dijo con tono solemne. Abrí la boca con indignación—. Pero no te preocupes, primito, para eso estoy yo, para ayudarte.

—No necesito tu ayuda —mascullé con molestia—. Yo puedo hacerlo solo. Además es como si ya estuviéramos saliendo.

—María Susana cree que son amigos con derechos.

—¡¿Que qué?! —No tenía idea de que ella pensaba eso.

—¿Ya ves? Pero quédate tranquilo, estoy seguro de que le gustas, aunque ella también es medio mensa y por eso le tienes que decir las cosas directamente.

—Oh, rayos. Pues supongo que le preguntaré.

—¿Así nada más? No inventes, tiene que ser algo romántico.

—¿Romántico? Puedo ser romántico.

—¿Ah, sí? —Me vio de arriba abajo—. ¿Qué piensas hacer, Aris? —Otra vez ese estúpido apodo.

—Pues... —Me quedé callado, sin saber qué responder. Adonis negó con la cabeza—. Ay, está bien, ayúdame.

—¿Me pasarás la tarea?

—Sí —dije de mala gana, cruzándome de brazos.

—Está bien. Puedes tomar muchos billetes y escribir con ellos: "¿quieres ser mi novia?" —Dijo con tono emocionado. Negué con la cabeza.

—No, demasiado ostentoso, no creo que a Sue le guste.

—¿Por qué no? Digo, es pobre.

—No es pobre, es de clase media —le expliqué con tono molesto.

—Ay, es lo mismo. —Rodó los ojos—. ¿O qué piensas hacer? ¿Llevarle un ramo de rosas y varios regalos frente a todos, haciendo una declaración pública?

—Prefiero preguntarle directamente —mencioné después de algunos segundos—. Será lo mejor. No quiero que se sienta presionada a aceptar solo por los regalos o la presión social.

—Agh, qué aburrido, aunque sea haz una idiotez básica como dedicarle un gol en un partido de futbol.

Solté una carcajada al escuchar eso.

—No es mi estilo, eso es algo que haría Aquiles —seguí riendo. Adonis, contagiado por mi acción, me acompañó. Una vez que paramos, volvió a hablar.

—Tienes razón. ¿Y si le das una declaración en forma de un acertijo que esté relacionado con las matemáticas? Ya sabes, ambos son unos nerds de primera y es una actividad que comparten juntos.

—Me gusta la idea —acepté—. Pensaré en algo. ¡Gracias, Adonis!

—Cuál gracias, pásame la tarea.

—Claro, claro. —Solté una pequeña risa. Él nunca cambiaba pero me alegraba que fuera así.

 




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