Tres perfectos arrogantes

Capítulo 20.

Supuse que el asunto de Aristóteles con su prometida se resolvió sin mayor inconveniente, pues recibí un mensaje de él invitándome a mí y a mis hermanas a su fiesta de cumpleaños. Me puse feliz y tecleé mi respuesta con rapidez.

 

Yo: ¡Claro, mi amor! Yo les digo a esas pendejas.

Mi novio hermoso: Okey.

Yo: ¿Podemos vernos antes de ese día? Quiero salir contigo.

Mi novio hermoso: Lo siento, Sue, tengo que preparar muchos documentos para la universidad pero cuando termine con esto, pasaremos juntos el tiempo que quieras.

Yo: Entiendo, no hay problema. Te amo.

Mi novio hermoso: Yo te amo más.

Yo: Besitos en el culito.

Mi novio hermoso: 0///0

 

Que mencionara la universidad me hizo pensar que yo también debía apurarme con ese asunto pero primero debía escoger una carrera. Obviamente quería actuación pero las palabras de mi madre venían a mi mente. «No quiero ser actriz porno». Me sentí agobiada, así que tomé la solución más lógica, me acosté en mi camita para dormir un buen rato. «A mimir».

Cuando desperté de mi pequeña siesta que duró seis horas, vi mi celular, eran las once en punto. Tallé mis ojos y me dirigí a la sala de estar, donde mis hermanas y mi madre veían televisión. Normalmente Lira se dormía temprano pero eran vacaciones, así que se le permitía acostarse a medianoche. Enfoqué la televisión y vi que estaban viendo el dorama.

—¡Hey, no es justo! —Me quejé—. Están viendo el programa sin mí. —Di un pisotón.

—Te dormiste un buen rato, no te vamos a andar esperando —masculló Lira.

—Pero a ti y a Karen ni les gusta.

—Acompañamos a mamá. —Se entrometió Karen—. Además está entretenido. —Me sonrió con pena.

—¡Regrésenle! —Exigí.

—Oblíganos. —Lira me vio con una expresión burlona.

—¡Cállense, cabronas! —Se quejó mi madre—. Aquí viene la parte más entretenida.

Pero yo tenía un arma secreta que las obligaría a obedecerme.

—Bueno, no le regresen, pero no las voy a llevar a la fiesta del cumpleaños de Aristóteles, digo, Adonis y Aquiles también estarán presentes pero no creo que les importe.

Al escuchar esos nombres, Lira pausó la televisión y me vio con fijeza. Karen y mamá hicieron lo mismo.

—¿Que Aquiles qué?

—Que estará en la fiesta de cumpleaños de mi novio —me regocijé—. Y ustedes están invitadas pero creo que al final no podrán ir.

—¡¿Cómo no?! —Exclamó mi hermanita.

Mi mamá se quedó procesando mis palabras.

—¡Espera, ¿qué?! ¡¿Quién es tu novio?! —Me señaló.

—Pues Aristóteles, ¿no sabías? —Alcé una ceja y recordé que nunca se lo comenté.

—¡No me habías dicho, cabrona! —Me reclamó—. ¡Pero qué felicidad! ¡Mi niña tiene novio rico! —Empezó a gritar como desquiciada. Después de un rato en que se le pasó la emoción, Lira le recordó el asunto de la fiesta—. Maricucha, tienes que llevar a tus hermanas, ¿me oíste?

—Solo si le regresan al capítulo.

Mamá me vio feo, con cara de: "no puedes amenazar a quien te parió" pero Lira lo regresó en seguida.

—¡Ya, ya, ya está!

Me senté en el sillón con una sonrisita triunfante, esas que son tipo "siempre me salgo con la mía". Mis pensamientos fueron interrumpidos porque la señora Jessica me dio un zape en la cabeza.

 

***

 

No hice mucho en esos días, me limité a despertarme tarde, ver televisión y comer chucherías. Una tarde mis amigos y yo nos quedamos de ver en un centro comercial cercano a mi casa y de ahí fuimos a un local donde vendían helados. Nos dirigimos a una mesa desocupada y, una vez que tomamos asiento, Lola y Ronny me atiborraron de preguntas acerca de qué sucedió con mi relación.

Les expliqué que el asunto de su prometida era un compromiso por interés pero que Aristóteles pensaba romperlo.

—¿Tú crees? Porque ella es más guapa que tú —murmuró Ronny, llevándose una cucharada de helado a la boca. Fruncí el entrecejo.

—Pues sí, animal, él no tiene por qué mentirme.

—Tal vez solo te usó para acostarse contigo. —Alzó una ceja.

—Eso pensé pero después recordé que no hemos hecho nada de eso —sonreí.

Lola me tomó por los hombros y me sacudió.

—¿Por qué no?

—Ay, pues porque no se ha dado la ocasión. Y deja de sacudirme, tonta. —Mi amiga me soltó y le di una lengüetada a mi helado.

—Deberías estar lamiendo otra cosa en vez de ese helado. —La morena entrecerró los ojos en mi dirección.

Ronny empezó a carcajearse y yo rodeé los ojos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.