Tres perfectos arrogantes

Capítulo 21.

Aristóteles

 

Después de la discusión que tuve con mi madre, en la que claramente no di mi brazo a torcer, ella se excusó diciendo que no se sentía bien mientras mi padre y mis tíos se disculpaban con los invitados por el show y los despedían.

Busqué a Sue con la mirada por todas partes pero no la encontré. Ana se colocó a mi lado.

—No está.

—¿Eh? —La miré con curiosidad.

—Tu novia, no está aquí, se fue con tu primo y otra chica de cabello largo.

—Ah, ya.

Me senté en una banca y ella me imitó. Nos quedamos callados varios segundos, en los que aproveché para beber agua.

—Me alegra que hayas acabado con esto —dijo de repente—. Es lo mejor. Tantos años sintiéndonos incómodos, es un alivio, aunque lamento que hayas tenido que pasar tu cumpleaños de esta manera.

—No te preocupes —suspiré.

—Ella es agradable —murmuró de repente—. Como una bocanada de aire fresco. Me hubiera gustado ser su amiga.

—Tal vez puedan serlo.

—Eso espero.

Nos quedamos callados un rato más. Ana no era mala persona, al contrario, pero nunca pudimos congeniar como pareja. Tal vez como amigos, algún día. Enfoqué a mi abuelo, que estaba sentado en el mismo lugar desde que inició la comida, comiendo un pastelillo, justo como el que Lira le lanzó a mi madre.

Me excusé con Ana y me senté al lado del abuelo, que me enfocó con una sonrisa.

—¡Están muy buenos los pastelillos! —Exclamó señalando el suyo. Le sonreí con simpatía y asentí con la cabeza—. ¿Sabes, hijo? No estaba muy conforme con la idea de que tú fueras el heredero de mi compañía, siempre me pareciste manipulable y malo en la toma de decisiones. —Bajé la mirada al escucharlo, supuse que ya me no aceptaría—. Pero hoy demostraste determinación y firmeza frente a tu madre, que es aterradora —rio—. No cabe duda que eres el mejor, aunque no les digas a tus primos, se pondrán celosos.

—Gracias, abuelo —sonreí con sinceridad y mi gesto se amplió aún más cuando el abuelo me rodeó con sus brazos. Correspondí el gesto y nos separamos después de unos segundos.

—Y esa chica María Susana es muy agradable. Dale tiempo a tu madre, está frustrada porque las cosas no salieron como quiso pero estoy seguro que la terminará aceptando.

—¿Tú crees? —Lo vi esperanzado, era lo que más quería.

—Sí, se ve que es una buena chica. —Asintió con la cabeza repetidas veces—. Aquí entre nos, nunca estuve de acuerdo en tu matrimonio por conveniencia, ellos decían que se terminarían enamorando pero yo lo veía imposible.

—¿Verdad?

—Sí, cómo quieren que se enamore de ti una niña que te vio sacarte los mocos de pequeño.

—¡Abuelo! —Me quejé—. Ese no era yo, era Aquiles.

—Yo creo que tú también —se rio.

Quise quedarme serio pero no pude, me contagió y empecé a reírme con él. Creí que lo más duro había pasado y que las cosas se solucionarían pronto pero no conté con que mi madre fuera tan terca, ella no quería a María Susana y estaba dispuesta a sacarla de mi vida.

 

 




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