Tres perfectos arrogantes

Capítulo 26.


El lunes, al llegar a la escuela, lo primero que hice fue ir a mi salón para darle unas cuántas advertencias a Adonis. El rubio, al notarme, me saludó con amabilidad pero lo interrumpí.

—A ver, hijo de perra, ya me enteré que eres novio de mi hermana, así que cuidadito y la haces sufrir porque te lanzo a Lira, sabes que era mocosa no tiene escrúpulos, ¿verdad?

Adonis me sonrió y quiso tranquilizarme pero lo ignoré. Aquiles y Aristóteles, que al parecer no tenían idea de nada, empezaron a bombardear a su primo con preguntas.

—¿Cómo que ya eres novio de Karen?

—¿Por qué no me dijiste?

—Si te descuidas te tuerce el dedo, lo digo por experiencia —advirtió Aquiles.

—¿Por qué nunca me cuentas nada? Yo siempre te digo todo.

—Sé que andas por ahí con tu carita de “no mato ni a una mosca” pero te conozco, Gold, te conozco —seguí reclamando.

Adonis, que se hartó de escucharnos hablar a todos al mismo tiempo, pidió que hiciéramos silencio. Los tres nos callamos y lo vimos con interés.

—Sí, Karen es mi novia —se dirigió a sus primos—. No, no pienso hacerla sufrir —me dijo a mí—. Ahora vamos a lo importante…

—¡¿Qué?! ¡Entonces que te ligues a mi hermana no es importante! —Exclamé en voz alta. Varios compañeros nos vieron con interés y Adonis se dio una palmadita en la frente.

—No dije eso pero creo que no te contó lo del comercial —murmuró.

—¿Comercial? —Alcé una ceja y puse los brazos en jarra—. ¿Qué comercial?

Adonis me explicó que entre él y su abuelo, junto con el equipo de Marketing de su compañía, deseaban hacer un comercial y pensaron en mí como la estrella principal.

—¡¿En serio?! —Expresé con emoción. De repente olvidé que estaba ahí para reclamarle, así que me lancé contra él para abrazarlo con fuerza. Adonis dio un paso hacia atrás, trastabillando un poco para no caer. Aquiles rio y Aristóteles nos miró con seriedad—. Perdóname por reclamarte, tú puedes salir con mi hermana o con quien tú quieras.

—Sabía que te gustaría la idea.

En ese momento mi mirada se cruzó con la de Mindy, que veía la escena con furia. Desvié mi vista, lo que menos quería era tener problemas con esa loca. Después de algunos segundos, Aristóteles habló.

—Ya estuvo bueno, ¿no? Ahora sepárense.

—Espérate, primito, que le estoy dando un buen motivo para cumplir su sueño —rio Adonis, acariciando mi cabeza. No perdía la oportunidad para molestar a Aristóteles.

Me separé del rubio y rodeé la cintura de mi novio con ambos brazos.

—Ya, no seas celoso, él es doblemente mi cuñado —murmuré.

—Es que lo abrazas más que a mí.

—¡No es cierto! —Pronuncié—. Eres un exagerado.

—Tal vez —me sonrió—. ¿Me amarías aún si fuera un gusano?

—¿Eh? —Ladeé la cabeza.

—Eso, responde.

—No me gustan los gusanos —murmuré haciendo una mueca de asco.

—¿Entonces no?

—Bueno, a ti sí te amaría. —Me alcé de puntitas para darle un toquecito en la nariz—. De hecho de traje algo… —Fui hasta mi mochila y, cuando encontré lo que deseaba, me dirigí a él, tendiéndole una rosa.

—¿Y eso? —Miró la flor impresionado, tomándola con ambas manos.

—Es la flor del amor —le sonreí—. Te amo mucho.

—¡Mi vida, es lo más bonito que me han regalado! —Aristóteles me tomó por la cintura y me alzó un poco para darme un abrazo.

Aquiles hizo una mueca de asco y Adonis soltó una risita.

—Son adorables —dijo el rubio.

—Son pendejos, eso es lo que son —masculló el pelirrojo.

A la salida los invité al funeral de Pelusita, Lira sería la encargada de llevarlo a cabo. Aceptaron por puro compromiso, sobre todo Aquiles, que no parecía muy convencido pero decidió acompañarnos en nuestro dolor.

Después de comer, fuimos al patio, donde estaba enterrado el gatito. Lira, que llevaba un vestido negro, carraspeó para atraer nuestra atención.

—Estamos aquí para despedir a Pelusita —volvió a carraspear—. Excelente amigo, compañero, hijo, nieto y sobrino… —Se aclaró la garganta—. ¿Puedo tomar agua?

—¡No hasta que termines! —Exigió Karen.

—Okey, okey. Pelusita llegó a la familia hace diecisiete años… —Lira desdobló una hoja blanca y empezó a relatar vida y obra del gato. No dijo mucho, el animalito solo comía, dormía, jugaba e iba a su caja de arena, pero también hizo una que otra travesura digna de recordar. Cuando terminó su discurso, pidió que Karen se pusiera en medio para decir algunas palabras.

Nuestra hermana hizo caso a su petición y habló mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

—Pelusita, fuiste el mejor hijo que pude tener. —Quiso seguir hablando pero no pudo, así que se excusó, limpiando su rostro, y le dio la palabra a alguien más. Caminó hasta Adonis, que al tenerla cerca la abrazó.




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