Michelle
Mire como el hombre a mi lado tenía una triste sonrisa, era una decisión compartida, algo arriesgada pero los dioses tenían que obedecernos.
No me siento tan fuerte, no tanto como cuando él me pidió que al unísono pidiéramos aquel deseo.
—vas a estar bien, Michelle. Todos lo estaremos, gracias a ti.
Se quedó sentado frente a mi mientras todo se volvía polvo al viento.
—te… te volveré a ver?
El cerro los ojos suspirando, camine a gatas hasta el pegando mi espalda de su pecho mientras él me abrazaba.
—tal vez, estamos entrelazados, más de lo que ellos querían.
Entrelazo sus dedos con los míos, tenía pequeñas cicatrices en ellas.
—no… no soy Elizabeth ¿sabes?
Lo sentí reír dejando un beso en mis cabellos.
—lo sé, aun así, me gustas.
Murmuro contra mi oreja haciéndome erizar la piel.
—gracias por no… por … ya sabes.
Es difícil decir que gracias por no ceder ante esos impulsos que hubieran drenado toda su magia de su cuerpo dejándola en el mío.
Eso había activado la magia.
—cierra los ojos, todo va a pasar ¿sí?
Mire como todo comenzaba a llenarse aún más de neblina, me aferre a su abrazo cerrando los ojos sintiendo como el frio comenzaba a invadirme.
El viento soplo con fuerza haciéndome no querer abrir mis ojos, pero unos brazos comenzaron a zarandearme.
—Mich! Mich! Dioses levántate.
La voz de esa mujer era tan peculiar que abri los ojos solo para descubrir los cabellos rojos brillantes taparme la vista.
—Nath?
Me frote los ojos solo para mirar que estaba frente a una pequeña cascada, recuerdo esta cascada…
¿Por qué todo es tan confuso en mi mente?
—quien más si no, levántate, está por caer un monzón.
Señalo al cielo el cual estaba prácticamente negro, mire mi ropa y tenía mi ropa deportiva.
Cierto, estaba corriendo cuando decidí llorar un rato por lo ocurrido.
La muerte de mis padres.
Me deje ayudar por Nath regresando por el camino del viejo tren.
Luego de un viejo hundimiento en la tierra a unos kilómetros de aquí cambiaron el destino del tren. De todas maneras, aun parecía desolado.
Suspire cansada mientras caminaba por una hilera y Nath me imitaba subiendo por la otra soltando una pequeña risa.
—en serio no puedo creer que te hayas dormido.
Su tono de burla no paso desapercibido.
—que te puedo decir… necesitaba un tiempo a solas.
Nos salimos de la vía la cual estaba cubierta por una maraña de enredaderas delatando que hacía mucho tiempo que este lugar estaba completamente solo.
Cuando llegamos al camino por la carretera un auto deportivo paso por nuestro lado obligándonos a quedarnos muy a la orilla.
—aun no puedo creer que es el último año y… te iras?
Su tono sonaba triste, Nath es la única amiga que tengo en este lugar, Roseline es un pueblo pequeño, pero las vistas son increíbles.
—sí, mi tío quiere que nos vayamos, tiene su trabajo en la gran ciudad y dejarme sola aquí no le es fiable, no con todo lo que paso.
Caminamos hasta llegar a casa, la estructura parecía algo antaño, pero sus cimientos han sobrevivido más diluvios que cualquier cosa que construyan los arquitectos actuales.