Tres Rostros. Un Destino

El Corazón Dividido

La habitación de Elisa estaba sumida en una penumbra que parecía abrazar las paredes de piedra, dejando solo la luz tenue que provenía de las velas, parpadeando débilmente.

La atmósfera era densa, casi opresiva, como si el aire mismo se negara a moverse en un castillo que guardaba secretos oscuros, muchos de ellos enterrados en lo más profundo de sus cimientos.

Elisa se encontraba sentada frente a un espejo antiguo, sus ojos fijos en su reflejo, pero no era su imagen la que dominaba sus pensamientos. Era él. Nathaniel.

Desde su llegada a Ravencourt Manor, algo había cambiado dentro de ella. Algo que nunca había experimentado antes. Nathaniel había penetrado en su corazón, desafiando las murallas que había construido para protegerse del mundo exterior. Aún lo sentía cerca, como si su esencia estuviera flotando a su alrededor, envolviéndola en una calma extraña y a la vez torturante.

Elisa cerró los ojos y dejó que su mente recorriera los momentos que había compartido con él. La forma en que lo había visto por primera vez, su mirada sincera y profunda, su voz suave pero llena de determinación. Un amor imposible, eso pensaba, y aun así, no podía negar lo que sentía por él. Su corazón, que había estado tan frío durante años, ahora latía con una pasión que le resultaba aterradora.

-¿Qué debo hacer? -susurró para sí misma, sin esperar una respuesta.

Nathaniel era el hermano de Edgar, el hombre al que el clan Ravencourt había desterrado, la misma familia que había gobernado con mano dura y cuya magia oscura había oprimido a los suyos. Su lealtad al clan estaba arraigada profundamente, pero el amor que sentía por Nathaniel la arrastraba hacia un lugar oscuro y prohibido.

Sentía la guerra interna en su pecho. Si se unía a él, significaría traicionar todo lo que su familia representaba. El clan. El poder que su padre y madre habían mantenido con un control absoluto.

Pero, ¿era ese poder suficiente para dominar su alma? ¿Para negar lo que su corazón le pedía? Elisa no podía olvidar las palabras de su hermana Selene, sus propios temores, ni la oscura verdad que se cernía sobre ellas.

De repente, el sonido de unos pasos suaves interrumpió sus pensamientos. Vianne, su hermana gemela, apareció en la puerta, su expresión seria, pero con una suavidad en sus ojos que solo Elisa podía reconocer. Vianne había sido siempre más introspectiva, reservada, pero Elisa conocía el conflicto que también ardía en su hermana.

Ambas compartían la misma lucha, la misma desesperación, el mismo amor por Nathaniel, pero la duda siempre había sido más profunda en Vianne.

Vianne la observó en silencio por un momento antes de hablar, su voz suave, pero cargada de una tensión apenas contenida.

-¿Lo amas, Elisa? -preguntó sin rodeos, como si ya conociera la respuesta, pero necesitaba oírla de sus labios.

Elisa sintió un nudo en el estómago, sus ojos se nublaron con lágrimas que no caían. No sabía cómo responder, no quería admitirlo, pero sabía que era cierto. Sus sentimientos eran más profundos de lo que podía soportar.

-Sí. -La palabra salió casi en un susurro, y el peso de su confesión la desbordó.

Vianne cerró los ojos, como si hubiera esperado esa respuesta. Sabía lo que Elisa estaba viviendo, y lo que su corazón anhelaba, aunque nunca lo hubiera dicho en voz alta. Ambas sabían lo que significaba esa respuesta. Se trataba de una elección entre la lealtad a su familia, a su linaje, y un amor que desbordaba las fronteras de lo permitido.

-Lo sabía... -murmuró Vianne, su voz llena de dolor y compasión. Se acercó a Elisa, tocando suavemente su hombro. -Pero ¿qué podemos hacer, Elisa? ¿Nos traicionamos a nosotras mismas? ¿O seguimos las órdenes del clan?

Elisa respiró hondo, y por un momento, el peso de su decisión pareció aplastarla. Pero entonces, algo dentro de ella despertó. La fuerza de su amor por Nathaniel fue más fuerte que la lealtad al clan. Sabía que estaba arriesgando todo, pero el sacrificio, la pasión, y el deseo de liberar a Edgar... a Nathaniel... los tres estaban unidos en un destino común.

-No voy a permitir que la oscuridad gane, Vianne. -Dijo con una firmeza que sorprendió a ambas. -No voy a permitir que nos destruyan. Vamos a hacer lo que sea necesario.

Vianne la miró, su expresión llena de incertidumbre, pero también de una profunda tristeza. Sin embargo, el amor que ambas compartían por Edgar y Nathaniel era más fuerte que las sombras que las rodeaban. Finalmente, Vianne asintió, aunque sus ojos brillaban con una mezcla de miedo y esperanza.

-De acuerdo. -respondió. -Pero, si vamos a enfrentarnos a todo esto, necesitamos la ayuda de Selene. Ella puede ser nuestra clave, Elisa. Si las tres unimos nuestras fuerzas, podremos romper el ciclo.

Elisa asintió con firmeza. Sabía que tenía razón. Sin la ayuda de Selene, la batalla sería aún más difícil. Si las tres hermanas se unían, podría haber una esperanza para Nathaniel, para Edgar, y para todas las almas atrapadas por la oscuridad del clan Ravencourt.

-Voy a ir a buscarla. Tú ve con Nathaniel. No podemos perder más tiempo.

Vianne asintió, su rostro mostrando una mezcla de dolor y resolución.

-Hazlo, Elisa. -dijo, su voz apenas un susurro.

Ambas se miraron, y aunque la incertidumbre seguía pesando en sus corazones, algo en sus almas había cambiado. Ya no podían seguir sometidas. El amor había ganado, y ahora, juntas, debían enfrentar el peligro que las acechaba.




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