Tres Rostros. Un Destino

El Último Sacrificio

La luz blanca de Elisa brillaba con fuerza, como una estrella en medio de la oscuridad. Su cuerpo, al igual que el de Selene, estaba marcado por la batalla. Las cicatrices invisibles de las emociones que habían atravesado, las heridas físicas que solo el amor verdadero podría curar.

Pero, más allá de las llamas de la magia que envolvían su ser, había algo aún más poderoso: la valentía. La luz de su magia blanca, nacida de su amor por Nathaniel, emanaba con tal intensidad que nada podía compararse a ella.

Mientras las sombras se deshacían, Nathaniel, finalmente liberado de las lianas negras que lo mantenían cautivo, cayó al suelo con un peso que no era solo físico. Edgar, a su lado, también se reincorporó. Aunque su cuerpo temblaba de agotamiento, su rostro brillaba con la firmeza de un hombre que, aunque herido, no había perdido la esperanza.

Selene y Elisa intercambiaron miradas de alivio. Finalmente, se habían reunido. Pero el momento de tranquilidad fue breve, como un respiro entre una tormenta interminable.

De repente, un rugido de Vianne retumbó en la sala. La oscuridad que la rodeaba comenzó a distorsionarse, girando y retorciéndose como un remolino de sombra. Vianne estaba de pie, su cuerpo encorvado por la carga de la magia oscura.

Pero sus ojos, antes vacíos y distantes, ahora reflejaban un odio profundo. La oscuridad que la poseía la había cambiado, la había consumido completamente, y ya no había rastro de la hermana que una vez había sido.

-¡¿Qué creían?! -la voz de Vianne se alzó, como una tormenta en el océano- ¡Nada puede detenerme! Yo soy el verdadero poder. Yo soy la oscuridad que gobierna este castillo. No hay luz que pueda arrastrarme hacia la luz. ¡Nada! ¡Nadie!

La magia oscura de Vianne se intensificó, surgiendo de su cuerpo como sombras vivas. Selene, Elisa, Nathaniel y Edgar se colocaron uno al lado del otro, listos para enfrentarse a su hermana. Pero lo que vieron no era solo a Vianne. Era la manifestación de la oscuridad misma, una fuerza que había estado controlando a la familia Ravencourt por generaciones.

Selene se adelantó, su luz blanca brillando en un esfuerzo para calmar a Vianne.

-¡Vianne, aún hay tiempo! ¡No dejes que la oscuridad te consuma! ¡Lucha contra ella! -gritó Selene, su voz llena de desesperación.

Pero Vianne solo se rió. Un sonido cruel, amargo, que llenó el aire con el eco de su sufrimiento y su frustración.

-¿Y qué hay de ti, Selene? -la voz de Vianne estaba llena de veneno- ¿Por qué deberías salvarme? Después de todo lo que me hiciste, después de todo lo que ustedes me arrebataron... ¿por qué debería luchar por ustedes?

Edgar, viendo cómo Vianne era consumida por la oscuridad, apretó los puños. Su amor por Selene lo hacía fuerte, pero también lo llenaba de una desesperación insoportable. Vianne era su hermana, su sangre, su familia. Y aunque la oscuridad la había torcido, había una pequeña chispa de la verdadera Vianne que todavía vivía en su corazón.

-No podemos dejar que esto siga. -dijo Edgar, su voz ronca, pero decidida. -Elisa, ¿estás lista?

Elisa lo miró, el fuego de su magia blanca resplandeciendo en sus ojos. Ella sabía lo que tenían que hacer.

-Sí, Edgar. Lo estamos. -dijo Elisa con firmeza, su voz resonando como una declaración de guerra.

La batalla comenzó.

Las sombras se levantaron como un enjambre. Vianne alzó las manos, y de ellas brotaron monstruos formados de pura oscuridad. Criaturas colosales que se lanzaron sobre los cuatro. Pero Elisa, con el poder de la luz en su corazón, conjuró un campo de energía blanca que desintegró a los primeros monstruos que atacaron.

Selene levantó sus manos y creó un escudo de energía pura que deshizo la magia oscura, pero Vianne no se detuvo. Ella gritó, y las sombras se elevaron como un monstruo apocalíptico.

Nathaniel, con su magia blanca también fluyendo en su interior, se unió al ataque. Los rayos de luz que emanaban de sus manos golpeaban las sombras y las disolvían, pero la oscuridad no cedía. Vianne no solo estaba usando magia oscura; estaba usando su propio dolor, su propio resentimiento, como el combustible para hacer crecer la sombra.

La batalla era feroz. Las luces de la magia blanca contrastaban con la niebla negra que rodeaba a Vianne. El eco de la lucha resonaba por todo el castillo, y la tierra misma parecía temblar bajo el peso del enfrentamiento.

-¡Vianne! -gritó Elisa, intentando llegar a ella con la luz de su magia- ¡Lucha! ¡No eres esto!

Pero Vianne solo veía la oscuridad. En su mente, la envidia la devoraba. Las imágenes de Selene y Elisa abrazadas por Nathaniel y Edgar eran como cuchillos en su alma. La oscuridad aprovechó eso, alimentándose del dolor que sentía por haber sido olvidada, reemplazada por otros amores, otras promesas.

-¡No! -gritó Vianne, su cuerpo vibrando con la furia que la poseía. -¡Soy más fuerte que ustedes! ¡Más fuerte que cualquier amor que intenten mostrarme!

Y entonces, la sombra que la rodeaba se alzó como un tsunami de oscuridad. Vianne levantó sus manos, y las raíces de los árboles oscuros comenzaron a moverse. Selene y Elisa se lanzaron hacia adelante, pero Vianne desató una última oleada de magia oscura, alcanzando a las hermanas con la fuerza de un golpe mortal.

Edgar y Nathaniel saltaron hacia Vianne, intentando intervenir, pero las sombras se alzaron contra ellos. La batalla estaba en su punto culminante, y las fuerzas de la oscuridad eran casi irresistibles.

Pero Elisa y Selene no se rindieron. En ese momento, comprendieron lo que necesitaban hacer. El sacrificio era lo único que podría salvarlas. Con un último suspiro de desesperación, Elisa levantó sus manos, uniendo su magia con Selene.

La luz blanca se intensificó, y en su interior, Elisa sintió que el amor por Nathaniel y el sacrificio por Vianne se fusionaban. La magia de las hermanas alcanzó su pico más alto. Las raíces de Vianne, al estar alimentadas por su dolor, comenzaron a retorcerse, y la magia de las sombras fue desintegrándose.




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