Tres Rostros. Un Destino

La Luz que Perdura

La luz del amanecer se derramaba sobre las tierras de Ravencourt Manor como una bendición, bañando las antiguas piedras del castillo con una suavidad dorada.

Los muros, alguna vez marcados por la oscuridad, ahora reflejaban una luz cálida que parecía abrazar cada rincón, disipando las sombras que durante tanto tiempo habían gobernado en Ravencourt.

La magia oscura que una vez había definido a la familia, desaparecía con cada rayo de sol que penetraba el castillo, y con ella, el peso de siglos de secretos y sufrimiento.

La triada de luz, formada por Selene, Elisa, y Vianne, había logrado lo impensable: liberar a su familia del yugo de la oscuridad. Pero el precio de esa liberación había sido alto, y ahora, mientras el sol se alzaba sobre las colinas, las hermanas se encontraban en una encrucijada emocional.

La oscuridad había sido vencida, sí, pero también había traído consigo la separación de la triada que tanto había luchado por mantener unida.

Selene y Elisa, aunque felices de ver a sus amados a su lado, no podían evitar sentir el vacío dejado por la ausencia de Vianne. A pesar de su regreso a la luz, Vianne había decidido alejarse de todo y de todos, como si su alma necesitara sanar en soledad.

Aunque Selene y Elisa intentaron llamarla, no hubo respuesta. Vianne había desaparecido en la misma neblina que una vez había envuelto el castillo.

El día de la doble boda se acercaba, una celebración que unía dos clanes, dos mundos que hasta entonces habían estado divididos por secretos oscuros y viejas rencillas.

Edgar y Selene, Nathaniel y Elisa, se preparaban para sellar sus votos en una ceremonia que, además de ser una declaración de amor, representaba la unión definitiva de los Ashmere y los Ravencourt. La paz reinaba, pero el precio de la libertad seguía gravitando en sus corazones.

Edgar, al regresar a su casa, no podía evitar sonreír al ver a su familia y amigos reunidos en torno a él. Los Ashmere habían estado dispersos, perdidos en la sombra durante tanto tiempo, pero ahora, con la derrota de la oscuridad, se encontraban finalmente reunidos.

El amor que Selene le había mostrado había sido un faro en medio de la tormenta, y él no podía esperar para compartir su felicidad con todos los que habían sido parte de su vida.

Nathaniel, a su lado, también sentía el peso de la victoria, pero en su alma había una sensación de gratitud que lo llenaba de paz. Había encontrado a Elisa, y esa conexión de amor y poder había sido la clave para salvar a su familia, a Vianne, y a Ravencourt Manor. Miraba a Elisa, su amada, con los ojos llenos de promesas, y no podía imaginar un futuro sin ella.

La preparación para la boda estaba llena de risas, colores brillantes, y adornos que cubrían los salones del castillo. Las mesas estaban llenas de flores blancas, de colores suaves que contrastaban con las sombras de antaño. Los sirvientes se apresuraban para decorar el gran salón donde la ceremonia tendría lugar, mientras los Ravencourt y los Ashmere se unían por fin, dejando atrás los secretos y la oscuridad.

Sin embargo, el vacío dejado por Vianne no podía ser ignorado. Elisa y Selene sabían que su hermana, aunque había sido liberada, no podía encontrar la paz mientras su corazón estuviera atrapado en el dolor del pasado.

El amor que Vianne había dado a sus hermanas y a sus amados, aunque poderoso, se había visto oscurecido por la magia. Selene sentía que el daño que Vianne había sufrido era profundo y que, aunque Vianne lo había superado, las heridas seguían abiertas en su alma.

Elisa suspiró, mirando al horizonte mientras su mano se posaba sobre el brazo de Nathaniel.

-Vianne debe sanar a su manera. -dijo, con voz suave. -No podemos forzarla a que regrese a nosotros, pero siempre la tendremos en nuestros corazones. No la dejaremos sola.

Selene, que había estado callada por un momento, asintió.

-Lo sé. Pero me duele. Todo esto me duele.

Mientras las palabras flotaban en el aire, una calma extraña se asentó en el castillo. La oscuridad ya no tenía control sobre ellos, pero las cicatrices de la batalla seguían ahí, no en sus cuerpos, sino en sus almas. Aún así, Selene no podía evitar sonreír mientras miraba a Edgar, quien se acercaba para tomar su mano con una ternura que solo él podía mostrarle.

Vianne, por su parte, se encontraba en los pasillos del castillo, alejándose de las celebraciones. Su corazón estaba dividido entre el amor por sus hermanas y el dolor que aún la atormentaba.

Había algo que no podía comprender: cómo podía seguir adelante después de todo lo que había hecho. La oscuridad que había estado a punto de devorarla aún se aferraba a su alma, y Vianne se encontraba perdida, entre la luz y la sombra.

Vianne se sentó frente a un ventanal del castillo, mirando el horizonte. Las sombras caían lentamente sobre el suelo, pero la luz comenzaba a brillar en su interior.

Vianne sabía que debía encontrar la manera de sanar, de perdonarse a sí misma, de liberarse del dolor que la había mantenido atrapada durante tanto tiempo. Pero el peso de la culpa seguía siendo su sombra, y aunque estaba rodeada de amor, Vianne no podía dejar de sentirse sola.

El sol comenzaba a ponerse, y con él, las sombras alzaban sus brazos, recordando a Vianne todo lo que había perdido. Pero también sabía que el amor de sus hermanas y sus amados era lo que podría salvarla.

En ese momento, Vianne levantó la cabeza, y por primera vez en mucho tiempo, vio la luz del sol que entraba por el ventanal. Era pequeña, pero suficiente para darle esperanza.

Aunque la unión de los Ashmere y Ravencourt representaba la paz, Vianne aún luchaba por encontrarla. El amor que ella había recibido a lo largo de su vida, aunque profundo, no podía llenar el vacío dejado por su dolor.

Y mientras las celebraciones seguían, Vianne se encontraba sola, luchando por comprender su propio corazón, por sanar las heridas que ni el amor más puro podría curar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.