Tres Rostros. Un Destino

La Conexión en las Sombras

El aire en Ravencourt Manor se volvía cada vez más pesado con el paso de los días. La magia oscura que había atormentado la mansión durante generaciones aún se cernía sobre el lugar, pero ahora, un nuevo tipo de oscuridad tomaba forma en su interior.

Era la magia de los Delacroix, la misma que Adrian había heredado, y que se entrelazaba con la naturaleza misma de Vianne. A pesar de su dolor, Vianne sentía una conexión inexplicable con él. La presencia de Adrian en su vida era más que un simple encuentro. Había algo en su sufrimiento, algo en sus cicatrices, que la hacía sentirse menos sola.

Vianne observaba a Adrian desde la distancia. Cada día, él parecía estar más cerca de recuperar su energía, pero lo que más le preocupaba era el vacío en su interior, la forma en que su mente se mantenía atrapada en un laberinto de recuerdos rotos.

Sabía que la oscuridad lo rodeaba, pero también veía la vulnerabilidad en sus ojos. Era un hombre marcado por el pasado, por un pacto antiguo que ni él mismo comprendía completamente.

A medida que los días pasaban, Vianne comenzaba a notar algo más. Adrian, aunque debilitado, parecía estar despertando algo en ella. La oscuridad que había invadido su alma en el pasado comenzaba a disiparse, pero no sin dejar cicatrices.

La conexión que sentía con él no solo era compasión o amor, sino también una creciente atracción que no podía comprender. Algo en su dolor, en su lucha por escapar de la oscuridad, la llamaba.

Una tarde gris, después de semanas de cuidados y gestos de cariño, Vianne se encontró frente a Adrian, sentada cerca de la chimenea del salón principal del castillo.

El fuego crepitaba suavemente, lanzando destellos de luz que iluminaban sus rostros, contrastando con la frialdad que impregnaba el aire. Adrian estaba de pie frente a ella, mirando por la ventana, su mirada perdida en el horizonte. Vianne lo observaba, sintiendo la tensión creciente en el aire.

Vianne se levantó y caminó hacia él, su voz suave, casi un susurro.

—Adrian... —dijo con cautela. —¿Lo recuerdas? Todo lo que te hice... Te salvé, pero algo en mí sigue sin estar en paz.

Adrian la miró de reojo, su rostro marcado por la fatiga, pero había algo más en sus ojos. Un brillo oculto, como si estuviera buscando respuestas en ella, pero también algo más. Una conexión, un anhelo mutuo.

—No lo sé... —respondió Adrian, su voz grave y cargada de dolor. —Recuerdo fragmentos... sombras que me persiguen. Pero tú... tú eres diferente. Lo que siento por ti... es más que gratitud. Hay algo en ti que me... me atrae. Algo que ni yo mismo entiendo.

La verdad estaba flotando entre ellos, sin palabras que pudieran describirla. Vianne dio un paso más cerca, su corazón latía más rápido a medida que la atracción que sentía por Adrian crecía, pero también lo hacía la inquietud que la consumía. Ella sabía que la oscuridad que había arrastrado su familia estaba demasiado cerca, pero la atracción hacia Adrian era innegable.

Sin decir palabra alguna, Adrian se acercó lentamente, sus ojos fijos en ella, como si una fuerza invisible los uniera. El aire entre ellos se volvió espeso, cargado de una energía palpable que había estado acumulándose durante semanas.

Vianne sintió cómo su alma reaccionaba ante su cercanía. El deseo de escapar, de huir de la oscuridad, de encontrar un propósito junto a él, se hacía cada vez más fuerte. Pero también sabía que no podía escapar de su destino. No podría huir de su propia sombra.

—¿Qué estamos haciendo, Adrian? —preguntó Vianne, su voz temblorosa. —Todo lo que nos rodea... es oscuridad. Y el amor que siento por ti... —sus palabras se ahogaron en el aire.

Adrian no respondió. En su lugar, levantó una mano y la colocó suavemente sobre el rostro de Vianne, acariciando su mejilla con un gesto tierno pero lleno de una intensidad que la sorprendió. Vianne cerró los ojos, sintiendo su toque, la calidez de su mano, el vínculo que se estaba formando entre ellos, a pesar de los secretos que aún permanecían ocultos en sus corazones.

—Vianne... —susurró Adrian, su voz profunda y cargada de emoción. —No podemos cambiar lo que somos, lo que nos ha sido impuesto. Pero podemos decidir cómo enfrentar esto. Y yo... yo decido enfrentarlo contigo. A tu lado.

Una calma extraña se apoderó de Vianne en ese momento. El peso de la oscuridad, aunque aún presente, parecía disminuir. La promesa de Adrian, de enfrentarse a todo lo que el destino les había preparado, la tocó en lo más profundo.

No importaba lo que había sucedido en el pasado, ni lo que el futuro pudiera deparar. Lo único que importaba era que Adrian y ella compartían un vínculo que los uniría más allá de las sombras.

Esa misma noche, mientras las estrellas iluminaban el cielo, Vianne y Adrian se sentaron juntos en el jardín, rodeados por las sombras del Ravencourt Manor.

El castillo, antes una prisión de dolor, ahora parecía un lugar de posibilidades. La luna reflejaba una luz plateada en las aguas del estanque, y el viento suave acariciaba sus rostros mientras sus manos se entrelazaban.

Vianne respiró profundamente, sintiendo la calidez de Adrian a su lado. El amor que compartían, aunque complicado, difícil y marcado por el pasado, era suyo. No necesitaban palabras para entenderse. El dolor de sus almas se había fusionado, y la oscuridad que los había separado ahora estaba siendo enfrentada por una fuerza mucho más poderosa: el amor.

La historia de Vianne y Adrian apenas comenzaba. Su lucha por sanar, por enfrentar su destino, por liberarse de las sombras de su familia, estaba lejos de terminar. Pero por primera vez, en sus corazones había luz, y juntos, estaban listos para enfrentarse a todo lo que viniera.




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