Tres Rostros. Un Destino

La Sombra del Temor

El aire en Ravencourt Manor se había vuelto denso, cargado con una sensación de presagio que se asentaba sobre cada rincón de la mansión. Aunque la luz de la mañana iluminaba el castillo, su resplandor parecía débil y sombrío, como si la casa misma estuviera expuesta a una oscuridad más profunda que no podía ser disipada ni por el sol más brillante.

Vianne caminaba por los pasillos, inquieta, como si algo en el castillo estuviera cambiando, pero no podía dar nombre a esa sensación. Sentía la presencia de Adrian cerca, pero había algo en él que ya no era el mismo.

Desde que había regresado al castillo, la oscuridad había comenzado a acechar nuevamente, no solo alrededor de Ravencourt Manor, sino dentro de Adrian.

Algo oscuro y corrosivo había despertado dentro de él, y Vianne lo sabía, pero no entendía qué era. Su vínculo con él había crecido de manera profunda, pero algo en su interior le decía que todo estaba a punto de cambiar.

En una de las habitaciones, Adrian se encontraba solo, mirando por la ventana, su rostro sombrío y pensativo. Había pasado días desde que había llegado a la mansión, y cada momento parecía sumergirlo más en su tormento interior.

No podía dejar de recordar las palabras de su familia, de su linaje maldito, y cómo la magia oscura había marcado su destino desde su nacimiento. Sabía que estaba luchando contra algo mucho más grande que él. Y lo peor de todo era que sentía que su oscuridad interior comenzaba a apoderarse de él, erosionando poco a poco la luz que había encontrado con Vianne.

Vianne entró en la habitación con cautela, sus pasos eran suaves, pero su mirada no podía ocultar la preocupación que sentía al verlo así. Adrian estaba en la ventana, sus ojos mirando el horizonte como si estuviera viendo algo que no podía comprender.

—Adrian… —su voz temblaba ligeramente. — ¿Qué sucede? —preguntó, acercándose con paso firme, aunque su corazón estaba lleno de incertidumbre.

Adrian no respondió de inmediato. Sus ojos se cerraron un instante, y cuando los abrió, había algo en ellos que Vianne no reconocía: un vacío profundo, como si algo se hubiera apagado dentro de él.

—Vianne, no puedo más. —su voz era baja, quebrada— El mal dentro de mí es más fuerte de lo que pensaba. Me está consumiendo, y temo que te haga daño.

Vianne sintió un nudo en el estómago, pero no dejó que su rostro mostrara miedo. Adrian no podía irse, no podía alejarse de ella. Sin importar lo que pasara, ella no lo dejaría ir.

—No. —dijo, casi con firmeza, mientras daba un paso hacia él. No vas a irte. No te dejaré alejarte de mí.

Adrian se volvió hacia ella, su rostro marcado por la desesperación. Un reflejo oscuro de su lucha interna brillaba en sus ojos.

—¡Tú no entiendes! —gritó, su voz llena de dolor y angustia. — ¡No puedes estar cerca de mí! No sé cuánto más puedo resistir esta oscuridad que me consume. Y lo peor es que la estoy viendo en tus ojos. ¿Y si te hago daño, Vianne? ¿Qué harás entonces?

Vianne lo miró, sus ojos llenos de determinación. Podía sentir el miedo en Adrian, pero también sabía que él no podía huir de lo que estaba pasando. La oscuridad lo estaba arrastrando, y en ese momento, ella también entendió que su propia sombra era parte de todo esto.

—No voy a dejar que te vayas. —dijo Vianne, tomando su rostro entre sus manos, mirando profundamente a sus ojos. —Estamos conectados. Y aunque la oscuridad intente separarnos, no lo logrará.

El ambiente se volvió más pesado, como si la propia Ravencourt Manor estuviera sintiendo el tormento que ambos experimentaban. La luz de la luna que entraba por la ventana comenzó a oscurecerse, cubriendo la habitación con una sombra ominosa.

Adrian retrocedió, pero en su interior sentía el miedo y la lucha. Sabía que Vianne estaba allí para ayudarlo, pero la oscuridad seguía susurrando, prometiéndole poder, prometiéndole que solo él podría dominarla. Pero la respuesta que Vianne le dio fue más poderosa que todo lo que la oscuridad podía ofrecerle.

—No me dejarás, Adrian. Porque yo también tengo algo porque luchar. —su voz resonó con fuerza, y una energía cálida comenzó a emanar de ella, como una luz que comenzaba a envolverlos a ambos.

De repente, las paredes de la habitación comenzaron a temblar. La oscuridad, como si respondiera a las palabras de Vianne, comenzó a tomar forma. El aire se volvió denso, y una niebla negra comenzó a rodear a ambos, como una serpiente retorciéndose.

De las sombras, una figura oscura emergió, alzándose lentamente frente a ellos. Era una figura humana, pero no humana, cubierta por una capa de sombras vivas que se movían como si tuvieran vida propia.

Vianne dio un paso hacia adelante, pero Adrian la detuvo con su mano, temeroso de que la oscuridad lo controlara completamente. Vianne, sin embargo, no retrocedió.

—Lo enfrentaremos juntos, Adrian. No dejaré que te consuma.

La figura sombría, al ver la luz blanca que emanaba de ellos, lanzó un rugido de furia, como si hubiera reconocido el poder que la luz contenía. En su interior, el monstruo de sombras comenzó a girar, su poder oscuro creciendo con cada segundo.

Adrian miró a Vianne, y por primera vez, sin miedo, extendió su mano hacia ella. Vianne la tomó con determinación. Juntos, crearon una barrera de luz que comenzó a expandirse, llenando la habitación con una energía tan brillante que la oscuridad comenzó a ceder.

Pero no sin resistencia. De repente, la oscuridad comenzó a formarse nuevamente, esta vez más fuerte. Vianne y Adrian sintieron la presión de la sombra creciente a su alrededor, pero en su corazón sabían que no podían rendirse.

La batalla había comenzado de nuevo. La lucha por salvar sus almas y destruir la oscuridad que los rodeaba era más intensa que nunca. Vianne y Adrian se unieron como nunca antes, enfrentándose a la oscuridad que había marcado sus destinos, pero al mismo tiempo, abrazando la luz que había surgido entre ellos.




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