Tres Rostros. Un Destino

La Batalla Contra la Oscuridad

El aire estaba cargado de tensión, vibrando con una energía oscura que parecía apoderarse de cada rincón de Ravencourt Manor.

Vianne y Adrian se encontraban uno frente al otro, rodeados por la oscuridad que emanaba de las paredes mismas del castillo. La atmósfera se volvía densa, casi palpable, como si todo lo que había ocurrido hasta ahora fuera solo un preludio de lo que estaba por suceder.

La oscuridad tomó forma, no solo como una niebla, sino como una bestia tangible, que surgía de los rincones oscuros del castillo con una furia incontrolable. La figura se alzó ante ellos, monstruosa y gigantesca, como un espectro oscuro que quería devorarlos. La sombra que se había apoderado de Adrian y que había consumido Vianne en el pasado parecía cobrar vida propia, en busca de venganza.

Vianne sentía cómo su corazón latía con fuerza en su pecho, cada músculo tenso, cada sentido al borde. Sabía que esta era la batalla definitiva, la lucha por su alma y la de Adrian. No podían escapar. No podía permitir que la oscuridad volviera a atraparlos, no cuando finalmente había encontrado algo que valía la pena luchar.

Adrian, a su lado, respiraba con dificultad, su poder luchando por liberarse, pero el peso de la magia oscura aún lo mantenía atado. El miedo y la desesperación se reflejaban en sus ojos, pero también había algo más.

Un fuego, una determinación que había sido despertado por Vianne y su fuerza. La luz blanca que habían creado juntos comenzaba a brillar con intensidad, irradiando de ellos como un faro contra la oscuridad.

Vianne dio un paso al frente, extendiendo sus manos hacia la figura oscura. Las sombras que se arremolinaban a su alrededor intentaron envolverse en su cuerpo, pero ella, con toda su fuerza, gritó al cielo.

—¡No! —su voz resonó con poder, como una orden que atravesó la oscuridad. Su magia blanca se alzó a su alrededor, iluminando el castillo con una luz cegadora.

La figura oscura retrocedió por un momento, chillando en un idioma antiguo, un sonido que causaba dolor en el corazón. Pero no se detuvo. De hecho, creció más fuerte. La sombra se arremolinó a su alrededor como una tormenta, creciendo con cada momento. Adrian, mirando a Vianne, comprendió lo que debía hacer.

—Vianne… —susurró, su voz llena de desesperación, pero también de esperanza. —Hazlo, lo haremos juntos. No podemos dejar que nos venza.

Vianne, con sus ojos fijos en él, asintió. Sin decir palabra alguna, sus manos se elevaron y una explosión de luz pura estalló en el aire. Adrian, tomándola de la mano, unió su energía a la de ella.

La magia blanca de ambos se combinó en un resplandor cegador, un faro de luz contra las sombras. El aire a su alrededor comenzó a vibrar, como si el mismo espacio estuviera desgarrándose.

La fuerza de la magia blanca formaba un escudo que rodeaba sus cuerpos, protegiéndolos de la oscura entidad que los atacaba.

La criatura monstruosa, formada por pura oscuridad, rugió y se abalanzó hacia ellos, pero la luz era más fuerte. Las sombras intentaron arrastrarlos, pero la barrera de magia blanca los mantuvo a raya.

La figura de la oscuridad, por un momento, parecía desmoronarse bajo la intensidad de la luz que Vianne y Adrian emitían. Sin embargo, la lucha estaba lejos de terminar. La oscuridad se reorganizó, reformándose en una masa densa que rodeaba el salón, apretando cada vez más, buscando la oportunidad de devorarlos.

Vianne, ahora con más determinación que nunca, amplificó su magia. El suelo comenzó a temblar bajo sus pies, y las paredes del castillo crujieron, como si toda la estructura de Ravencourt Manor estuviera soportando una presión insoportable.

Con cada impulso de magia que Vianne emitía, la oscuridad retrocedía un poco más. El aire se volvía más ligero a medida que las sombras se desvanecían, pero aún había algo que los acechaba, algo dentro de la oscuridad que no se rendiría fácilmente.

Adrian, con el poder de Vianne fluyendo a través de él, extendió su otra mano hacia la criatura. Sus ojos brillaron con una luz dorada mientras la energía blanca se amplificaba en su interior.

—¡Desaparece! —gritó, su voz resonando en la vastedad de la sala.

Las sombras comenzaron a disolverse bajo la fuerza de su magia, pero la entidad seguía resistiendo. Era como si la oscuridad estuviera luchando por aferrarse a la vida, a un destino que no podía aceptar.

En un último esfuerzo, Vianne y Adrian unieron sus energías al máximo, creando una explosión de luz tan potente que iluminó todo el castillo. La oscuridad que envolvía a la criatura comenzó a disolverse en el aire, como si estuviera siendo absorbida por la luz misma.

Finalmente, con un rugido desgarrador, la figura oscura se desintegró, desapareciendo en una nube de polvo negro. El castillo quedó en silencio, la tensión en el aire desvaneciéndose gradualmente.

Las paredes de Ravencourt Manor volvieron a ser sólidas, pero había algo diferente en ellas. Las sombras que antes las llenaban ahora se habían ido, reemplazadas por una luz cálida y reconfortante.

Vianne cayó de rodillas, agotada, pero su rostro reflejaba una expresión de alivio profundo. Adrian, también cansado, se arrodilló junto a ella, tomándola en sus brazos. No había palabras entre ellos, solo la sensación de que, juntos, habían derrotado a lo imposible.

El castillo de Ravencourt Manor había sido liberado, pero el precio de esa victoria había sido alto. Vianne y Adrian se habían enfrentado a la oscuridad en su forma más pura, pero también se habían encontrado a sí mismos en el proceso.

Había un vínculo entre ellos que nunca podría romperse. Aunque la batalla había terminado, el camino hacia la redención de ambos recién comenzaba.




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