El aire en Ravencourt Manor había quedado más tranquilo tras la batalla contra las sombras. Vianne y Adrian, aunque exhaustos, lograron encontrar un respiro. Pero dentro de Adrian, la batalla interna no había terminado. La lucha por su alma seguía, ya que las cicatrices de su linaje no se podían borrar fácilmente.
A medida que los días pasaban, Adrian comenzaba a recordar más fragmentos de su vida anterior. Sus recuerdos eran como piezas dispersas de un rompecabezas, imágenes que se desvanecían con el paso del tiempo. Pero había una historia que aún no comprendía completamente. La historia de su familia, los Delacroix, y el pacto que había marcado su destino.
En sus momentos de soledad, Adrian se retiraba al jardín, donde el viento soplaba con suavidad, como un susurro de los secretos que aún quedaban por desvelar. La mansión, ahora liberada de la oscuridad, parecía haberle devuelto una parte de su alma, pero algo seguía atormentándolo.
Había algo oscuro en sus recuerdos que no lograba entender, algo que lo conectaba con su familia, con los pactos prohibidos, con la magia que había corrompido a los Delacroix durante generaciones.
Una tarde gris, mientras Vianne revisaba los antiguos grimorios de la familia Delacroix que se encontraban en la biblioteca de Ravencourt Manor, encontró algo que la hizo detenerse. Los libros estaban cubiertos de polvo, y las páginas amarillentas susurraban secretos de tiempos olvidados.
Pero uno de ellos, en particular, parecía emitir una energía extraña. Vianne lo tomó con cautela, pasando las páginas lentamente.
El libro narraba la historia de Jacques Delacroix, el patriarca de la familia, y cómo había hecho un pacto con una entidad oscura en busca de poder. La historia, escrita en un lenguaje antiguo, hablaba de un sacrificio: la entrega de su alma y la de sus descendientes a cambio de un poder que nadie debería haber deseado. Jacques Delacroix había buscado el control absoluto, y por ello, había sellado el destino de su linaje con sangre.
El pacto que había hecho con la entidad oscura había marcado a toda la familia Delacroix, convirtiéndolos en servidores de la oscuridad. A lo largo de los años, cada generación había caído bajo la influencia de esa entidad, siendo utilizados para fines oscuros y sombríos.
Adrian, sin saberlo, había nacido con esa maldición, la misma que había consumido a su familia. La magia oscura no era solo un legado, sino una maldición que lo marcaba desde su nacimiento.
Vianne dejó caer el libro con las manos temblorosas. Sus pensamientos se entrelazaban con el dolor y la culpa. Adrian no había elegido esta oscuridad. Él era una víctima, como ella lo había sido. La magia de los Delacroix no solo era oscura, sino corrupta, y la única forma de liberarse de ella era enfrentarse directamente a su origen.
Esa noche, cuando Adrian llegó al jardín, Vianne lo observó desde la ventana. Algo en él había cambiado, como si la oscuridad lo estuviera reclamando nuevamente. Los recuerdos de su familia, de su linaje maldito, comenzaban a arrastrarlo de nuevo. Vianne lo sabía. No podía dejar que se perdiera otra vez.
Se acercó a él con paso firme, sus pasos resonando en la quietud de la noche. Cuando Adrian la vio acercarse, su rostro reflejaba la misma confusión y dolor que había sentido cuando llegó al castillo.
-Adrian... -su voz era suave, pero llena de determinación. -Tienes que escucharme. Tu familia hizo un pacto, un pacto oscuro que ha marcado a todos los Delacroix. Tienes que enfrentarlo, romper con eso.
Adrian la miró, sus ojos brillando con el mismo dolor que sentía en su interior. -Lo sé, Vianne. Sé lo que mi familia ha hecho. Pero no puedo liberarme de esto. No sé cómo. El poder de esa oscuridad me consume. Siento su presencia en mí, como si ya no fuera el mismo.
Vianne dio un paso más cerca, sus manos temblorosas pero decididas. -No estás solo, Adrian. No vas a enfrentarlo solo.
Ella le tomó las manos, su energía comenzando a entrelazarse con la de él. Vianne sentía el peso de la oscuridad sobre Adrian, pero también sentía la luz que había despertado en él. Juntos, podían enfrentarlo. La luz que ella había aprendido a dominar a lo largo de los años era lo único que podía detener la oscuridad que su familia había sembrado.
Adrian cerró los ojos, sintiendo la conexión con Vianne. La oscuridad seguía acechando en lo más profundo de su alma, pero por un momento, la luz que ella le ofrecía lo rodeó, lo envolvió. Su corazón latió más fuerte, como si se estuviera liberando de una prisión invisible.
-Juntos, podemos romper el ciclo. -dijo Vianne, su voz llena de fuerza. -Tu alma no está perdida, Adrian. No dejaré que eso te suceda.
El día siguiente, Vianne y Adrian decidieron enfrentar juntos la oscuridad de su linaje. Sabían que el camino no sería fácil, pero algo había cambiado en ellos. No estaban solos. Vianne había encontrado en Adrian la misma fuerza que ella había buscado durante tanto tiempo: la luz en la oscuridad, la oportunidad de redención.
El castillo Ravencourt Manor se había levantado de nuevo, pero lo que se alzaba ahora era una casa de sombras dispersas, un lugar donde el dolor y la oscuridad se encontraban con la luz de un amor que nunca había sido permitido. El viaje de Vianne y Adrian acababa de comenzar, y el destino les había preparado un camino lleno de desafíos. Pero esta vez, no se enfrentarían a ellos solos.
La batalla contra la oscuridad estaba lejos de haber terminado, pero ahora Vianne y Adrian tenían una razón más para luchar. El amor y la luz que compartían les darían la fuerza para destruir el legado maldito de los Delacroix.
Lo que Vianne y Adrian no sabían aún era que los ecos de la magia oscura que rondaban Ravencourt Manor seguirían persiguiéndolos, pero juntos, enfrentarían todo lo que viniera.