Tres Rostros. Un Destino

El Último Lamento de la Oscuridad

El viento gélido barría Ravencourt Manor, un viento que parecía susurrar entre los pasillos y las paredes de piedra. El castillo, antes iluminado por la suave luz del día, ahora se encontraba envuelto en un manto de oscuridad palpable.

La batalla contra la magia oscura había dejado cicatrices no solo en el castillo, sino también en los corazones de aquellos que habían luchado por liberarlo.

Vianne estaba de pie en el jardín, mirando al horizonte. El sol se había puesto hacía horas, pero no parecía importar ya. La oscuridad, aunque vencida parcialmente, seguía acechando desde las sombras. Adrian estaba cerca de ella, su rostro marcado por la fatiga, sus ojos aún reflejando la batalla interna que libraba.

Aunque habían ganado una batalla importante, la guerra no había terminado. La oscuridad que los había perseguido durante tanto tiempo aún se cernía sobre ellos.

El vínculo entre Vianne y Adrian se había fortalecido, pero también había algo más. Algo más oscuro, algo que Adrian no había contado aún. A pesar de la paz temporal, Vianne no podía evitar sentir que la oscuridad no los había dejado del todo.

Adrian se acercó lentamente, su figura oscurecida por la sombra que aún se alzaba sobre él. Aunque se había unido a la lucha contra su destino, algo en su interior no se había liberado por completo.

—Vianne… —su voz era suave, pero cargada de dolor— ¿Y si nunca podemos escapar del todo?

Vianne lo miró, su corazón latiendo con una mezcla de esperanza y desesperación. Había algo en Adrian que siempre la había atraído, algo que iba más allá de su sufrimiento. Pero el miedo seguía acechando en sus corazones, especialmente en Adrian.

—No puedo vivir en la oscuridad, Adrian. —dijo Vianne con una firmeza que no se había dado cuenta que poseía. —Y tú tampoco lo harás.

Pero Adrian sólo bajó la cabeza, como si las sombras que lo rodeaban estuvieran más cerca que nunca. Vianne sentía el peso de su dolor, la lucha interminable contra algo que ni él mismo comprendía.

Esa noche, cuando el viento aullaba en lo alto, Vianne fue atraída hacia la biblioteca del castillo. Un extraño susurro la guiaba, una presencia que la llamaba desde las sombras. Al entrar, la oscuridad parecía más densa, casi tangible, como si las paredes mismas estuvieran respirando.

En el centro de la biblioteca, el antiguo grimorio de los Delacroix yacía abierto. Las palabras en sus páginas se movían por sí solas, como si estuvieran siendo escritas en tiempo real. Vianne lo tocó, sintiendo la frialdad del cuero viejo bajo sus dedos. En ese momento, una ráfaga de magia oscura la envolvió.

La entidad oscura, que había estado a la espera de su oportunidad, surgió de las sombras, su forma tomando una figura humana, pero con los ojos brillando en un rojo brillante. Vianne sintió un estremecimiento recorrer su columna, como si la oscuridad hubiera comenzado a apoderarse de ella.

—Vianne, hija de los Ravencourt… —dijo la entidad con una voz profunda y gutural. —¿Crees que realmente puedes escapar de tu destino? La oscuridad siempre ha sido parte de tu linaje. No te hagas ilusiones.

Vianne retrocedió, sintiendo la magia oscura arrastrándola hacia el abismo. Pero en su interior, un destello de luz se encendió. Adrian había despertado algo en ella. La magia blanca que había compartido con él era la clave para liberar su alma.

Pero la batalla aún no había terminado. Vianne levantó las manos, invocando la luz que había aprendido a controlar. Un halo brillante comenzó a rodearla, repeliendo la oscuridad que intentaba tragársela.

Adrian escuchó el susurro de la oscuridad, una llamada que había estado presente desde su llegada al castillo. Sin poder resistirse más, corrió hacia la biblioteca, su corazón latiendo con desesperación. Sabía que algo terrible estaba sucediendo, y no podía dejar que Vianne enfrentara esa oscuridad sola.

Cuando entró en la biblioteca, lo primero que vio fue a Vianne, rodeada por la oscuridad que intentaba consumirla. Adrian no dudó ni un segundo. Extendió sus manos, canalizando toda la magia blanca que había despertado en él, enviando una corriente de energía pura hacia Vianne.

La entidad oscura rugió en furia, intentando resistir la fuerza de la luz. Vianne, sintiendo la magia de Adrian, respondió con todo lo que tenía. La luz comenzó a expandirse, pero la oscuridad no se rendía. En su desesperación, Vianne sintió cómo su alma se vaciaba, como si la oscuridad la estuviera arrastrando a un vacío interminable.

—¡Adrian! —gritó Vianne, su voz quebrada. —¡Ayúdame!

Pero entonces, algo increíble ocurrió. Adrian cerró los ojos, concentrándose en la conexión que sentía con ella, una conexión más fuerte que la oscuridad que los rodeaba. Con un grito de fuerza, un destello brillante emanó de él, iluminando toda la biblioteca.

La oscuridad comenzó a desintegrarse, el aire se despejó y las sombras se disolvieron. La entidad oscura, derrotada, se desvaneció en el aire, dejando atrás solo una sensación de vacío.

Vianne cayó de rodillas, agotada, pero liberada. Adrian se arrodilló a su lado, tomándola en sus brazos, sintiendo el peso de todo lo que había sucedido. Por fin, después de todo el sufrimiento, estaban libres.

El castillo de Ravencourt Manor ya no estaba envuelto en sombras. Las murallas de piedra que una vez habían sido víctimas de la oscuridad ahora se encontraban bañadas en la luz del día. El aire era más liviano, y la esperanza comenzaba a renacer. Vianne y Adrian habían superado el abismo, pero aún quedaba mucho por reconstruir.

Juntos, decidieron enfrentar lo que quedaba del pasado, sabiendo que, al menos, ya no estaban atrapados en la oscuridad. Vianne sonrió a Adrian, sintiendo el alivio de haber superado la prueba. Ahora, podrían mirar al futuro, juntos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.