El sol brillaba en el horizonte, iluminando las verdes colinas que rodeaban el Ravencourt Manor, pero la luz que Vianne sentía en su corazón era mucho más brillante.
Después de meses de lucha, dolor y sacrificio, había finalmente logrado liberarse de las cadenas de la oscuridad que la habían atado durante tanto tiempo. Ahora, caminaba por el jardín del castillo con una nueva sensación de paz, como si un peso invisible se hubiera levantado de sus hombros.
Adrian caminaba a su lado, una presencia tranquila y reconfortante. A pesar de los horrores del pasado que ambos compartían, había algo hermoso que se había forjado entre ellos. Su amor, nacido de las sombras, ahora florecía en la luz del nuevo comienzo.
La brisa suave acariciaba sus rostros mientras caminaban hacia la entrada de Ravencourt Manor, donde Selene, Elisa y sus esposos, Edgar y Nathaniel, los esperaban. La mansión, que alguna vez estuvo marcada por la oscuridad, ahora respiraba con una nueva vida, llena de esperanza y renovación.
Al llegar al salón, Vianne fue recibida con abrazos cálidos por parte de sus hermanas. Aunque los tres meses de separación tras su lucha contra la oscuridad habían sido difíciles para todos, ahora se sentía un aire de alivio, como si todo el sufrimiento hubiera valido la pena para llegar a este punto. Selene, en su vestido blanco, sonrió al ver a su hermana, y su abrazo fue lleno de cariño y comprensión.
—Vianne, has vuelto. —dijo Selene, su voz suave y llena de afecto. —Te hemos extrañado. Y veo que todo ha cambiado para ti.
Elisa, más reservada pero igualmente amorosa, se acercó y la abrazó también.
—Es bueno verte de nuevo, hermana. Sé que todo esto no ha sido fácil. —dijo Elisa, sonriendo con una dulzura que Vianne no había visto en mucho tiempo.
Adrian, quien estaba de pie a un lado, observó el reencuentro entre las hermanas. Los ojos de Vianne brillaron con emoción mientras veía a sus hermanas, pero también había una nueva determinación en su rostro. Ahora que se había liberado de la oscuridad, quería recuperar cada parte de su vida que había perdido.
—Me alegra verlas a todas reunidas de nuevo. —dijo Vianne, tomando la mano de Adrian. —Este es Adrian, el hombre que ha estado a mi lado todo este tiempo. Sé que el pasado no ha sido fácil para él tampoco, pero juntos hemos encontrado la paz.
Selene y Elisa miraron a Adrian, sus ojos brillando con curiosidad y aceptación. Selene fue la primera en dar un paso al frente, extendiendo la mano.
—Es un honor conocerte, Adrian. Estoy feliz de que hayas podido salvar a mi hermana. —dijo Selene, sonriendo cálidamente.
Elisa, aunque más reservada, también se acercó a Adrian, su mirada suave pero inquisitiva.
—Es un placer conocerte, Adrian. Vianne ha sido muy valiente, y yo sé que tú también lo has sido. —dijo Elisa, con una sonrisa sincera.
Adrian, con su rostro serio pero agradecido, asintió.
—Gracias. No hubiera podido hacerlo sin ella. —respondió, mirando a Vianne con una expresión llena de cariño y admiración.
La conversación fluía naturalmente, y a medida que avanzaba la tarde, los preparativos para la boda de Selene y Nathaniel continuaban.
La mansión estaba llena de vida, de risas, de momentos compartidos entre las familias. Los jardines estaban adornados con flores brillantes y coloridas, y las mesas de banquete estaban decoradas con hermosos arreglos florales, cubiertos con tela de lino blanco.
Vianne, Adrian, Selene, Elisa, Nathaniel y Edgar no podían evitar sentirse agradecidos por el momento de paz que finalmente habían alcanzado.
La boda, aunque aún no celebrada, ya comenzaba a tomar forma. El vestido de Selene, hecho de seda blanca y adornado con intrincados bordados de oro, brillaba bajo la luz suave del atardecer. Elisa había elegido un vestido igualmente hermoso, con encajes finos y detalles plateados, que la hacían parecer una visión etérea.
Las dos hermanas, aunque en sus propios mundos, compartían el gozo de haber encontrado el amor verdadero, de haber sido finalmente liberadas de los horrores del pasado.
Adrian y Nathaniel, los dos hombres que amaban a las hermanas, estaban ocupados haciendo los arreglos para la ceremonia. Adrian veía a Vianne a lo lejos, su corazón se llenaba de gratitud por lo que habían superado juntos. Ella le sonrió, y él sintió un nudo en el pecho, como si su vida hubiera encontrado finalmente su propósito. La oscuridad de su pasado ya no era su dueño. Ahora, Vianne era su luz.
Mientras la noche avanzaba, la fiesta en la mansión se convirtió en un bullicio de conversaciones alegres, música suave y risas. Vianne y Adrian se retiraron un momento para caminar por el jardín, rodeados por la naturaleza y la luz de las estrellas.
—¿Alguna vez imaginaste que llegaríamos hasta aquí? —preguntó Vianne, mirando a Adrian mientras caminaban por el sendero rodeado de flores.
Adrian la miró y sonrió suavemente.
—No. Pero sé que no hubiera querido llegar a ningún otro lugar. Solo contigo. —respondió, tomando su mano.
Vianne suspiró, su corazón lleno de paz. Ya no había sombras que se cernieran sobre su vida. La oscuridad que había marcado su destino finalmente se desvanecía, y ahora, todo lo que importaba era el futuro que tenían por delante.
La boda estaba cerca, pero también lo estaba un nuevo comienzo. Las hermanas Ravencourt y los hermanos Ashmere se habían unido no solo en matrimonio, sino también en fuerza, en lucha y en amor. El pasado oscuro de Vianne había quedado atrás, y ahora, ella y Adrian podían mirar hacia un futuro lleno de luz y esperanza.
La oscuridad que una vez los definió había sido derrotada, y el amor ahora brillaba con más intensidad que nunca.