Mi casillero está, desgraciadamente, ubicado justo al lado de Dylan.
Eso siempre ha sido un problema pues cuando nos encontramos él comienza a hablarme como si fuéramos amigos. No sé cómo una persona puede insistir tanto con alguien que claramente demuestra que no le caes bien.
Dylan y yo no hablamos mucho pero cuando estamos cerca, es como si él aprovechara el momento para hablar y preguntar muchas cosas. Gracias a esos pocos minutos estando en los casilleros sé que una vez se rompió la pierna mientras iba en bicicleta, que le gustaba caminar bajo la lluvia a pesar que su mamá lo regañaba o que le gusta despertarse temprano para ver amaneceres.
A cada cosa que él me decía, yo le respondía con algún comentario sarcástico pero él solo se reía, siempre se ríe de todo. No parece afectarle absolutamente nada, no puedo creerlo.
Ojala mi casillero estuviera muy lejos de todos, uno donde nadie más estuviera a mi lado. No quiero que haya personas cerca de mí, no quiero estar cerca de nadie. Ya no quiero amigos, ya no quiero saber nada de novios y esas tonterías.
Recuerdo que una vez William sugirió cambiar de casillero con Dylan pero Dylan se negó, dijo que eso podría ocasionar problemas en la escuela. No estoy segura si algo así podría pasar pero me sorprendió que le dijera que no a él, William es de esas personas que no acepta un no como respuesta.
Aunque Dylan está en la banda, no creo que a William le caiga muy bien Dylan. Lamentablemente William y yo somos similares en algunas cosas y bueno, las personas que a él le disgustaban a mí también, quizás por eso estábamos juntos. Odiábamos las mismas cosas. Nos caían mal las mismas personas.
Por eso supongo que a William no le cae bien Dylan, él es una persona muy opuesta a nosotros. Es demasiado feliz, demasiado amable, les habla a todos y siempre parece dispuesto a ayudar. Personas así me molestan, siento que intentan agradar a todos y quedar como los buenos y santos.
Se me hace falso aunque, a decir verdad, siento que yo he sido más falsa que él todo este tiempo. Toda mi vida.
En eso pensaba mientras cerré los ojos, luego de unos minutos, realmente me dormí en clase. No dormí mucho pues cuando ya era hora de irnos, Dylan me movió suavemente por el hombro —Bryn —susurraba.
Yo abrí los ojos pero tenía el rostro en dirección contraria a él por lo que no respondí y no me moví pensando que se iría y cuando se alejara yo me levantaría por mi propia cuenta.
—Bryn —insistió—, despierta, ya terminó la clase.
Suspiro y comienzo a levantarme —Está bien —tomo mis cosas para irme.
— ¿No dormiste bien anoche? —pregunta él—. O, ¿Te acostumbraste a despertar un poco más tarde durante las vacaciones?
No quiero hablar de nada con nadie, mucho menos con Dylan —Hay que irnos —respondo.
Comienzo a caminar y Dylan se queda a mi lado, volteo a verlo y sonríe —Vas a tu casillero, ¿no? Somos vecinos de casillero.
Asiento y sigo dando pasos, viendo hacia abajo evitando tropezar con algo. Paso a través de las personas y llego finalmente a mi destino, con Dylan detrás de mí como si fuera una sombra.
En ese momento siento de nuevo el dolor de cabeza, en la parte izquierda y cierro los ojos. Necesito tomar algo para disminuir el dolor, busco entre mis cosas las pastillas y finalmente encuentro la caja con varios sobres de pastillas para el dolor de cabeza.
Tomo un sobre, lo rompo y antes de ponerlas en mi boca recuerdo que no tengo agua aquí. No soy de esas personas que pueden tomarse estas cosas sin agua, necesito agua y considero ir hasta un bebedero pero está un poco lejos y no sé, no quiero caminar más de lo necesario.
Veo a Dylan y me odio a mí misma por preguntarle: — ¿Tienes agua?
Espero que sí — ¿Agua? —niega—. No —luego mira lo que tengo en las manos, las pastillas—. Ah, espera, iré a traerte una.
—No —respondo—. Está bien.
Señala al fondo del pasillo —Ya vengo, iré a la máquina expendedora.
Antes que pueda decir algo, él corre alejándose de mí. La máquina expendedora está aún más lejos que el bebedero. Mientras él no está voltea a su casillero abierto y noto que tiene cosas normales, libros y cosas así.
Al fondo hay una fotografía, parece ser de él cuando era niño, ¿Por qué tendría una fotografía de él mismo ahí? No es como las que tenía yo en mi habitación, donde me gustaba como me miraba y las pegaba a mi pared. Yo no tengo fotografías mías de niña en mi casillero, eso es extraño.
—Regresé —responde sonriendo y respirando un poco más rápido.
Está sosteniendo una botella de agua pequeña, la acerca a mí y yo la tomo —Gracias, te la pagaré, ¿Cuánto fue?
Niega —No, no importa —dice y regresa a su casillero.
—Oye —la destapo y la dejo un momento dentro de mi casillero—, ¿Ese eres tú?
Señalo la fotografía, Dylan la mira y ríe —Ah, sí —la saca y me la enseña.
Es él como de ocho años, lleva el cabello corto y está vestido con una camiseta roja, pantalones azules y zapatillas deportivas azul brillante. En su mano derecha tiene un tigre de falta y la otra está saludando a la cámara. Su sonrisa es amplia, tanto que se le marcan un par de hoyuelos en cada lado.
La verdad, es una fotografía tierna. Dylan se ve tierno ahí, nada comparado con quien es ahora, un chico molesto. Pero ese niño, se le ve alegre y adorable, tanto que casi me hace sonreír a mí también.
Casi.
—Has cambiado —afirmo regresando mi vista dentro del casillero.
Dylan se mira en la fotografía — ¿Tú crees? Yo siento que me veo igual.
Bajo la mirada y tomo el agua luego de colocar las dos pastillas en mi mano y metérmelas en la boca, tomo bastante agua y cierro los ojos cuando pasan por mi garganta. Tomo un trago más de agua y dejo la botella con lo que sobró dentro, por si tengo que tomar más después.