Tres Secretos

10: Tiempos Floreados

 

—Pasa —Dylan sostiene la puerta de su auto para que entre.

Suspiro y me dejo caer en asiento, percibiendo el olor a frutas tropicales cuando estoy adentro. Dylan levanta la mano hacia alguien a unos metros de distancia despidiéndose con una sonrisa, luego camina hacia el lado del conductor y entra.

—Oye —muevo mis tobillos en círculos—. ¿Crees que…? —me detengo.

Él y yo no somos amigos.

Dylan me mira y frunce el ceño. — ¿Qué pasa? —luego se coloca el cinturón de seguridad.

Sacudo mi cabeza. —Nada, olvídalo —iba a preguntarle si podíamos pasar a la cafetería que está como a cinco minutos de aquí, realmente necesito un café.

Mamá tiró todo el café porque lo considera malo, dice que debemos intentarlo todo y según ella, el café solo empeoraría las cosas. No lo creo, la verdad es que la ausencia de esa bebida me ha puesto peor por las mañanas, en cuanto a mi humor me refiero.  

Dylan estira su mano y toma el cinturón de mi lado, él lo estira y me lo coloca. Yo muevo mi rostro a un lado para que no esté tan junto con el de él. — ¿Qué era? Dime.

Me ajusto el cinturón para que no me apriete tanto, realmente le importa que lo lleve puesto, tal vez ha visto muchos de esos programas donde hablan de como las personas hubieran vivido si se lo hubieran colocado. —Solo quería un café, es todo.

Asiente. —Claro, ¿En Sweet coffee? O ¿Café listo? —ambas están cerca pero Sweet Coffee tiene frappucinos más grandes y quisiera uno de esos.

Oh, ¿Realmente va a llevarme? —Cualquiera —contesto un poco agradecida.

Él tuerce la boca, como si estuviera pensando. — ¿Sweet coffee? —Mis comisuras se elevan un poco, casi nada—. Me gustan sus pastelillos, a mamá también, creo que le llevaré algunos.

—Gracias —bajo la mirada a mis piernas, se siente raro agradecerle a él.

—Vamos entonces —enciende el auto y comienza a conducir, prende la radio y me hace una seña—. ¿Quieres escuchar música? El cable auxiliar está en la guantera, conecta tu teléfono si quieres.

Niego. —Estoy bien.  

— ¿Te gusta el café simple o más elaborado? —Dylan nunca se queda sin temas de conversación, siempre está hablando sobre algo y tal vez es porque estoy muy cansada pero estoy comenzando a acostumbrarme, o estoy obligándome a acostumbrarme porque algo me dice que será difícil despegármelo de encima.

Recuesto mi cabeza en el asiento. —Me gustan con crema batida —mucha.

Asiente sonriendo. —Entonces prefieres que sean fríos, ¿Aun si hay frío?

—Aun si hay frío —contesto.

Dylan mueve sus dedos en el aire. — ¿Te gusta el café solo en bebida o en otras comidas? ¿Has probado el helado de café? O los dulces.

Veo hacia el frente, los árboles y la calle despejada. —He probado el helado pero prefiero la bebida.

—Que bien —afirma—. ¿Y el pastel de café?

—Dylan —lo detengo—. Me sorprende como tú puedes llenar los vacíos, ¿sabes? Siempre hablas sobre algo.

—Es una habilidad, nací con ella —me da una mirada rápida—. Entonces, ¿Pastel de café?

Me encojo de hombros aunque él no puede verme. —Pues la verdad, no lo he probado o no recuerdo probarlo.

Sonríe viendo hacia el frente. —Bien entonces, tendremos que llevarte a algún lugar para que lo pruebes, en Café Listo venden, ¿sabes? Será para la próxima.

¿La próxima? No creo que esto se repita.

Llegamos rápidamente, hay pocos autos aparcados en el estacionamiento. No reconozco ninguno de esos autos lo que significa que no hay nadie conocido por aquí, eso es bueno, no tengo ganas de verlos después de la escuela.

—Vamos entonces —Dylan toma su mochila y busca una cartera negra, yo saco también mi dinero y salimos del auto.

El clima es tan raro como la vida misma, ayer había calor y hoy siento que esta sudadera no es suficiente. Detesto que todo me recuerde la rapidez con que las cosas pueden cambiar, la realidad en que ningún día puede ser predicho.

Caminamos hasta la entrada y él abre a puerta para que yo pase, lo hago y él me sigue. Nos acercamos al mostrador, ya sé que voy a pedir así que me acerco a la persona detrás de la caja registradora.

Le digo mi orden y le pido que me agregue un pastel de almendras, me lo comeré después en la cena en lugar de lo que sea que mamá haya preparado. Dylan se acerca y pide también, supongo que lo menos que puedo hacer por él es pagar por su café, de todas formas él me trajo hasta aquí.

Ella, la chica en la caja, me pregunta si eso es todo y asiento. Dylan agregó algunos pastelillos que seguramente serán para su madre, yo busco los billetes para pagar pero Dylan estira el dinero antes que yo pueda pagar.

—Gracias, pueden sentarse un momento mientras preparamos su orden, ¿Es para llevar o para comer aquí? —no sé si sea buena idea que mamá me vea consumiendo cafeína, tal vez puedo ocultar el pastel pero no el café.

Lo miro un poco incomoda, no por él sino por mí. — ¿Podemos tomar el café aquí? —Dylan y yo no hemos pasado suficiente tiempo juntos como para que estemos solos en una cafetería.

En realidad, después de comenzar a salir con William nunca estuve de nuevo a solas con otro chico. Si Owen o Rilley estaban ahí espera porque tenía a William a mi lado.

Dylan le responde a la chica: —Para aquí por favor, los pastelillos en una caja o algo así, son para llevar.

—También el pastel —le pido.

Ella sonríe. —Claro, en un momento tendré todo listo para ustedes.

Dylan asiente y me mira — ¿Dónde quieres sentarte?

Me encojo de hombros y me acerco a la mesa más cercana, me siento en una silla negra y me cubro la boca cuando suelto un bostezo.

—El café te despertará —se sienta en la silla que está mi lado a pesar que hay dos más frente a mí.

Lo miro —Te voy a pagar lo mío, ¿Cuánto es?

Toma la factura y lee entrecerrando los ojos —Dice que son doce millones de dólares.



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En el texto hay: secretos, amor, amor adolescente

Editado: 06.12.2022

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