Llegamos a la casa de Dylan.
Su casa es bastante más pequeña que la mía, como la mitad de la mía, sin embargo no se ve mal. Adentro esta todo ordenado y limpio, todos los muebles son de la paleta de colores marrones. Tiene varias fotografías en las paredes, la mayoría son de Dylan cuando era pequeño, lo sé porque su cara no ha cambiado mucho, solo madurado.
—Siéntate donde quieras —me pide él.
Lo hago, me siento en el sofá más próximo a mí. Dylan deja sus cosas sobre el otro sofá y se va al fondo, luego de unos segundos regresa con dos latas de Coca Cola, seguramente las que tienen vainilla.
—Primero lo primero —se sienta a mi lado—, pruébala y me dices que piensas.
Tomo la lata fría entre mis manos, la destapo y primero me la acerco a la nariz. Bueno si huele a vainilla y a Coca Cola, tomo un sorbo y me gusta, no creo que sea la cosa más fascinante del mundo pero está bien. —Supongo que está bien.
Dylan frunce el ceño. — ¿Supones? —él toma la otra y la destapa—. No Bryn, está mejor que solo bien —le da un sorbo y sonríe—. Sabe a felicidad.
Sonrío un poco. —Ah bueno, lo siento —le doy otro sorbo—. Sí tienes razón, sabe a felicidad.
Él se ríe. —Bueno, como sea —levanta sus ojos a un reloj de la pared—. Mamá ya vendrá en unos minutos, ella es enfermera y su turno terminó hace como una hora así que, ¿Te quedas a comer?
Frunzo el ceño con su pregunta. — ¿Qué? ¿A comer?
Asiente —Cuando mamá sale a esta hora ella normalmente trae comida y ya sabía que ibas a estar aquí, seguramente trae algo para ti —informa.
Hago una mueca. —No quiero molestar.
Sacude su mano —No lo haces —ahora se coloca de pie y levanta un dedo—. Traeré mi computadora para que terminemos eso, ¿Bien?
Asiento y espero que Dylan regrese, mientras tanto aprovecho para estirar un poco las piernas y buscar las pastillas para el dolor de cabeza, tomo una y me la tomo con un sorbo de Coca Cola, no sé si es malo tomar medicina con soda pero no tengo nada más que tomar.
Dylan regresa con su computadora y la coloca frente a nosotros. Seguimos buscando más sobre el tema mientras bebemos las sodas. Estamos en eso por casi cuarenta minutos cuando escuchamos que alguien está abriendo la puerta, seguramente es su mamá.
Volteamos y nos levantamos al mismo tiempo que la puerta se abre. Una señora delgada de piel oscura entra con dos bolsas plásticas y un uniforme de hospital. Entrecierro los ojos y me doy cuenta de algo.
Esto tiene que ser un error.
¡Yo conozco a la mamá de Dylan!
¡Ay, no! Bajo la cara para que no me reconozca, sin duda me va a reconocer, no puedo creerlo. Cierro los ojos y pienso en que puedo hacer ahora, ¿Debo salir? ¿Me quedo? No estoy lista para hablar de esto con alguien de la escuela, mi plan era ocultarlo y seguir como si nada me estuviera pasando.
—Mamá, ella es Bryn —anuncia Dylan acercándose para darle un abrazo—. La chica que te dije que vendría.
Ella habla con un tono suave de voz. — ¡Bryn! Mucho gusto, soy Jasmine, la madre de Dylan —se acerca a mí y resignada, elevo la mirada y ella entorna los ojos—. Oh, espera… tú, ¿Eres la chica del hospital?
Aprieto los puños. No quiero estar aquí, no puedo hacer esto. —Buenas tardes —le digo sin responderle la parte del hospital.
Ella asiente ahora con un poco de intriga en su voz. —Hola querida, siéntete como en casa, por favor.
Dylan mira a su madre. — ¿Del hospital? ¿La conoces? —Luego me mira y suspira—. Ah, no importa.
Su madre se acerca a mí y coloca una mano sobre mi hombro. — ¿Todo bien? —sé lo que está preguntando.
No puedo hacer esto.
No, nada está bien. —Sí, gracias —parpadeo para alejar las lágrimas.
Ella se aparta y levanta las bolsas —He comprado tacos, ¿Te gustan, Bryn? Espero que te quedes a comer.
No sé qué hacer, ¿Me voy ahora y dejo la tarea? Pero creo que ya no hay vuelta atrás —Si me gustan, gracias —digo con voz baja.
Dylan me voltea a ver y luego a su madre —Te ayudaré con la comida —se acerca y toma las bosas, luego se dirige a la otra habitación.
Su madre da un paso hacia mí cuando Dylan ya no está. — ¿Cómo te has sentido ahora? ¿Has mejorado?
Está hablando de mi pierna. —Un poco —miento. Desde que me explicaron más detalles de todo esto me di cuenta que no hay punto con decir lo que siento, además siento que las personas quieren escuchar que estas mejorando aunque sea mentira.
No quiero hablar de esto, lo único que quiero es olvidarlo.
—Bien —debe ser su experiencia porque no se mira muy convencida de mi respuesta, sin embargo, ya no insiste—. ¿De qué era su tarea?
—Ah, de historia —le explico, agradecida que ya cambiamos de tema.
—A Dylan le encanta la historia —sonríe como una madre orgullosa—, bueno en realidad, le gustan todos los temas.
Sonrío un poco más relajada. —Sí, me he dado cuenta de eso —siempre me está dando datos interesantes sobre diferentes temas.
Esto ha sucedido desde que nos conocimos, pero ahora que hablamos más, él siempre llena los silencios con todos los temas que sepa. Animales, arquitectura, historia, películas, libros. Todo.
Dylan vuelve a entrar a la sala —Ya coloqué todo en la mesa, está listo para comer —anuncia juntando sus palmas.
Su mamá asiente —Solo iré a cambiarme, ya regreso —dice y sube las escaleras con tranquilidad, tarareando una canción que no reconozco.
Dylan recoge las latas vacías para tirarlas, yo lo acompaño hasta el pequeño comedor con cuatro sillas y una mesa con tres platos, un recipiente de poliestireno con seis tacos y una jarra con algo que parece ser limonada, también tres vasos de vidrio colocados.
—Se ven deliciosos —admito cuando el olor me llega a la nariz. Desearía poder comer esto en mi casa en lugar el puré de vegetales que mamá prepara para la cena.