El baile de primavera se canceló.
William y Owen regresaron a la escuela pero ya no se hablan. En realidad, no hablan con nadie. Cuando las personas intentan acercarse ellos las apartan, se alejan o simplemente, las ignoran.
Rilley sigue en el hospital. Dylan quería visitarlo pero nos dijeron que solo familiares podían ir a verlo, él está en un estado de coma y no se sabe mucho sobre él más que las cosas que algunos compañeros escriben en el grupo.
Me topé con Owen cuando salí al baño durante el tercer periodo. Él tiene marcas en la cara y lleva unas muletas, sus ojos se ven tristes y no luce nada bien.
Pensé en solo pasar y fingir que no estaba ahí, pero no pude. No sé porque lo estoy haciendo, hace un tiempo cuando regresamos de las vacaciones y yo estaba mal anímicamente, a él no le importó. Cuando las cosas con Dylan se complicaron y los rumores se expandieron, él no hizo nada para ayudar.
Pero me acerco de todas formas.
—Owen —me detengo a su lado—. Aun si no somos amigos, no huyas de las personas. No hay mucho que yo pueda hacer pero, en lo que necesites, búscame.
Y es todo lo que digo, me doy la vuelta y sigo con mi camino cuando escucho que él eleva la voz: — ¿Por qué?
Porque yo sé lo que es perderte sin previo aviso. Porque nadie se tomó el tiempo de sentarse y acompañarme en mi dolor. Porque todos querían preguntarme cosas solo para enterarse de mi vida como si fuera entretenimiento y no porque realmente les interesaba. Porque nadie merece estar solo.
Porque con Dylan he aprendido muchas cosas, entre ellas, el perdón.
—Porque sí —camino de regreso a él—. Cuando estés listo, puedes acercarte.
—Pero tú y yo no éramos amigos —en su mejilla hay una pequeña cicatriz.
—No, no éramos amigos pero hay cosas que solo cierto tipo de personas conocen —afirmo tomando una respiración larga—. Sé que es sufrir en silencio, y lo digo en serio cuando afirmo que tú no deberías hacerlo.
—No te necesito —él suena como yo, hace un tiempo.
Herido y no por fuera, por dentro.
Asiento comprendiéndolo. —Estoy segura que no, no eres débil —dejo salir el aire—. Aun así, cuando solo quieras que alguien te escuche, puedes acercarte. No me interesa contárselo a nadie, solo puedes hacerlo si quieres.
Traga saliva tan fuertemente que veo como su manzana sube y baja. —Brynley —suspira—. Perdón por no ser...
—No —interrumpo—. Ya no importa nada del pasado, eso lo dejé atrás hace un tiempo —le doy una sonrisa corta—. He aprendido que todos merecemos una segunda oportunidad y equivocarnos es parte de nosotros, cometemos errores pero solo hay que seguir avanzando, aun si lo haces a un ritmo más lento.
Se queda en silencio por unos segundos. —Rilley está muy mal —su voz se quiebra—. Es mi culpa.
No sé muy bien que pasó esa noche, he escuchado los detalles generales del accidente pero no sé qué ocurrió antes del momento trágico —A veces, se siente así pero dudo que haya sido tu culpa —digo—. Rilley es tu amigo, ¿Crees que él te culparía?
Niega bajando el rostro —Rilley…
—Owen, culparte ahora no sirve de nada, tienes que estar bien para ayudar a Rilley cuando salga del hospital —coloco mi mano cuidadosamente sobre su hombro—. Después podrán hablar de lo que pasó, ahora solo… has lo que puedas, cada día.
Owen sonríe levemente —Has cambiado.
—Cambiar es bueno —respondo—. Rilley estará bien.
—Eso espero —admite.
—Lo estará —retiro mi mano—. Aun no se ha acabado, así como algo malo puede suceder en un segundo, también algo bueno. Sigue pensando que él estará bien.
Asiente —Tienes razón —mira una de sus muletas—. Debo irme.
Yo muevo mi cabeza hacia abajo y arriba —Claro, nos vemos Owen.
—Nos vemos Brynley —ambos nos giramos y caminamos hasta nuestras respectivas clases.
Por la tarde Dylan y yo estábamos en mi habitación. Estábamos recostados en mi cama, con la cabeza al lado del otro, mis piernas colgaban de la orilla y las piernas de Dylan estaban de igual manera del otro lado. —Dylan ya dime tu secreto —volteo mi rostro—. ¿Por qué siempre hueles a vainilla? Nunca he visto un shampoo que huela así, ¿Dónde lo compras?
Suelta una carcajada —Es en la sección de bebés, por eso es tan suave.
—Y brillante —juego aunque su cabello si es brillante.
Dylan gira y besa la punta de mi nariz —Ahora dime tu secreto.
— ¿Qué secreto? —pregunto levantando mi mano para peinar su cabello hacia atrás—. Ya sabes todo de mí, jamás imaginé que tú serias la persona que sabría más de mí que cualquier otra persona.
Sonríe —Tu secreto, ¿Por qué eres tan linda?
—Si claro —suelto una carcajada.
—Bryn, ¿Si tuvieras que escoger entre nunca más darme un beso o jamás volver a ver películas animadas de abejas, que escogerías? —eleva sus cejas.
— ¿Tu qué crees? —Pincho un poco su mejilla—. No besarte, obviamente.
Suspira y finge estar triste. —Has roto mi corazón.
—Oye rubio —sigo acariciando su cabello—. Tengo una pregunta también, ¿Por qué te gustaba yo antes que te tratara bien? Sigo sin entenderlo, ¿Qué fue eso que robó tu corazón?
Entrecierra los ojos —No tengo idea —suelta una risita—. Bueno, claramente me parecías linda y divertida pero fue, como si algo hubiera cambiado el día que te conocí, no podía dejar de pensar en ti.
— ¿Qué hubieras hecho si yo no hubiera cambiado? —pregunto, he estado pensando sobre eso. ¿Qué hubiera pasado si no me hubiera enfermado? ¿Qué hubiera pasado entre Dylan y yo?—. Si yo aún estuviera con William y no nos hubiéramos vuelto amigos.
—Conociéndome, me bastaría con estar cerca de ti —estira su mano y acaricia mi mejilla—. Pero yo creo que si nos hubiéramos vuelto amigos.
—No lo creo —afirmo—. Éramos muy diferentes.
—No lo éramos —contesta—. La cuestión era que tú limitabas tu verdadera personalidad pero, realmente, no has cambiado mucho. Solo eres transparente ahora.