Tres veces culpable

Capítulo 6: Junior (PARTE 1)

—Si tienes hambre solo tienes que decirlo, June.

La queja de Sloane logró que apartase la vista del letrero que rezaba el nombre de la cafetería de las MacKenna, el Irish Sea.

—No tengo hambre—aseguré en un intento de tranquilizarla por mi falta de atención.

Ella rodó los ojos hacía el cielo con exasperación antes de volver a concentrarse en la pantalla de su móvil. Estaba terminando de escribir los hashtags de la nueva publicación de ese día. Pese a mis quejas se había salido con la suya y en esos momentos se disponía a mostrar a todos sus seguidores que estaba pasando la tarde en compañía de Junior Corvey. Con corazones incluidos. En otra ocasión no me habría importado tanto que Sloane hiciese esas tonterías típicas de marcar territorio, en parte disfrutaba de ver como sacaba las garras la chica con la que estaba pasando el rato las últimas semanas, pero ese día solo era capaz de pensar en que debía haber cancelado la cita.

—¿Has pensado ya lo de la fiesta?—preguntó repentinamente. Un rápido vistazo por encima de su hombro me confirmó que estaba hablando por el grupo que tenía con sus amigas.

—No sé si es buena idea.

—¿Pero qué estás diciendo?—espetó—.Estás obligado a dar esa fiesta. Eres el capitán.

La pompa de su chicle puso el punto y final a aquella discusión, no dándome opción a replicar. Era tradición que el capitán del equipo diese una fiesta después de la semana de Homecoming. La nuestra  sería en apenas un par de semanas y yo aún no había decidido si quería continuar con la tradición.

Mis ojos me habían vuelto a traicionar y, antes de poder darme cuenta de a dónde estaba mirando, me encontré con la cabellera pelirroja de la señora MacKenna al otro lado de la cristalera. La culpabilidad me invadió de nuevo, obligándome a mí mismo en centrarme en mi acompañante y dejar de buscar estúpidamente en el interior del local. Ir aquella tarde al puerto había sido idea de Sloane, seguramente para lucir el corto vestido blanco que resaltaba el bronceado que había logrado a base de largas horas tumbada en la arena, pero todos sus intentos de reclamar mi atención se estaban viendo desbaratados.

—¿Qué hay tan interesante?

Me giré con fingida inocencia.

—¿Cómo dices?

—En el Irish Sea, ¿qué es tan interesante?—repitió con tono dolido—. Porque si no tienes hambre dudo que se te vaya la vista a la comida, June.

Reí por lo bajo, fingiendo tranquilidad a pesar de haber sido pillado con las manos en la masa. Sabía desenvolverme en ese papel de caballero despistado, al igual que conocía los puntos débiles de Sloane. Coloqué mi brazo sobre sus hombros, trazando pequeños círculos con la yema de los dedos la base de su cuello, y dije:

—Solo buscaba a Rainer.

Ella continuaba frunciendo los labios y mirando fijamente al mar, aunque podía ver como la piel de sus hombros se erizaba ante las caricias.

—No vive pegado a MacKenna—susurró airada. Aún no había terminado de creerse mi mentira.

Me incliné hacía ella, rozando mis labios sobre su la piel desnuda de su clavícula y depositando pequeños besos que ascendían hacía su cuello. Sus labios habían dejado de estar fruncidos y se mostraban ligeramente entreabiertos, dejando escapar pequeños suspiros cuando mordisqueé su piel.

—Sloane, ¿estás celosa?—susurré contra su lóbulo, asegurándome de que mis labios rozaban este al articular—. Ya sabes que Rainer no es mi tipo.

—¿Y MacKenna?

Había dado en el clavo. Su pregunta hizo flaquear mi defensa y argumentos, deteniendo mis caricias sobre su cuello y soltando un pequeño chasquido con la lengua.

—No. Y estás celosa—sentencié para salir del paso.

Ella giró el rostro hacía mí, rozando la punta de su nariz contra la mía propia. Estaba seguro que iba a besarme, aunque Sloane era capaz de tentarme con aquel gesto para después irse ofendida. No sería la primera vez que actuaba como la cría caprichosa que era.

—Mejor, June, porque MacKenna no juega en tu línea—ronroneó. El roce de sus labios contra los míos tan solo lograba incrementar las ganas que tenía de besar sus labios.—Te llevarías una desilusión.

—¿En mi liga? ¿Quieres decir que soy demasiado guapo para ella?

Sloane sonrió divertida, negando con la cabeza, y dijo:

—Es lesbiana, tonto.

Todo el deseo que tenía dentro de mí y me instaba a abalanzarme sobre Sloane desapareció. Sentí como si un cubo de realidad, bien helado y doloroso, hubiese caído sin piedad sobre mi cabeza y existiese un cortocircuito en mi cerebro. Siempre había sido muy expresivo y el disgusto reflejado en Sloane me decía que estaba expresando una sorpresa un poco impropia para alguien que no tenía ningún interés en la pelirroja. Sacudí la cabeza, soltando un silbido, antes de encogerme de hombros. Lo importante en esos momentos era hacer olvidar a Sloane lo que había visto en mi cara.

—No sabía nada.

Ella no respondió. Se levantó del banco donde llevábamos sentados diez minutos y comenzó a caminar en silencio hacía el aparcamiento. Yo la seguí rápidamente, manteniéndome a dos pasos por detrás y hasta que cogí su mano a pocos metros de mi coche.




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