Tres y un cuarto

Capítulo 2

Ese había sido Tyler Murphy, pero no sabría su nombre hasta dos minutos después.

     Cerré mi boca rápidamente al escucharlo porque por supuesto me quedaba algo de dignidad y clavé mi mirada en la mesa que de pronto se había vuelto la cosa más interesante del universo. Acomodé un mechón de mi cabello rubio tras mi oreja y procuré no espirar al trío de oro a pesar de que las manos me cosquillearan de anticipación.

     —Dude, es nueva, no seas así —lo regañó Theo y acompañó sus palabras con un coscorrón en la cabeza que pude escuchar desde mi lugar.

     —Auch —se quejó el muchacho de ojos color miel—. Lo digo en serio, sabes que hay una invasión de moscas por ese tren que se descarriló y no debe ser lindo tragarse una. Estoy siendo una buena persona, aunque no lo parezca.

     —Claro, Ty y de repente te volviste considerado —agregó otra voz.

     Un muchacho de cabello negro se acercó a mí, posando su brazo sobre el pupitre y quedando peligrosamente cerca de mi rostro por lo que pude darle una buena mirada sin lucir grosera. Era de piel pálida y ojos verdes, tenía la nariz con una curva suave y algunas pecas esparcidas en la punta así como en los pómulos, y sus labios eran rosados y con una sutil forma de corazón. Tenía un rostro que era la perfecta armonía entre lo aniñado y lo elegante, con la mandíbula un poco marcada y unas ojeras escasamente visibles.

     —Perdona a mi amigo, es un tanto bruto. —Sonrió mostrando sus perfectos dientes blancos—. Yo soy Taylor, amigo de Theo y de ese cavernícola llamado Tyler. Un placer.

     Extendió su mano hacia mí y la estreché en silencio. Su tacto era suave y seco a la vez. Con un rápido movimiento observé que llevaba un tatuaje en su antebrazo, aunque no logré determinar qué clase de dibujo era.

     —¿Tu nombre?

     Tardé un segundo en procesar que me hablaba a mí.

     —Genesis.

     —Suena a banda de rock, me gusta —admitió y dejó ir mi mano que extrañamente se sintió fría luego de su tacto.

     —Gracias.

     —Tengo entendido que almorzarás con nosotros, ¿no? —continuó hablando medio recostado en mi banco y con una sonrisa en los labios.

     —Eso creo.

     —Estupendo, verás que somos amables y que Tyler sólo es así por deporte. No te lo tomes personal.

     —¡Oye! —exclamó el susodicho y pronto apareció también en mi campo de visión—. No le creas ni una palabra, es un mentiroso. Los músicos como él son famosos por ser poco creíbles.

      —Okey…

     —¿Y tú que haces por aquí? —preguntó Taylor mirándome fijamente—. No tenemos muchos alumnos nuevos.

     —¿En verdad no sabes por qué estoy aquí? —Mi voz escapó con más sorpresa de la que me hubiese gustado.

     —No escucho chismes, yo los creo.

     Theo chasqueó la lengua a su lado y con un ágil movimiento lo tomó del cuello de su camiseta negra con la imagen del álbum de Pink Floyd titulado The Dark Side of The Moon, y lo sacó de un tirón de mi pupitre. Luego me dedico una sonrisa amistosa que tenía como finalidad enviar una disculpa silenciosa.

     —Verás que el más presentable soy yo.

     —¿Los tres tienen nombres con “t” y son amigos? —Caí de pronto, por la sorpresa de ver rostros tan lindos no me había percatado de ello hasta ese momento.

     Los tres muchachos, que de pronto habían quedado de pie a mi lado, asintieron con la cabeza con una sonrisa burlona en los labios. Debían estar acostumbrados a esa pregunta porque no lucían molestos en lo absoluto.

     —¿Es a propósito o pura casualidad?

     Tyler fue el encargado de dar la respuesta:

     —¿Insinúas que nuestros padres, que son mejores amigos desde antes de nacer, nos llamaron así a propósito? Eso es una locura.

     Sin embargo, el guiño que me dedicó a continuación me hizo saber que sí había sido un plan de sus padres.

     —¡Theo, Taylor y Tyler, a sus asientos! —exclamó una voz femenina desde la puerta.

     Con pasos veloces los tres amigos se dirigieron a sus respectivos asientos formando una L a mi alrededor que me hizo sentir cohibida. Theo se encontraba en el asiento a mi lado con un estrecho pasillo separándonos, Taylor estaba detrás de él y a mis espaldas se encontraba Tyler a quien había evitado mirar más de unos segundos desde que me atrapó observándolos embobada.

     Por la próxima hora intenté mantener mi mirada al frente y escuchar las explicaciones sin gracia de la profesora que intentaba hacerle entender a un salón de treinta adolescentes medio dormidos cómo se utilizaban las derivadas. Por fortuna había visto ese tema una semana atrás por lo que no cargaba la misma expresión de desconcierto que el resto de mis nuevos compañeros.

     —¿Alguien lo suficientemente despierto puede nombrarme una de las propiedades de las derivadas? —preguntó la mujer de cabello canoso sosteniendo el tabique de su nariz como quien estaba conteniéndose para no asesinar a un montón de niños.




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