Tres y un cuarto

Capítulo 17

Me sentí como alguna clase de superestrella glamurosa y controversial al entrar ese lunes a la estación de policías de Rose Valley. El lugar estaba desierto, tan solo dos oficiales se encontraban frente a sus escritorios bebiendo café y charlando animadamente, y no era de extrañar ya que el colorido pueblo no se caracterizaba por un alto índice de delitos. Estaba segura que lo único que debían hacer era poner multas de tránsito a vehículos mal estacionados y confiscar algunas botellas de alcohol a menores de edad. Pero ese día, ese lunes lluvioso que combinaba a la perfección con mi estado de ánimo, estaba por ponerles las cosas más interesantes.

     Avancé por el pasillo vacío siendo custodiada de cerca por tres figuras altas y atléticas. Por un momento imaginé que caminábamos en super slow motion y que sonaba alguna canción épica mientras avanzábamos, pero nada de eso sucedió porque solo éramos cuatro adolescentes caminando hacia una reunión. Me detuve frente al mostrador y toqué la campanilla para llamar la atención de los policías. Theo, Tyler y Taylor se detuvieron junto a mí.

     —Buenas tardes —saludó el más joven de los dos—. ¿Cómo podemos ayudarlos?

     —Hola, Brian. Tenemos una reunión con mi abuelo.

     El hombre asintió y nos indicó con la mano que esperáramos allí. Se alejó y entró a una oficina vidriada que tenía las persianas bajas para que no se pudiera ver hacia adentro.

     —¿Estás bien, MIT?

     Sus ojos se encontraron con los míos y pude divisar preocupación en ellos.

     —Tan bien como se puede estar en una situación así.

     Asintió y le dio un breve pero reconfortante apretón a mi mano izquierda. Le dediqué una sonrisa diminuta de labios cerrados.

     Probablemente estaba tensionada y tenía cara de haber visto de frente al hombre de la bolsa; no obstante, me encontraba tan sumida en mis pensamientos y emociones que poco me importó.

     —Estamos aquí para lo que necesites, pequeñita.

     Me costó encontrar mi voz porque sus palabras me habían conmovido, pero finalmente dije:

     —¿Creen que puedan entrar conmigo?

     —Por supuesto, G —contestó Tyler por los tres.

     En ese mismo instante salió el oficial de la oficina y con un movimiento de cabeza nos indicó que podíamos pasar. Tomé una profunda bocanada de aire para hacerme valiente y, retorciendo los dedos de mis manos, avancé hacia la puerta abierta.

     El olor a café y tabaco invadió mis sentidos al ingresar, y tras un amplio escritorio de madera prefabricada encontré a un hombre alto y fornido. El parecido con Theo era impresionante, con excepción de su cabello que era grisáceo y su nariz que tenía forma de gancho. Su similitud me ayudó a tranquilizar mis alborotados nervios.

     —Buenas tardes, Genesis. —Me dedicó una sonrisa conciliadora y extendió su mano en mi dirección.

     Estreché su mano con firmeza y eso lo hizo sonreír.

     —Hola, muchachos. Me alegra que esta vez no estén aquí por meterse en problemas.

     Observé a los tres buscado una respuesta y me sorprendió ver que lucían un poco abochornados.

     —Algunos grafitis —explicó Taylor restándole importancia.

     —Tomen asiento, por favor.

     Tan solo había dos sillas frente al escritorio y junto a una de las paredes descansaba un sofá. Me senté frente al sheriff y Theo lo hizo a mi lado. Taylor y Tyler tomaron asiento en el sillón de cuero marrón.

     —¿Quieren comer algo?

     —Claro, abuelo. Donas y café estarían bien para armonizar con la situación.

     El hombre rodó los ojos, pero tomó el teléfono y soltó contra el auricular una orden disfrazada.

     —Peter, tráenos café y donas por favor.

     Luego colgó la llamada y entrelazó los dedos sobre la mesa.

     —Genesis, mi nieto me informó que necesitabas ayuda con el caso de tus padres. Te doy mi más sentido pésame por lo ocurrido. Tu padre era rebelde cuanto tenía tu edad, pero nos llevábamos bien.

     —Gracias, señor.

     —¿Tienes alguna información que quieras compartir conmigo?

     Asentí.

     —No conozco todos los detalles del caso, pero puedo pedirle al abogado de la familia que le envíe el expediente de la policía y lo que él ha podido investigar por su cuenta.

     —Eso estaría muy bien. ¿Te molesta si te hago algunas preguntas?

     —No, señor.

     Me dedicó una sonrisa compasiva para después tomar una libretita al mejor estilo detectivesco y un bolígrafo.

     —¿Cuándo ocurrió el accidente?

     —La mañana del miércoles 28 de agosto, alrededor de las once de la mañana.

     Anotó lo que le dije y subrayó una palabra.

     —¿A qué hora te enteraste?




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