Tres y un cuarto

Capítulo 21

La semana de vacaciones se pasó volando en un abrir y cerrar de ojos lleno de cenas con pizza y películas en el porche, y cuando miré el calendario finalmente era Acción de Gracias.

     Mi abuela me había obligado a preparar un pastel a pesar de que no tenía idea de cómo hacerlo por lo que luego de muchas investigaciones –viendo videos de Youtube, canales de cocina en la televisión y una competencia de cocina entre pasteleros amateurs que me pareció muy divertida— había encontrado una receta. No era la gran cosa, pero tenía buen sabor y no había quedado ladeado como mis otros intentos.

     —¿Abuela, crees que este vestido es adecuado para la ocasión?

     Paseé frente a ella con un vestido negro de escote corazón, mangas cortas y que me llegaba hasta las rodillas. No podía afirmarlo con certeza pues mi cabeza había sido una nebulosa esos días, pero me pareció que era el mismo atuendo que había utilizado para el funeral de mis padres. Era bonito, elegante y no mostraba mucha piel.

     —Sí, es muy bonito. ¿Con qué zapatos lo usarás?

     —Sólo traje zapatillas y botas desde Los Ángeles, así que algo de eso.

     Ella asintió y se dedicó a ponerse perfume. Una nube con olor floral invadió la habitación y tosí por la cantidad que había echado.

     —Nana, asfixiarás a nuestros anfitriones.

     Chasqueó la lengua y dejó el frasco de perfume en su lugar para luego tirarse aire con las manos. Sí, se había pasado bastante.

     —Deberías ir a Los Ángeles a buscar tus pertenencias, Genesis. Podemos ir para Navidad si eso te parece bien y pasarías tiempo con tus amigos.

     Sonreí ante la idea porque me pareció grandiosa. Extrañaba con locura a Sarah y Exequiel, y realmente necesitaba buscar más ropa porque la mía comenzaba a desgastarse por el uso intensivo de la lavadora.

     —Me parece una gran idea, nana. Compraré los pasajes por la mañana.

     Ella asintió y con una amplia sonrisa en mis labios caminé hacia mi habitación para terminar de prepararme. La cena era en menos de una hora y si bien era temprano, mi abuela había insistido en que debíamos llegar muy puntuales o de lo contrario seríamos maleducadas.

 

     Hice sonar el timbre con mi mano libre, la otra sostenía una fuente con pastel y tenía a mi nana colgada del codo. La noche estaba fría y el pronóstico era lluvioso por lo que me había enfundado en un abrigo rojo. La puerta no tardó en abrirse y sonreí a Taylor quien se encontraba del otro lado.

     —Buenas noches, Taylor —saludó mi abuela y aceptó su ayuda para caminar hacia el interior. Le dio un beso sonoro en la mejilla y le dejó marcado con labial claro la piel.

     —Hola, Tay.

     Me observó de arriba abajo con disimulo y me sonrió con complicidad. Sentí mis mejillas sonrojarse, pero hice lo mismo y elevé mi pulgar para hacerle saber que se veía bien, eso lo hizo reír. Vestía pantalones negros de mezclilla –por primera vez sin las rodillas rasgadas—, un sweater verde oliva que dejaba entrever una camisa blanca a la misma vez que resaltaba sus ojos y zapatillas de lona. Estaba más peinado y su cabello lucía más corto de lo normal, aunque los mechones seguían cayendo sin control alrededor de su rostro.

     —¿Preparaste un pastel? —Alzó las cejas con asombro—. Creí que la pastelería no era lo tuyo.

     Sabía cocinar, quiero aclarar eso, simplemente en mi día a día preparaba platillos salados porque me resultaban más sencillos de cocinar y no necesitaba seguir una receta. No tenía paciencia con eso de agregar una taza de harina porque a mí parecer las cantidades no se medían con tazas pues había un millón de tazas de diferentes tamaños.

     —Mi abuela me obligó, si está horrible es culpa de ella.

     Ayudó a sentar a mi abuela en el sofá junto a su padre quien estaba charlando animadamente con los padres de Theo y Tyler, se notaba por la manera en que bromeaban que eran amigos de toda la vida y sin problema incluyeron a mi nana en la conversación. En la cocina pude divisar a las madres de los tres que estaban bebiendo vino y al hermano de Tyler que preparaba algo que lucía como una ensalada. Sin embargo, los otros T no estaban por ningún lado.

     —Lo llevaré a la cocina. Theo y Tyler están en el jardín —respondió a mi pregunta mental y asentí entregándole la fuente.

     Saludé al pasar al grupo de madres y pronto me rodeó el frío aire otoñal que se colaba por el jardín. Theo y Tyler estaban columpiándose en unas hamacas que lucían bastante pequeñas pero que de todas maneras conseguían aguantar el peso combinado de los dos. Vestían más elegantes que el resto de los días sin dejar de lucir casual. Theo llevaba pantalones de jean, una camisa azul que le resaltaba los ojos y una chaqueta de lana gris. Tyler lucía pantalones color caqui y un sweater color terracota que se le ajustaba en los lugares correctos.

     —¡Pequeñita!

     Theo saltó del columpio y para mi absoluta sorpresa no se partió la nariz al caer. Pisó con pies firmes el césped y caminó hacia mí para entregarme un fuerte abrazo. Lo olfateé disimuladamente porque tenía debilidad por el perfume masculino y le rodeé la cintura con los brazos.




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