Tardé poco menos de dos minutos en recuperar la compostura y volver a la sala de estar con una caja de cereales para utilizar de tapadera, aunque el estómago se me revolvía solo de pensar en comer algo. Al llegar encontré a los tres amigos sentados sobre la alfombra con un juego de mesa en el centro. En el estéreo sonaba una playlist de rock tranquilo y sobre la mesa encontré una abundante cantidad de chocolates y cuatro vasos que parecían contener un alcohol diluido en refresco de cola. Tomé asiento en el único lugar vacío que quedaba en el suelo e intenté lucir como una chica sin preocupaciones rodeada de tres muchachos tan apuestos como el demonio, una chica que no se había besado con los tres. Como si Dios me quisiera castigar por pecar de lujuriosa, había quedado entre Taylor y Tyler.
—¿Qué jugaremos?
—Esto es lo que yo llamó tabú borracho —explicó Theo y señaló la mesa—. Es un juego sencillo, si te equivocas tomas.
Asentí con la cabeza soltando una risita.
—¿Qué tienen los vasos?
—Ron con una pizca de Coca—Cola, G. Procura no vomitar en el baño de mis padres, muchas gracias.
Ignoré su comentario malicioso para luego dirigir mi mirada hacia la mesa. Miré con atención el juego y comprendí rápidamente de que trataba. Había quedado emparejada con Theo al estar frente a él, y jugaríamos con las cartas en la mesa, separadas en dos mazos, el temporizador y un timbre pequeño para indicar si alguno cometía un error. Habíamos jugado antes al tabú solo que sin alcohol, era un juego sencillo: debías intentar que tu compañero adivinara un objeto o sujeto dándole palabras relacionadas, pero sin utilizar las anunciadas en las tarjetas.
—Bien, empecemos. Sólo quiero decirles que Theo y yo patearemos sus traseros.
—Así se habla, pequeñita. —Sonrió.
—Lo lamento, MIT, pero perderán porque Tyler y yo nos conocemos desde el útero.
El castaño asintió de acuerdo y quizás era el efecto de la cantidad de comida que había ingerido o el cosquilleo de mis labios que ansiaban el sabor a alcohol, pero dije unas palabras que luego quizás lamentaría:
—La pareja perdedora debe cumplir una prenda.
—¡Hecho! —soltó Tyler casi en un grito—. El que pierda deberá…
—Deberá meterse en ropa interior en la fuente de la plaza —completó Taylor con una sonrisa de satisfacción como quien sabía que no existía posibilidad de perder.
—Bien, más nos vale pequeñita que ganemos o mi madre me colgará de las pelotas en el mástil de la plaza.
Reí para luego dedicarle mi mejor mirada de seguridad.
—Esta será una noche interesante —susurró Ty mientras frotaba sus palmas para entrar en calor.
—¿Quién comienza?
—Las damas y los bisexuales primero —contestó Taylor con tono bromista, ganándose un golpe en el hombro de parte de nuestro amigo rubio.
—No hay problema, empecemos.
Taylor y Tyler se arrimaron hacia mí, uno con el temporizador en mano y el otro con el timbre que haría sonar si me equivocaba. Tomé una amplia bocana de aire y alcancé el mazo que se encontraba más cercano a mí, el corazón me latía con fuerza porque sabía que si fallaba estaría en serios problemas. No tenía intención de meterme en paños menores en una fuente en el centro del pueblo, le causaría un infarto a mi abuela y probablemente terminaría entre rejas por alterar el orden público. No, no podía permitirme fallar.
Asentí con la cabeza y el tiempo comenzó a correr.
Primera carta: pasión. Palabras prohibidas: amor, fruto, pecado, lujuria.
—Hay una novela colombiana de tres hermanos que se enamoran de tres hermanas y lleva esta palabra en el nombre seguida de “de gavilanes” —solté atropelladamente.
—¡Pasión! —exclamó Theo.
Cambié rápidamente de tarjeta.
Segunda tarjeta: Dumbo. Palabras prohibidas: orejas, Disney, elefante, cuento.
—Mierda… Mmm… Es un personaje de una película animada que tiene trompa y cuya madre muere, que trabaja en un circo y puede volar.
—¡Dumbo!
Casi grité de júbilo, en su lugar, tomé otra tarjeta porque el tiempo se acababa.
Tercera carta: sexo. Palabras prohibidas: pareja, virginidad, condón, órganos sexuales. Esa tarjeta no parecía adecuada para un juego familiar.
—¡Lo que no has hecho con nadie! —indiqué elevando la voz al notar que el tiempo se acababa.
—¿Matar?
—No, bobo. Supone desnudez y movimientos rítmicos.
Taylor estalló en risas a mi lado y Tyler contuvo una carcajada. Dios, me iban a fastidiar por eso por el resto de mi patética existencia.
—¿Sexo?
—¡Sí!
El tiempo acabó y me incliné para chocar los cinco con el rubio.