Creerán que era sencillo encontrar la oportunidad para salir con dos muchachos atractivos sin romper el corazón de nadie, convivir con amigos y familia y a la misma vez disfrutar las vacaciones de fin de año. Bueno, la realidad no podía estar más alejada.
Taylor y yo habíamos tenido una segunda y una tercera cita, había recibido más besos de los que era posible contar y había obtenido sentimientos de felicidad, pero lo nuestro seguía siendo una relación privada porque él era quien deseaba decírselo a sus amigos. No había hablado con Theo sobre ello y si bien Tyler lo sabía, tampoco había recibido una confirmación. Y a pesar de que tenía la intención de avanzar a algo serio con él, al llegar a casa luego de cada cita, la tranquilidad y las fantasías se desvanecían al encontrarme con Tyler con el trasero en el sillón y hablando con mi abuela. Claro, eso había cambiado luego de la intervención ya que el día 22 de diciembre había sido su último día en mi vivienda y el inicio de mis malas decisiones.
Sí, había decidido darle una oportunidad, pero no fue hasta dos noches anteriores a su partida y a la mía –iría a Los Ángeles— que me animé a hacer lo incorrecto. Entré a su habitación a hurtadillas mientras mi abuela dormía, pasando por el baño que unía los cuartos y lo desperté de su sueño de belleza.
—¿Genesis? —preguntó adormilado.
Encendió el velador de la mesita de luz y se frotó los ojos mientras intentaba despertarse. Me senté a los pies de la cama y lo observé en silencio, no sabía cómo dar el primer paso pues me sentía contrariada y tenía la sensación de que nada bueno podría salir de ello.
Maldición, me gustaba Taylor como nunca antes me había gustado alguien y compartir horas a solas con él me llenaba de emociones positivas. Pero seguía pensado en Tyler cuando estaba a solas y necesitaba poder acallar esa voz que me exigía determinar mis sentimientos para poder acabar con mis dudas. Necesitaba los consejos de mis padres más que nunca y no tenerlos allí me alborotaba todavía más.
—¿Qué sucede, G? ¿Qué haces aquí?
Se sentó en la cama y me observó esperando una respuesta. Su cabello estaba aplastado de un lado y tenía el torso desnudo, verlo tan vulnerable me produjo una sensación de ahogo.
—Bésame —solté de pronto.
—¿Qué?
Sus ojos se abrieron con sorpresa. Me sentí tonta al instante, pero él me había escuchado y yo estaba segura de mis palabras. O bueno, eso era lo que creía.
—Que me beses, quiero saber qué hacer.
—¿Y mis besos te dirán eso?
Dios, sonaba como una lunática.
—Sí. No. No lo sé.
—¿Qué sucede, G? Se sincera.
Suspiré con pesadez.
—¡Esto es tu culpa! —exclamé en un susurro porque echarle la culpa de mis malas decisiones parecía más razonable que admitir lo que me sucedía—. Sí no me hubieses besado en la fiesta de Noche de Brujas, si no hubieses coqueteado conmigo para luego llenarme la cabeza con palabras que me endulzarían el corazón, nada de esto estaría sucediendo. No estoy feliz contigo ahora mismo.
—¿Y por qué quieres que te bese entonces? —Esbozó una sonrisa lobuna con los labios y eso me hizo soltar un gritito de frustración.
—No es gracioso, Tyler. Me siento confundida.
Se acostó de nuevo sobre la cama y posó su mirada en el techo. Parecía un paciente en un consultorio listo para hablar con su psicoanalista sobre los traumas de su infancia y la manera en que ellos habían impactado en su vida adulta. Me molestaba su calma porque cuando lo veía lo que menos podía sentir era calma.
—Me gustas, pero lo he pensado y no te besaré hasta que hables con Taylor —confesó—. Él es mi mejor amigo y sé que está enganchado contigo, no sería honesto besarte si luego finges que todo está bien con él. No me parece correcto.
—Pero dijiste…
—Sé lo que dije —me interrumpió— y eso no lo hace correcto. Taylor merece que lo traten bien y tú mereces claridad mental, a mí me da igual lo que yo merezca. Solo habla con él y si no le molesta que me besuquee contigo entonces aceptaré tu demanda.
Lo estudié con asombro. Me había quedado sin palabras y la culpa me había alcanzado. Entendí de pronto lo que había tenido en mente, lo que había pensado hacer y cómo eso podría impactar en nuestra amistad. Me sentía como una basura, como alguien sin remordimiento que actuaba por impulso sin siquiera detenerse a pensar a quién podría lastimar en el proceso.
—Oye, no te sientas mal.
—Comprendo lo que dices y creo que tienes razón.
—Sonó duro, pero no te estoy juzgando, creo que puedes hacer lo que quieras con quien quieras y te besaría en este preciso momento si no fuera porque tienes citas a escondidas con mi amigo. Si fuera otro muchacho o tú fueras otra chica, una que no me importa y a la que no considero mi amiga, mandaría todo al demonio y hasta tendría sexo contigo si eso se diera —comentó con rapidez—; sin embargo, tú no eres otra chica y sales con Taylor. Mi estupidez tiene un límite, créeme. Y acabo de sonar como un machista asqueroso, por Dios. Esto es tu culpa, G.